Robert Eringer era un agente del FBI cuando el príncipe Alberto de Mónaco lo contrató como jefe de inteligencia para ayudarle a averiguar lo que la gente pensaba de él. La “Operación Chucho Callejero”, como Eringer la llamó, tenía como objetivo espiar a todos los que pasaran por el Palacio Grimaldi para saber quién filtraba noticias a la prensa sobre el príncipe y el resto de su familia.
Hoy, siete años más tarde, la historia de espías dio un vuelco que al príncipe soberano le parece muy poco entretenido. Tras haber roto relaciones, Eringer le reclama una suma de unos 360.000 euros como honorarios no pagados e indemnización y para llamar la atención revela algunos de los secretos más sucios de la familia principesca desde su página web. El príncipe lo llevó reiteradas veces a los tribunales franceses y ganó en muchos casos, pero Estados Unidos no reconoció esas condenas.
En 2002 Alberto se comprometió a pagarle un salario anual de 240.000 euros por la organización del mencionado “servicio de inteligencia” para luchar contra la corrupción en el Principado y al mismo tiempo investigar a personas presuntamente vinculadas con el blanqueo de dinero y ciertas facciones del crimen organizado. Eringer también afirma que frustró un plan de los servicios de inteligencia rusos para infiltrarse en el entorno de Alberto II y ayudó a desenmascarar a un coronel retirado norteamericano, sospechoso de estar involucrado en el blanqueo de dinero ruso a través de una empresa monegasca.
Más tarde, el príncipe le pidió “ampliar la trama para sondear a sus numerosas amistades y averiguar qué decían de él a sus espaldas”. Eringer contrató incluso a otro agente para hacerse pasar por el autor de una biografía no autorizada en la que ventilar los chismes. El espía disponía incluso de una tarjeta de identificación de los "Servicios de Inteligencia de Mónaco" firmada por el príncipe, con la que se aseguraba la plena cooperación de las autoridades del país.
Mientras estuvo a su servicio, Eringer espió a mafiosos rusos y magnates inmobiliarios británicos, aconsejó al príncipe que se cuidara de ciertas amistades, entre los que se encontraba Mark Thatcher, hijo de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, e incluso llegó a participar en negociaciones con la adolescente californiana Jazmín Grace Rotolo, que en 2006 fue reconocida públicamente como hija ilegítima del príncipe. Eringer declaró a la revista Forbes, en septiembre pasado, que, tras una discusión sobre Jazmín, el príncipe llegó a decirle en voz baja: “¿Podrías conseguir que tenga un accidente?”.
Eringer afirma que sus relaciones con el príncipe concluyeron en 2007 sin que haya sido advertido de ello. “Me dejó trabajar y le he enviado las facturas por lo que me debe”, afirmó, luego de haber presentado una demanda ante un tribunal de California por ruptura abusiva de contrato, pero los abogados del Palacio Grimaldi no reconocen la relación que hubo entre el exagente y el príncipe: “Las acusaciones de Eringer no se basan en nada. No hay ni un solo elementos de prueba. Es aire”.
Hoy, Eringer amenaza con ventilar secretos aún más oscuros de la dinastía más escandalosa de Europa, como el año pasado, cuando acusó a Alberto II (miembro del COI) de recibir regalos para votar a la ciudad rusa de Sochi como sede de los Juegos Olímpicos de Invierno 2014. Dice, además, tener en su poder “pruebas comprometedoras” sobre la utilización de los bancos de Mónaco para el lavado de dinero procedente de Rusia e Italia. Todas declaraciones consideradas como “burdas” falsedades por el palacio monegasco.
(*) especial para Perfil.com