El guión y los escenarios para la próxima boda de príncipes están listos. El principado de Mónaco se prepara para tirar el palacio por la ventana para celebrar el casamiento del príncipe Alberto II, soberano del pequeño feudo desde el 2005. La novia es Charlene Wittstock, una hermosa ex nadadora olímpica sudafricana.
Una boda civil (el 1 de julio), y una religiosa (el sábado 2) son el centro de los festejos, que incluyen conciertos, recepciones y bailes de gala, con fuegos artificiales incluidos. El príncipe Alberto está dispuesto a hacer que su boda impacte y ponga de relieve el poder financiero de su país -de poco más de 2 kms. de extensión-.
Los festejos empiezan el 30 de junio. Los novios ofrecerán un concierto para los ciudadanos monegascos y algunas de las comunidades francesas vecinas. Más de 15 mil personas podrán disfrutar de la música de la popular banda de rock “Eagles” con un concierto que se celebrará en el Estadio Louis II.
Al día siguiente, en el lujoso Salón del Trono del palacio, será la ceremonia civil, a cargo del ministro de Justicia. Una hora más tarde, los recién casados se reunirán con la población para disfrutar de un buffet preparado por el restaurante Fairmont Monte-Carlo, que contará con platos mediterráneos y algunos sudafricanos, en honor a la novia.
Por la noche, en el Puerto, los príncipes, los monegascos, y los invitados extranjeros, asistirán a un espectáculo del compositor e intérprete francés de música electrónica Jean-Michel Jarre.
El 2 de julio el enorme patio de honor del palacio de Mónaco será convertido en una gran catedral al aire libre, donde 900 invitados podrán ser testigos de la boda. La ceremonia contará con una orquesta sinfónica y una soprano que cantará los temas religiosos propios de una boda católica. En la Ópera Garnier de Montecarlo habrá esa noche una cena de gala y un baile que pondrán el broche de oro a tres días de celebraciones por todo lo alto.
Con su boda, Alberto II no solo abandona la preocupante soltería (a los 53 años) y da un paso más para garantizar la supervivencia de la monarquía en Mónaco. Al mismo tiempo desea eliminar, de una vez por todas, el pesado estigma de matrimonios trágicos y fracasados de su familia. Desde hace siglos no hay en la dinastía Grimaldi un matrimonio con final feliz. La leyenda cuenta que a principios del siglo XIV el príncipe Rainiero I, en plena batalla contra los genoveses, raptó y violó a una gitana que, como venganza, maldijo al príncipe y a todos sus descendientes.
(*) Especial para Perfil.com
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