Toda llama es producto de una reacción química rápida y persistente que se sostiene por sí misma siempre y cuando se mantenga cierta concentración de combustible o comburente. Las llamas presentan variedad de colores. Las hay casi invisibles. Esos matices hablan de la modalidad somera en que se manifiestan.
La mirada humana puede “perder” ciertas notas de color. El hombre mira la apariencia exterior; Dios el corazón (1 Samuel 16:7). En palabras del escritor y aviador francés, Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) “… lo esencial es invisible para los ojos”.
Esa invisibilidad es la que opera en las minuciosas redes de poder que se tejen en todo entramado social. El poder en tanto relación de fuerzas y situación estratégica en una sociedad en un momento determinado, está en todas partes. Para Michel Foucault (1926-1984) se trata de “una red productiva que pasa a través de todo el cuerpo social…”. La no identificación con alguien o algo material, tal como lo sostenía la concepción contractual jurídico-política clásica donde el poder es un objeto que el individuo cede al soberado, da cuenta de la permeabilidad en la producción de la verdad y el saber. Los medios de comunicación lejos de quedar exentos espiralizan esa producción.
Las concesiones que años atrás permitieron un violento avance político chavista hoy han sido francamente derribadas. Gran parte de la ciudadanía abiertamente clama a gritos cual parturienta a punto de dar a luz luego de la toma de Caracas: “referéndum revocatorio a Maduro y liberación a presos políticos”.
El 5 de septiembre, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela emitió la sentencia Número 808 declarando “que resultan manifiestamente inconstitucionales y, por ende, absolutamente nulos y carentes de toda vigencia y eficacia jurídica, los actos emanados de la Asamblea Nacional [...]”. El desguace institucional en detrimento de la división de poderes negando a su vez, la posibilidad de convocar elecciones se ha extrapolado aún a nivel Mercosur.
Venezuela se autoarrogó la presidencia pro témpore del bloque, provocando una profunda hendidura en la coherencia de trabajo que durante años se venía sosteniendo. Sumado a ello, tanto las cancillerías de Paraguay, Argentina como Brasil han manifestado públicamente que Venezuela aún no ha incorporado a su legislación interna normas del bloque ni ratificado el Tratado de Asunción sobre Derechos Humanos.
Para ser miembro de la Unión Europea se requiere cumplimentar con los “criterios de Copenhague”, esto es economía de mercado, democracia estable, Estado de Derecho y aceptación de toda la legislación comunitaria incluida la relativa al euro.
Conforme la normativa de Mercosur los países adherentes poseen un plazo máximo de cuatro años para incorporar a nivel ordenamiento jurídico interno, las normas del bloque.
Hoy son varias las misiones empresariales internacionales y gobiernos que manifiestan su firme voluntad de trabajar en un acuerdo de asociación con el Mercosur. La porosidad institucional que atraviesa al bloque está ocasionando una profunda pérdida de oportunidades.
La invisibilidad con la que intentó operar el poder mediático en Venezuela no llegó a buen puerto. La lógica de ruptura de piezas para controlarlo todo “divide et impera” hoy brega por encontrar cabida al interno del Mercosur. Uruguay tímidamente apoya a Caracas observando en sendas enfrentadas a la tríada Argentina, Brasil y Paraguay.
¿Dónde quedó la democracia? Puede que el gobierno venezolano haya trabajado minuciosamente bajo una estrategia geopolítica planificada del espacio y el poder. Los pasos silenciosos pero firmes de un pueblo denotan que pueden querer amañatarlos pero no hacer sucumbir sus ideales, pensamientos, convicciones y los espíritus de una nación que hoy ejercita otro tipo de libertad: la del alma.
(*) Analista Política Internacional. Magister en Relaciones Internacionales Europa – América Latina (Università di Bologna). Abogada, Politóloga y Socióloga (UBA). En Twitter: @GretelLedo
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