Desde San Pablo
Cinco años después de dejar el poder con una aprobación del 87% de sus compatriotas, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva no sólo ha visto su popularidad deteriorarse por la crisis de gobernabilidad que sufre Dilma Rousseff. Esta semana se confirmó que se ha convertido en blanco de la Fiscalía de la República, que lo investiga por “tráfico de influencias internacional” en favor de la construtora Odebrecht, involucrada en el escándalo de corrupción en la Petrobras, el Petrolão.
Semana agitada. El anuncio de la Fiscalía se dio en una semana muy movida para el Petrolão. El presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, fue acusado de cobrar cinco millones de dólares en propinas por contratos de la petrolera (ver recuadro), y la policía allanó propiedades del senador Fernando Collor de Mello, aliado del gobierno.
En el caso de Lula, los fiscales investigan el supuesto cobro de “ventajas económicas” a Odebrecht entre 2011 y 2014, a cambio de su actuación como lobbista de la construtora ante los gobiernos de Portugal, Cuba, Ecuador, Panamá, República Dominicana, Gana y Angola. Entre febrero de 2011 y diciembre de 2014, Lula realizó 38 viajes fuera de Brasil.
Los fiscales indagan también en las supuestas presiones de Lula sobre el presidente del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), Luciano Coutinho, en favor de intereses de la empresa, cuyas obras en el exterior suelen ser financiadas por esa misma institución. El presidente de la construtora, Marcelo Odebrecht, está preso por presunta participación en la red de propinas de Petrobras.
Los dos delitos están previstos en el Código Penal de Brasil y pueden, en último caso, llevar a Lula a la cárcel –como ya ha pasado por otras razones con al menos cinco de sus principales compañeros del PT–. El ex presidente todavía está bajo la mira de otras dos investigaciones relacionadas al escándalo del mensalão.
El gran líder. El Instituto Lula, organización que el ex presidente dirige desde su salida del Palacio del Planalto, en 2011, dijo que las acusaciones son “manipulaciones y arbitrariedades” con el objetivo de manchar la “imagen del más grande líder popular de este país”. La entidad divulgó una nota en la que advirtió que va a tomar las medidas para corregir esta acción “absolutamente irregular, extemporánea y sin justificación”.
La Odebrecht, por su parte, informó que mantiene una “relación institucional” con Lula.
¿Salvar al PT o nuevo partido?
Las apariciones públicas de Luiz Inácio Lula da Silva son cada vez más raras en Brasil. Su rostro muestra un acelerado envejecimiento, y su voz sigue siendo ronca, pero sin la tonada de sus tiempos de Planalto. Su imagen de líder popular entre los brasileños se ha deteriorado este año, así como sus pretensiones de ser elegido presidente en 2018. Sin embargo, no ha anunciado su jubilación definitiva, como hizo su antecesor, Fernando Henrique Cardoso.
Lula se ve en su peor momento político, como también está el partido que creó en 1980 y que se mimetiza con él. En los últimos meses, criticó varias veces al Partido de los Trabajadores, arruinado por sucesivos encándalos de corrupción. Tampoco ahorró sus dardos al gobierno de su ahijada política, Dilma Rousseff, quien se arriesga a sufrir un proceso de impiechment en el Congreso. Esta situación ha generado rumores de que Lula estaría por crear un nuevo partido para competir en 2018. Sin embargo, el cientista político Aldo Fornazieri, de la Escuela de Sociología y Política de San Paulo, cree que Lula enfrentará ahora el desafío de salvar al PT, como forma de salvar su propio legado en la izquierda. “Su imagen ya ha sufrido un choque profundo, reconoce Fornazieri. Dejar al PT sería un camino de destrucción para Lula, así como no promover una purga para salvar el proyecto original del partido sería su suicidio político”.