Hacia el año 1500 el Sacro Imperio Romano Germánico era una de las potencias europeas y controlaba gran parte del centro del continente, incluyendo lo que hoy es Alemania, Bélgica, Austria, el norte de Italia, y parte de Polonia y Suiza. Sus dominios también incluían la región llamada Bohemia, hoy parte de Eslovaquia, donde se descubrió una importante mina de plata. Las autoridades establecieron una casa de moneda en la ciudad de Joachimsthal, cuyo nombre quiere decir «valle de Joaquín», y allí se dedicaron a convertir el metal en dinero oficial. La moneda se hizo poderosa y se volvió medida de cambio en otros países; se la llamó joachimsthaler o más brevemente thaler. Poco después, el emperador Carlos V agregó a su regia testa imperial la corona de España, y junto a ella todas las colonias americanas; en nuestro idioma la moneda se conoció como táler o tálero. La inmensa cantidad de plata hallada en el Nuevo Mundo favoreció la circulación del táler en todo el hemisferio, incluso más al norte. Cuando Estados Unidos declaró su independencia se inspiró en esa moneda predominante para bautizar la suya y así nació el dólar. La fortaleza de una moneda depende de la potencia del país que la sostiene, y con el declive de los imperios centrales el táler pasó al olvido. Sin embargo sobrevivió su nombre en el dólar, actualmente la unidad monetaria de treinta y tres países, y en el tólar, la unidad monetaria de Eslovenia hasta que en 2006 se adhirió al euro.
(En la imagen: Leonardo DiCaprio nos muestra un billete de cien dólares. En The Wolf of Wall Street, de Martin Scorsese, 2013.)