Luego de haberse involucrado en un intento de acercar a palestinos e israelíes poco antes de que estallara la guerra en Medio Oriente, el Papa emprenderá la semana próxima otra “batalla quijotesca” en su visita a Corea. Uno de los objetivos de su viaje es ganar un lugar para la Iglesia Católica en los esfuerzos de la comunidad internacional para propiciar la paz y la reconciliación entre ambas Corea. Pero, como el conflicto palestino-israelí, la histórica disputa coreana es un terreno en el que el Vaticano parece tener poco que hacer.
Francisco celebrará el lunes 18 una multitudinaria misa por la paz en la catedral de Myeongdong, en Seúl. A ese evento fueron invitados miembros de la Asociación de Católicos Norcoreanos, controlada por el gobierno de Kim Jong-un. Sin embargo, Pyongyang rechazó el convite bajo el argumento de que Corea del Sur sigue realizando ejercicios militares junto a los Estados Unidos en Asia Pacífico. “En estas circunstancias, ir a Seúl sería agonizante”, disparó la asociación.
El desaire de Corea del Norte al Pontífice sirve como botón de muestra de la dimensión del desafío que Jorge Bergoglio pretende encarar. Lo mismo ocurrió cuando convocó a los presidentes de Israel y de la Autoridad Nacional Palestina, Shimon Peres y Mahmud Abbas, a rezar juntos en el Vaticano en junio. Esa cita tuvo lugar poco después de que la organización extremista Hamas ingresara al gobierno de coalición palestino y poco antes de que el moderado Peres abandonara su cargo, dos eventos que preanunciaban la posterior escalada de violencia en la región.
¿Qué busca el Papa con este tipo de iniciativas? “La Iglesia Católica es la única confesión religiosa que, debido a la entidad que le otorga el derecho internacional a la Santa Sede, puede actuar en el concierto de naciones –dijo a PERFIL el vaticanista italiano Nello Scavo, autor del libro La lista de Bergoglio y cronista de la revista católica Avvenire–. Francisco lo ha comprendido y, en función de esa condición, se propone ligar a la diplomacia vaticana con los pueblos y los fieles, dándole un uso novedoso y eficaz”.
Scavo reconoce que “los resultados de tales iniciativas no son inmediatos: nadie puede esperar seriamente que el Papa, en soledad, detenga los cañones”. No obstante, el Pontífice cuenta con una ventaja respecto de otros líderes mundiales que actúan en el mismo sentido: él no tiene costos políticos que pagar si sus iniciativas quedan en la nada, ya que todas ellas son en nombre de la religión. Aunque Bergoglio sea un político de ley.