Desde Moscú*
La voz familiar en el teléfono de la habitación del hotel no derrochó palabras. “¿Qué hora marca su reloj, exactamente?”, preguntó. Verificó la respuesta con su reloj y describió un lugar de encuentro. “Lo veré allí”, dijo.
Edward Joseph Snowden apareció a la hora acordada, solo, mezclándose en una menuda multitud de lugareños y turistas. Levantó el brazo para un apretón de manos, luego, con un movimiento de hombros, indicó el camino. En poco tiempo, logró guiar a su visita a un lugar seguro fuera de la vista pública.
Durante más de 14 horas de entrevistas, las primeras que ha llevado a cabo en persona desde que llegó aquí en junio, Snowden no abrió las cortinas ni salió al exterior. Rusia le otorgó asilo temporal el primer día de agosto, pero Snowden continúa siendo un blanco de gran interés para los servicios de inteligencia, cuyos secretos divulgó a una escala épica.
A fines de la primavera, Snowden le entregó a tres periodistas, incluído éste, la memoria caché de documentos ultrasecretos de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), donde trabajaba como contratista. Acto seguido, se divulgaron docenas de secretos, y luego cientos, mientras las agencias de noticias de todo el mundo reproducían la historia. El Congreso estadounidense presionó para que alguien diera explicaciones, nuevas evidencias reavivaron antiguos litigios y la administración de Obama se vio obligada a levantar el secreto oficial que regía sobre miles de páginas que durante años luchó por ocultar.
En conjunto, las revelaciones han traído a la luz un sistema de vigilancia global que se deshizo de sus restricciones históricas después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Autoridades legales secretas autorizaron a la NSA a barrer los registros telefónicos, de Internet y de localización de poblaciones enteras. Una diapositiva de las presentaciones filtradas describía la “filosofía de recolección de datos” de la agencia como “pide uno de cada cosa fuera del menú”.
Seis meses después de que las primeras revelaciones aparecieran en The Washington Post y en el periódico británico The Guardian, Snowden acordó reflexionar en profundidad sobre los orígenes y repercusiones de su elección. Estuvo relajado y animado durante dos días de conversaciones casi ininterrumpidas, alimentado con hamburguesas, pasta, helado y pasteles rusos.
Snowden contó viñetas de su carrera de inteligencia y de su vida reciente como “gato de interiores” en Rusia. Sin embargo, llevaba la conversación hacia la vigilancia, la democracia y el significado de los documentos que exhibió.
“Para mí, en términos de satisfacción personal, la misión ya está cumplida”, dijo. “Ya gané. Una vez que los periodistas pudieron trabajar, se validó todo lo que había estado tratando de hacer. Porque, recuerden, yo no quería cambiar la sociedad. Quería darle a la sociedad la oportunidad para determinar si debe cambiarse a sí misma”
“Todo lo que quería era que el público pudiera opinar sobre la forma en que es gobernado”, declaró. “Ese es un hito que logramos hace mucho tiempo. Ahora apuntamos a objetivos más ambiciosos.”
“Lanzarse a ciegas”. Snowden es una persona de pensamiento organizado, con un enfoque de ingeniero hacia la resolución de problemas. Llegó a la conclusión de que una peligrosa máquina de vigilancia masiva estaba creciendo sin control. La supervisión a puertas cerradas por parte del Congreso y de la Corte de Vigilancia de Inteligencia Extranjera era un “panteón de opiniones”, dijo, manipulado por la agencia a la cual supuestamente supervisaba. Las reglas que determinan qué es secreto oficial se constituyeron en muros que evitaban el debate público.
Derribar esos muros sería un acto espectacular de transgresión contra las normas que prevalecían puertas adentro. Alguien tendría que evadir las medidas de seguridad, extraer los secretos, contactarse con periodistas sin ser detectado y proporcionarles pruebas suficientes como para que cuenten la historia.
El negocio de la NSA es el “dominio de la información”, el uso de los secretos de otras personas para dar forma a los acontecimientos. A los 29 años, Snowden levantó en peso a la agencia en su propio territorio.
“Empiezas a entender que te lanzas a ciegas, que no hay un modelo”, dijo Snowden, reconociendo que no tenía forma de saber si el público compartiría sus puntos de vista.
“Pero cuando lo comparas con la alternativa, que es no actuar –dijo– te das cuenta de que un mínimo análisis es mejor que ningún análisis. Porque incluso si tu análisis resulta ser erróneo, el mercado de ideas lo apoyará. Si lo observas desde una perspectiva de ingeniería, una perspectiva iterativa, está claro que tienes que intentar algo en vez de no hacer nada.”
En sus propios términos, Snowden tuvo éxito más allá de lo que creyó posible. La NSA, acostumbrada a observar sin ser observada, enfrenta un escrutinio que no ha tenido que tolerar desde la década de 1970, o quizás nunca antes.
La cascada de efectos se hizo sentir en el Congreso, los tribunales, la cultura popular, Silicon Valley y las capitales del mundo. La estructura básica de la propia Internet está cuestionada, mientras Brasil y miembros de la Unión Europea consideran medidas para mantener datos fuera del territorio de los Estados Unidos y los gigantes de la tecnología norteamericana, entre ellos Google, Microsoft y Yahoo , analizan medidas para bloquear la recolección de datos por parte de su gobierno.
Durante meses los funcionarios de la administración de Obama atacaron las razones de Snowden y dijeron que el trabajo de la NSA estaba distorsionado por filtraciones y malentendidos selectivos.
El 16 de diciembre, en un litigio que no podría haber continuado sin las revelaciones que se habilitaron gracias a Snowden, el juez de distrito de los Estados Unidos, Richard J. Leon describió las capacidades de la NSA, como “casi orwellianas” y dijo que su recolección masiva de registros telefónicos de los Estados Unidos era probablemente inconstitucional.
Al día siguiente, en la Sala Roosevelt, una delegación inusual de ejecutivos de las antiguas empresas telefónicas y las jóvenes firmas de Internet, le dijo al presidente Obama que la intrusión de la NSA en sus redes era una amenaza para la economía de la información de Estados Unidos. Al día siguiente, un panel de asesores designado por Obama recomendó nuevas restricciones sustanciales en la NSA, entre ellas, el fin del programa de registro de llamadas nacionales.
“Esta semana es un momento decisivo”, declaró Jesselyn Radack, del Proyecto de Responsabilidad Gubernamental, uno de los asesores legales de Snowden. “Solo ha sido una cascada”.
“Ellos me eligieron a mí”. El 22 de junio, el Departamento de Justicia reveló una denuncia de espionaje y delito de robo de propiedad gubernamental. Fue una fría enumeración de estatutos, sin rastros de la ira que vibraba en los antiguos recintos donde trabajaba Snowden.
En los establecimientos de inteligencia y seguridad nacional, Snowden es considerado como un saboteador de temer, y los periodistas también incitan un poco a eso.
En el Foro sobre Seguridad de Aspen en julio pasado, un oficial militar de cuatro estrellas conocido por su estabilidad, entró furioso a una reunión junto con un periodista que sabía que estaba en contacto con Snowden. Antes de marcharse, se dio vuelta y apuntó con el dedo.
“No tuvimos otro 11S”, dijo enojado, porque la inteligencia permitió que los combatientes encontraran primero al enemigo. “Hasta que tienes que tirar del gatillo, hasta que tienes que enterrar a tu gente, no tienes ni idea de la realidad”.
A menudo se dice que Snowden rompió un juramento de confidencialidad, una expresión que denota un sentido de traición. El director de la NSA, Keith B. Alexander y el director de inteligencia nacional James R. Clapper Jr., entre muchos otros, han usado esa fórmula.
En su entrevista con The Post, Snowden mencionó de hecho que el Formulario Estándar 312, el acuerdo de confidencialidad sobre la información clasificada, es un contrato civil. Lo firmó pero juró lealtad en otra parte.
“El juramento de lealtad no es un juramento de confidencialidad”, dijo. “Es un juramento a la Constitución. Ese es el juramento que yo mantuve y que Keith Alexander y James Clapper, no.”
Las personas que lo acusan de deslealtad, dijo, confunden su propósito. “No estoy tratando de derribar a la NSA, estoy trabajando para mejorarla”, dijo. “Aún sigo trabajando para la NSA en este momento. Son los únicos que no se dan cuenta”.
¿Qué le dio derecho a Snowden, que ahora tiene treinta años, a asumir esa responsabilidad? “Esa cuestión de ‘¿quién te eligió?’ invierte el modelo”, dijo. “Ellos me eligieron. Los que tenían el control”.
Nombró a los presidentes de los comités de inteligencia del Senado y de la Cámara de Representantes.
“Dianne Feinstein me eligió cuando hizo preguntas sobre softbol” en audiencias del comité, dijo. “Mike Rogers me eligió cuando decidió mantener estos programas ocultos. La Corte de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISA) me eligió cuando decidieron legislar desde la banca sobre cosas que estaban mucho más allá del mandato de lo que ese tribunal tenía por objetivo. El sistema falló íntegramente, y cada nivel de supervisión, cada nivel de responsabilidad que debería haber abordado esto, abdicó de su responsabilidad.”
“No es que pusieron esto sobre mis espaldas como individuo, como si tuviera un don único, un ángel que desciende de los cielos, como se hace con otras personas en algún lado”, dijo. “Sucede que tienes la capacidad y te das cuenta de que cualquier otra persona en la mesa tiene la misma capacidad que tú pero no lo hace. Entonces, alguien tiene que ser el primero”.
“La prueba de la primera plana”. Snowden admite que los empleados de la NSA, en líneas generales, creen en su misión y confían en la agencia para manejar los secretos que recoge de la gente común, deliberadamente en el caso de la recolección masiva de registros, y “accidentalmente” cuando los sistemas de la NSA barren el contenido de las llamadas telefónicas y los correos electrónicos de estadounidenses y de otros objetivos extranjeros.
Sin embargo, Snowden también dijo que la aceptación de las operaciones de la agencia no era global. Comenzó a comprobar esa suposición hace más de un año, dijo, en conversaciones periódicas con compañeros de trabajo y superiores que lo previnieron sobre el plan que venía gestando.
En octubre de 2012, dijo, llevó sus dudas a dos superiores en el Directorio de Tecnología de la NSA y a dos más en la base regional de Hawái del Centro de Operaciones Ante Amenazas de la NSA. Para cada uno de ellos, y otros quince compañeros, Snowden dijo haber abierto una herramienta de consulta de datos llamada BOUNDLESS INFORMANT (informante ilimitado), que utilizaba mapas térmicos con códigos de colores para representar los volúmenes de datos ingeridos por los grifos de la NSA.
A menudo sus colegas estaban “atónitos de enterarse que estábamos recaudando más sobre los estadounidenses en Estados Unidos que sobre los rusos en Rusia”, dijo. Muchos de ellos estaban preocupados, comentó, y varios dijeron que no querían saber más.
“Les pregunté a estas personas, ‘¿qué creen que haría el público si esto apareciera en primera plana?’” dijo. Mencionó que los críticos lo acusaron de ignorar los canales de disentimiento internos. “¿Eso no es no informarlo? ¿Eso no es no plantearlo?”, dijo.
Para diciembre, Snowden ya estaba contactándose con periodistas, aunque todavía no había difundido información clasificada. Siguió haciéndoles a sus colegas la “prueba de la primera plana”, dijo, hasta abril.
Cuando le preguntaron sobre aquellas conversaciones, la vocera de la NSA Vanee Vines envió una declaración preparada a The Washington Post: “Luego de una extensa investigación, que incluye entrevistas con antiguos supervisores de la NSA y con compañeros de trabajo, no hemos encontrado ninguna evidencia que apoye la opinión del señor Snowden que llevó estos asuntos a la atención del público”.
Snowden relató otro conjunto de conversaciones que, según dijo, ocurrieron tres años antes, cuando lo enviaron al Directorio de Tecnología de la NSA para apoyar las operaciones en un puesto de escucha en Japón. Como administrador de sistemas, tenía acceso total a los controles de seguridad y auditoría. Dijo que vio serios fallos en la seguridad de la información.
“De hecho, en 2009 les recomendé que implementaran un control doble en el acceso a datos administrativos”, dijo, primero a su supervisor en Japón y luego al jefe de operaciones en el Pacífico. “Claro, un informante podría usar estas cosas, pero también un espía”.
Esa precaución, que requiere un segundo conjunto de credenciales para realizar operaciones riesgosas, como copiar archivos en un disco extraíble, ha estado entre las principales reacciones de seguridad frente al asunto de Snowden.
Vines, la vocera de la NSA, dijo que tampoco había registro alguno de esas conversaciones.
Estados Unidos “dejaría de existir”. Esta primavera (boreal), justo antes de liberar los documentos, Snowden hizo una revisión final de los riesgos. Había superado lo que en su momento describió como “miedo egoísta” de las consecuencias personales.
“Te dije que el único miedo que quedaba era la apatía, que a la gente no le importara, que no quisieran cambios”, recordaba este mes.
Los documentos filtrados por Snowden llamaron la atención porque les revelaron a los estadounidenses una historia que no sabían que tenían.
Los documentos informativos internos se deleitaban en la “Era Dorada de la Vigilancia Electrónica”. Fuertes nombres de primera plana como MUSCULAR, TUMULT y TURMOIL se jactaban de las proezas de la agencia.
Con la anuencia de empresas de comunicación privadas, la NSA había aprendido a capturar enormes flujos de datos a la velocidad de la luz a través de los cables de fibra óptica que llevaban Internet y tráfico telefónico entre continentes y bajo el mar. Según un documento en los registros de Snowden, el grupo de la agencia de Operaciones de Fuentes Especiales, que ya en 2006 se decía que ingería tanto como “una biblioteca de Congreso cada 14,4 segundos”, tenía un sello oficial que podría haber sido una parodia: un águila tomando con sus garras todos los cables del mundo.
Cada año los sistemas de la NSA recaudan cientos de millones de listados de correos electrónicos, cientos de miles de millones de registros de celulares y trillones de registros de llamadas nacionales en los Estados Unidos.
La mayoría de los datos, por definición e intención, pertenecía a gente común de la que nada se sospechaba. Pero la nueva amplia capacidad de almacenamiento y herramientas de procesamiento le permitió a la NSA utilizar la información para trazar mapas de relaciones humanas a escala planetaria. Solo de esta manera, según creían sus líderes, la NSA podría llegar más allá de su universo de objetivos de inteligencia conocidos.
Desde el punto de vista de la NSA, las señales de inteligencia o el espionaje electrónico era una cuestión de vida o muerte, “sin la cual, Estados Unidos dejaría de existir tal como lo conocemos”, según una presentación interna en la primera semana de octubre de 2001 cuando la agencia redoblaba su reacción a los ataques de Al Qaeda sobre el World Trade Center y el Pentágono.
Con asuntos así en juego, no existía capacidad para que la NSA creyera que debería dejar pasar el tema. La agencia siguió las órdenes del presidente George W. Bush de comenzar la recolección nacional sin la autorización del Congreso ni de los tribunales. Más tarde, cuando la NSA se ganó a esas autoridades, a algunas gracias a interpretaciones secretas de leyes aprobadas por el Congreso entre 2007 y 2012, la administración de Obama fue aún más lejos.
Utilizando PRISMA, el nombre falso para la recolección de datos de usuario de Google, Yahoo, Microsoft, Apple y otras cinco empresas con base en Estados Unidos, la NSA podía obtener todas las comunicaciones desde y hacia cualquier objetivo específico. Las empresas no tuvieron otra opción que cumplir con la petición de datos del gobierno.
Pero la NSA no podía utilizar PRISMA, que era supervisado una vez al año por el tribunal de vigilancia, para la recolección de prácticamente todos los datos manejados por esas empresas. Para ampliar su acceso, se agrupó con su contraparte británica, el Cuartel de Comunicaciones Gubernamentales (GCHQ) para introducirse en los enlaces privados de fibra óptica que conectaban los centros de datos de Google y Yahoo alrededor del mundo.
Esa operación, que utilizó el nombre falso de MUSCULAR, lograba acceso a los datos de empresas de Estados Unidos desde afuera del territorio de ese país. De esta manera, la NSA creía que no necesitaba el permiso del Congreso o supervisión judicial. Los datos de cientos de millones de cuentas estadounidenses fluían por esos enlaces de Google y Yahoo, pero las reglas que determinan qué documento es clasificado le permitieron a la NSA asumir que los datos ingeridos en el exterior pertenecían a los extranjeros.
“Una amenaza persistente”. La difusión del proyecto MUSCULAR enfureció y provocó a los ejecutivos de tecnología de los Estados Unidos. A su entender, aun teniendo acceso legítimo por la puerta principal, la NSA había irrumpido por la puerta trasera.
El asesor legal de Microsoft, Brad Smith, calificó en el blog de su empresa a la NSA como una “amenaza persistente avanzada”, el peor de los términos de combate que se utilizan en los círculos de ciberseguridad de Estados Unidos, el cual generalmente se reserva para hackers patrocinados por el gobierno chino y negocios criminales sofisticados.
“En la industria en su conjunto, hizo que todos nos preguntáramos si realmente sabíamos tanto como creíamos saber”, Smith recuerda en una entrevista. “Puso de manifiesto el hecho de que si bien la gente daba por sentado que el gobierno norteamericano cumplía con las leyes del país para las actividades realizadas dentro del territorio, quizá estaban ocurriendo cosas fuera de los Estados Unidos… que hacían que esto fuera más grave y complicado y más desconcertante de lo que pensábamos”.
Se preguntaban, explicó Smith, si la NSA estaba “recopilando información confidencial de las empresas en sí”.
Lideradas por Google y luego Yahoo, una empresa tras otra anunció exhaustivos planes para cifrar el tráfico de datos a lo largo de decenas de miles de kilómetros de cable. Esto representó un golpe directo, y en algunos casos explícito, a la recopilación masiva de datos de usuarios por parte de la NSA. Si la NSA quería la información, iba a tener que solicitarla o evadir el cifrado de un objetivo a la vez.
A medida que se completen estos proyectos, Internet se convertirá en un lugar más hostil para el trabajo de la NSA. La agencia aún puede recopilar datos prácticamente de cualquier persona, pero le resultará más difícil recopilar los datos de todos.
Smith reconoce que la respuesta de la industria fue impulsada por una amenaza comercial. Las empresas no podían permitir que se las considerara una tienda de golosinas para las agencias de inteligencia estadounidenses. Pero el principio del asunto, opinó Smith, “es básicamente garantizar que los datos del cliente se difundan a los gobiernos conforme a ordenamientos jurídicos válidos y de acuerdo con principios constitucionales”.
“Misiles que apuntan hacia individuos”. Snowden se ha enfocado en el mismo punto desde el principio: fijar como objetivo a individuos, resolvería gran parte de lo que en su opinión constituye las deficiencias de la NSA.
Seis meses atrás, un periodista le preguntó, vía un correo electrónico cifrado, por qué los estadounidenses querrían que la NSA dejara de recopilar datos de manera masiva si esto limitaría una herramienta de inteligencia útil.
“Creo que el costo de un debate público sincero acerca de los poderes de nuestro gobierno es menor que el peligro que surge al permitir que estos poderes continúen creciendo en secreto”, contestó Snowden, y los clasificó como “una amenaza directa al gobierno democrático”.
En la entrevista de Moscú, Snowden declaró que “lo que el gobierno quiere es algo que nunca tuvo antes”, y agregó: “quieren un conocimiento pleno. La pregunta es, ¿deberíamos permitirlo?”
Snowden comparó los poderes de la NSA con aquellos utilizados por las autoridades británicas en la América colonial, cuando las “resoluciones generales” permitían que se pudiera investigar a cualquiera. El tribunal de Inteligencia Extranjera de los Estados Unidos (FISA), explicó Snowden, “está autorizando resoluciones generales para los metadatos de todo el país”.
“La última vez que ocurrió algo así, libramos una guerra por eso”, opinó.
Obviamente, la tecnología también ha permitido un amplio margen de vigilancia del consumidor por parte de empresas piratas. Snowden dijo que la diferencia con la posesión de datos de la NSA es que el gobierno tiene el poder de tomar decisiones que afectan la vida y la libertad de las personas.
En la NSA, dijo, “hay personas en la oficina que bromean y dicen ‘apuntamos misiles hacia individuos’. Twitter no apunta misiles hacia individuos”.
Snowden cree que la privacidad es un derecho universal, que se aplica de igual manera a la vigilancia en el extranjero y en los Estados Unidos.
“No me importa si eres el Papa u Osama bin Laden,” dijo. “Mientras exista un motivo fundado, expresable e individualizado para fijar a estas personas como objetivo de inteligencia extranjera legítima, me parece bien. No me parece que exigir motivos fundados signifique imponer una complicación ridícula. Porque hay que entender que cuando se tiene acceso a las herramientas a las que tiene acceso la NSA, los motivos fundados caen del cielo”.
“Todo el mundo lo sabe”. El 29 de junio, Gilles de Kerchove, el coordinador antiterrorismo de la Unión Europea, leyó en un informe de Der Spiegel que la inteligencia de Estados Unidos se había infiltrado en las oficinas de la Unión Europea, incluida la suya, para implantar dispositivos de vigilancia.
El belga de 56 años, cuyo trabajo es con frecuencia clasificado, no se consideraba ingenuo. Pero se tomó las noticias como algo personal y mucho más cuando escuchó las explicaciones no oficiales de Washington.
“ ‘Todo el mundo lo sabe. Realmente lo saben’; dijo Keith Alexander”, explicó de Kerchove en una entrevista. “No me simpatiza la idea de que la NSA coloque micrófonos en mi oficina. No. No me gusta. No. ¿Entre aliados? No. Me sorprende que la gente lo vea como algo noble”, agregó.
Reacciones similares, expresadas en privado y con menos diplomacia, acompañaron a las noticias que informaban que la NSA había intervenido los teléfonos celulares de la canciller de Alemania, Merkel, y de la presidenta de Brasil, Rousseff. El efecto negativo desgastó las relaciones con ambos aliados, entre otros. Rousseff canceló una cena de estado con Obama en septiembre.
Al momento de espiar a los aliados, según Snowden, las noticias no siempre están relacionadas con el objetivo.
“Lo que se revela es el engaño del gobierno”, dijo Snowden, y subrayó que la administración de Obama suministró falsas garantías públicas después de los informes iniciales sobre la vigilancia de la NSA en Alemania. “El gobierno de Estados Unidos dijo: ‘Cumplimos con las leyes alemanas en Alemania. Nunca fijamos como objetivo a los ciudadanos alemanes’. Y luego se difunde la historia: ‘¿De qué están hablando? Están espiando a la canciller’. Acaban de mentirle a todo el país, delante del Congreso”.
En privado, los oficiales de inteligencia norteamericanos siguen afirmando que el espionaje entre amigos es rutina para todos los involucrados, pero le dan mayor importancia al riesgo de ser descubiertos.
“Hay muchas cosas que hacemos en inteligencia que, si se revelaran, podrían producir todo tipo de represalias”, explicó Clapper a un panel de la cámara de representantes en octubre.
“Cometerán errores”. Los funcionarios estadounidenses opinan que es obvio que las divulgaciones de Snowden dañarán gravemente la recolección de inteligencia y expondrán métodos que los adversarios aprenderán a evitar.
“Al Qaeda y los grupos relacionados han empezado a buscar formas de ajustar la manera en la que se comunican”, dijo Matthew Olsen, director del Centro Nacional Antiterrorista de Estados Unidos y ex asesor legal de la NSA.
Otros funcionarios, que se negaron a hablar oficialmente sobre determinados temas, dijeron que habían visto que algunos de sus objetivos de vigilancia, de hecho, cambiaron los canales. Reconocieron que esta información puede verse desde otra perspectiva, dado que la NSA logró monitorear el cambio.
Clapper ha declarado repetidas veces en público que las filtraciones causaron grandes daños, pero en privado ha tomado una postura más subjetiva. En una reunión que se realizó a puertas cerradas en otoño, Clapper dijo que una revisión de evaluaciones tempranas de daños en casos previos de espionaje reveló que en raras ocasiones se confirmaron las previsiones de daños extremas.
“La gente se tiene que comunicar”, dijo Clapper, según un participante que describió la reunión confidencial de forma anónima. “Cometerán errores y nosotros los aprovecharemos”.
Según funcionarios de inteligencia de alto rango, existen dos incertidumbres que alimentan sus mayores preocupaciones. Una es si Rusia o China logran acceder al archivo en la computadora de Snowden, un supuesto del peor caso posible para el cual no hay evidencia, según lo reconocieron tres funcionarios.
En una misión anterior, Snowden le enseñó a personal de inteligencia de Estados Unidos cómo operar de forma segura en un “entorno digital de alto riesgo”, y utilizó un escenario de entrenamiento en el que China era la amenaza designada. Se negó a discutir el paradero de los archivos, pero dijo que estaba seguro de que no los expuso a la inteligencia china en Hong Kong. Y dijo que no los llevó a Rusia.
“Acá no hay nada”, dijo, al girar la pantalla de la computadora portátil hacia su visita. “El disco duro está completamente vacío”.
La otra pregunta importante es cuántos documentos se llevó Snowden. El subdirector electo de la NSA, RickLedgett, dijo recientemente en 60 Minutos, el programa de la CBS, que el número puede llegar a los 1,7 millones, un aumento no fundamentado y enorme en comparación con estimaciones previas. Ledgett dijo que preferiría intentar negociar una amnistía con Snowden a cambio de “garantías de que el resto de los datos se puedan recuperar”.
La asesora de seguridad nacional de Obama, Susan E. Rice, luego desestimó la posibilidad.
“El gobierno sabe dónde encontrarnos si desea tener una conversación productiva acerca de soluciones que no involucren encarcelar a Edward Snowden”, dijo Ben Wizner, de la Unión por Libertades Civiles de Estados Unidos, la figura central del equipo legal de Snowden.
Algunos reportajes han citado a funcionarios estadounidenses que dicen que Snowden ha preparado la divulgación automática de documentos confidenciales en caso de ser arrestado o perjudicado de manera alguna. Existen motivos sólidos que ponen esto en duda, empezando por la insistencia de Snowden, a este periodista y a otros, de que no quiere que los documentos se publiquen de manera masiva.
Si Snowden fuera tan tonto como para implementar un “interruptor de hombre muerto”, invitaría a cualquier persona que quiera los documentos a que lo mate, opinan confidentes.
Cuando se le preguntó acerca de dicho mecanismo en la entrevista de Moscú, Snowden puso mala cara y se negó a responder. Luego, envió un mensaje cifrado. “Eso suena más a un interruptor de suicidio”, escribió. “No tiene sentido”.
“No se trata de mí”. Debido a su temperamento y a las circunstancias, Snowden es un hombre reticente, que se muestra renuente a discutir detalles sobre su vida personal.
En los dos días nunca bajó la guardia, pero permitió que se entrevieran algunos fragmentos. Dijo que es “ascético”. Vive a ramen y papas fritas. Tiene visitantes y muchos le traen libros. Los libros se apilan, sin ser leídos. Internet es una biblioteca interminable y una ventana hacia el progreso de su causa.
“Siempre me ha resultado difícil salir de la casa”, dijo. “Simplemente, no tengo muchas necesidades. . . Ocasionalmente, tengo que hacer cosas, ir a ver cosas, encontrarme con gente, cumplir tareas. Pero siempre con un objetivo en mente. De lo contrario, mientras pueda sentarme y escribir y hablar con alguien, para mí es mucho más importante que salir y visitar monumentos”.
Con la esperanza de mantener el foco en la NSA, Snowden ha ignorado los ataques a su persona.
“Que digan lo que quieran”, dijo. “No se trata de mí”.
El exdirector de la NSA y la CIA, Michael V. Hayden, predijo que Snowden se consumiría en Moscú como un alcohólico, al igual que otros “desertores”. Frente a esto, Snowden simplemente hizo un gesto de desdén. No bebe. Nunca lo ha hecho.
Pero Snowden sabe que su presencia aquí constituye artillería fácil para los críticos. No eligió refugiarse en Moscú como destino final. Dijo que cuando el gobierno de Estados Unidos anuló su pasaporte mientras intentaba hacer una conexión con destino a América Latina, no le quedó otra opción.
Sería raro si las autoridades rusas no lo vigilaran, pero a Snowden no lo acompañó una comitiva y su visita no vio a otras personas cerca. Snowden no intentó comunicarse de manera furtiva ni le solicitó a la visita que lo hiciera. Tiene acceso continuo a Internet y se comunica con sus abogados y con periodistas diariamente, desde el primer día en la sala de pasajeros en tránsito del aeropuerto de Sheremetyevo.
“No existe ningún tipo de evidencia que respalde el argumento de que tenga lealtades con Rusia o China o cualquier otro país que no sea Estados Unidos”, dijo. “No tengo relación con el gobierno ruso. No he acordado nada con ellos”.
“Si acaso deserté de alguna manera”, dijo Snowden, “deserté del gobierno para estar del lado de la gente”
* Julie Tate contribuyó con este informe. / Entrevista publicada esta semana en The Washington Post.