JUEGOS

Amartizaje

Qué pasará cuando las naves lleguen a Venus o Ganímedes

Amartizaje
The Martian, 2015 | Ridley Scott

Cuando después de atravesar la mar las naves llegaban a la firme costa, sus tripulantes podían hacer tierra. La invención de las máquinas voladoras trajo un descubrimiento: tarde o temprano, luego de andar por los aires, las aeronaves volvían al suelo, a veces con suavidad. Se inventó una palabra para describir ese éxito: aterrizaje, porque los aviones volvían a quedarse quietos sobre la tierra. No sobre el planeta Tierra, ya que nunca lo habían abandonado, sino sobre el suelo que nos sostiene cada día. Un aplauso. Décadas después, la técnica produjo un artefacto capaz de estacionarse dócilmente sobre la superficie de las aguas tranquilas. La novedad exigía una palabra específica y para describir el aterrizaje de los hidroaviones se acuñó amerizaje. El avance del ingenio humano fue imparable y no pasó mucho hasta que se enviaran cohetes hacia la Luna. El fervor que despertó tamaña proeza hizo inevitable el uso de una palabra distinta. Las naves espaciales que se posaban sobre los cráteres evidentemente hacían un alunizaje; poco importó que aquel suelo polvoriento y estéril fuera tan suelo como el nuestro: había que comunicar lo especial de la hazaña. Cuando las naves se detuvieron grácilmente sobre la superficie roja de Marte, los informes tuvieron que hablar de su exitoso amartizaje. Los especialistas concedieron de mala gana la palabra —figura en la última edición del diccionario de la Real Academia— pero para qué: la bola de nieve se volvió imparable. Hace unos pocos años una sonda se detuvo por primera vez sobre la superficie de un cometa; no tardó en aparecer la palabra acometizaje. ¿Habrá que inventar palabras específicas cuando las naves de los hombres y las mujeres lleguen a Venus, a Ganímedes, a Plutón? El tiempo nos dirá.

 

(En la imagen: Matt Damon descubre que está completamente solo y a cien millones de kilómetros de la Tierra. En The Martian, de Ridley Scott, 2015.)

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