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Jorge Fontevecchia: "Espero que la felicidad por un nuevo Gobierno no impida criticar"

Entrevistado por Silvia Mercado, el CEO y co-fundador de Editorial Perfil habló sobre su último libro, Quiénes fuimos en la era K.

Jorge Fontevecchia: "Espero que la felicidad por un nuevo Gobierno no impida criticar"
| CeDoc

En el marco de la conmemoración de los diez años del Diario PERFIL, Jorge Fontevecchia, editó el libro Quienes fuimos en la era K (Editorial Planeta) en el que “hay 600 mil caracteres sobre seis millones” de los escritos en sus columnas de contratapa de la publicación a lo largo de la última década. Entrevistado por la periodista Silvia Mercado para su programa Operación Masacre (domingos 20AM 1110), el CEO y co-fundador de la Editorial Perfil contó que “se extrajo el 10 por ciento de los textos publicados y se los reeditó a tiempo actual” con un sesgo que es “poner énfasis, no en el kirchnerismo, sino en la sociedad que hace posible al kirchnerismo”.

“Es un llamado de atención para no repetir determinados comportamientos, especialmente en los sectores de poder fácticos: los medios, la justicia, los empresarios, los sindicatos, todos los sectores que tienen algún grado de influencia sobre la sociedad, que siempre le damos al gobierno que llega una suerte de excesos de poder y permisos exagerados que, luego, como una especie de péndulo, lleva a que esa misma gente que aplaudió a rabiar los odie. Quiénes fuimos en la era K trata de llevar parte de esa responsabilidad también a la sociedad, no sólo al kirchnerismo”, sostuvo el periodista. 

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El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
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–¿Qué tenemos los argentinos que nos hace tan permisivos frente al Poder del Estado. 

–Supongamos que hablamos de la parte de la sociedad más independiente, más instruida, hoy está evidentemente en contra del kirchnerismo. Esto no quita que el kirchnerismo no tenga una buena parte de apoyo que permita que tenga buenos resultados en las próximas elecciones, pero está claro que hay un sector de la sociedad argentina significativo que está muy enojado con el kirchnerismo y que gran parte de ese sector lo apoyó y que repitió el mismo modus operandi con Menem, que lo apoyó y pareció que no lo hubieran votado. Creo que ese comportamiento tiene una explicación que me gustaría contribuir a superar, que es el cortoplacismo. Es decir, probablemente una mirada puesta exclusivamente en maximizar el beneficio presente lleve a esos comportamientos. Una decisión de índole económica no solamente en el sentido material. Pero uno está consumiendo futuro. Probablemente en un proceso de aprendizaje. En la democracia uno se da cuenta que esos apoyos exagerados a la larga se pagan caro. Generalmente, el apoyo se consigue porque esos gobiernos producen beneficios en el consumo, no es altruista. Es importantes que todos vayamos aprendiendo que hay un costo en crecer al 10% sin infraestructura; que estás consumiendo futuro. Lo mismo pasó con el menemismo, hubo crecimiento a tasas chinas. Si tuviera que decir cuál es la señal que sintetize la falta de desarrollo, es la falta de estabilidad, pasar de un extremo al otro. Mi optimismo respecto de Quienes fuimos en la era K plantea que esto es corregible, un proceso de enseñar, cualquiera aprende. 

–¿Por qué siendo alguien que ha sufrido manejos excesivamente agresivos de Héctor Magnetto y el Grupo Clarín, pudiste ser tan comprensivo con su figura, con el rol que le tocó jugar ahora en la democracia? 

– Los de Clarín están enojadísimos conmigo por las cosas que hemos escrito de ellos. En general, hacer periodismo es una máquina de generar enemigos. Perdemos afecto todos los días. Hay otro periodismo que gana amigos. No lo digo peyorativamente: tenemos Caras, que es una publicación que genera buena onda. Pero hacer periodismo de investigación como hace Noticias o Diario PERFIL es estar dispuesto a pagar el costo de generar enconos. Es muy interesante entender que el periodismo de fuentes no es solamente el periodismo del Poder. Una revista de autos también es un periodismo de fuentes: generalmente está a favor de los autos, no quiere decir que no critique los malos comportamientos. Mi padre era fanático de San Lorenzo y hacía una revista que se llamaba El Ciclón. Yo recuerdo que había revistas de clubes de fútbol. Era un periodismo de fuentes, eran militantes de un equipo de fútbol. Cuando haces periodismo clásico, generás enconos. En el caso de Clarín, como en cualquier otro, yo trato de transmitir en las redacciones que no hacen periodismo de fuentes, que traten de trascender del maniqueísmo de bueno y malos, y que traten de ver también las aristas y fascetas positivas de los malos y negativas de los buenos. A Magnetto le pegamos cuando nadie le pegaba. Es una forma de hacer el anticiclo: compensar los ciclos. Cuando nadie criticaba a Clarín, éramos poquitos los que lo criticábamos: Lanata, Julio Ramos y nosotros. ¿Qué combate la antidemagogia? El péndulo. Tratar de haccer un periodismo más epistémico, racional, te va a alejar de los extremos y te va a hacer anticíclico. Cuando todo el mundo se vaya para un lado te van a ver en el opuesto. Vas a parecer opositor u oficialista estando en el mismo lugar. A mí me da la sensación de que una parte de la sociedad a la que se dirigen los medios gráficos valora que se la interpele. Si sos dependiente del gusto de tu audiencia, tu supervivencia está limitada al humor de tu audiencia. Vas cultivando tu audiencia, desarrollando un paladar, construyendo un vínculo en el que se crece juntos. Tenemos una audiencia que valora que la interpelemos, que le pongamos una mirada crítica a eso que le tiene afecto. A lo largo de casi dos generaciones –Noticias cumplió 25 años–, vas construyendo un tono, algo que sentis que tiene una personalidad con la que vos estableciste un vinculo y te ayuda en algo. 

–En tu libro se ven cosas que han pasado en el 2007, donde hablás después de las elecciones que gana Cristina Fernández de Kirchner, de cómo al kirchnerismo no se lo votó en las ciudades; y además cosas que hoy el kirchnerismo repite, que ya las decía Alberto Fernández, que se enojaba con el electorado que votaba en contra del kirchnerismo. ¿Cómo pudo el kirchnerismo sobrevivir?

–Porque se repiten las mismas cosas. Fijate que Macri tiene una excelente performance en la elección en Santa Fe, los socialistas también, es probable que los radicales con Macri tengan una buena elección en Córdoba, han ganado en Mendoza y en Buenos Aires también. Es como una franja de desarrollo que tiene que ver con cuestiones geográficas donde se concentra la mayor cantidad de renta del país. Eso de 2007 se vuelve a repetir. ¿Por qué el kirchnerismo gana? Porque se concentra la mayor cantidad de renta, pero no necesariamente la mayor cantidad de habitantes. Luego, el conurbano bonaerense es igual que el norte y el sur. Tenes un centro desarrollado y una periferia que vive en condiciones económicas muy distintas. Entonces, esa ceguera de clase, que también tiene el kirchnerismo, impide ver al otro. Creo que se repite el mismo mapa electoral. Si uno agarra Brasil se ve que al PT lo votaron todos los estados de Río de Janeiro para arriba, y a la social democracia la votaron de San Pablo para abajo. Y uno ve a dónde van los planes sociales, que allá se llaman Bolsa Familia, y el 80% de los subsidios de Brasil van a la zona más pobre y los recursos salen del 80% de la parte más rica. Los que pagan los subsidios están en contra y los que reciben los subsidios están a favor. No es insalvable. Es la gran apuesta.

–Acá el PRO ganó en todas las villas. 

– No confundir. La calidad de las villas de Buenos Aires es muy superior a la de otras villas de la periferia. No hay que estigmatizar: en las villas hay mucha gente que trabaja, que no vive de planes sociales. Y uno los observa y hay muchas villas que ya son barrios, que ya no son villas para los estándares latinoamericanos. Son precarias arquitectónicamente y en servicios, pero no son las condiciones de recursos que hay en las periferias. ¿Cómo cerrar la grieta entre centro y periferia? No es nada fuera de lo normal. La había en Europa hace cien años. Londres y Berlín eran los centros, y la periferia pobre. En una época se decía que Europa terminaba en los Pirineos. Tiene hasta una explicación económica, hay un libro de Paul Krugman, Geografía y Comercio, que explica por qué se concentra el desarrollo económico en una determinadas zonas: porque el costo de flete hace que sea más rentable generar escala en países de mayor concentración. El noreste de Estados Unidos, el triángulo que va de San Pablo a Córdoba y Bahía Blanca. El 20% del territorio de sudamérica concentra el 80% del consumo y del ingreso. Sociedades que comprenden que no puede haber desarrollo de manera tan diferenciado, hacen esfuerzos para desarrollar la periferia, generando subsidios que sean útiles. Y el gran problema que tiene el populismo en toda latinoamérica es que tenían razón en aplicar los subsidios. Pasados 12 años, el planteo es que, en el caso de Brasil, millones de personas que vivían en la miseria hoy integren la clase media baja y consuman, y logramos que millones también lo hicieran en Argentina. Ahora, ¿cómo logramos que esas personas sean productores? El clásico ejemplo de la caña de pescar. Irónicamente, y con cierta inteligencia, Máximo Kirchner ha dicho que darle una caña de pescar a alguien en el Sahara no sirve de nada. Es cierto, no podés darle una caña de pescar a alguien en una situación de caída del 8% o 10% del PBI. Pero pasados 12 años, si todo pasa por darle subsidios a la gente, no la estás ayudando. Estás cristalizando una muleta de manera permanente. La verdadera independencia de esa gente es no depender del Estado. Ahora, el Estado es una herramienta escencial para ayudar a que la periferia no termine tan desplazada, pero cristalizar de manera sistémica un sistema de ayuda que le permita a la gente consumir pero no producir, también le está haciendo un mal a esas personas. El tema no es ideológico. 

–Las contratapas de los Gorilas resultaron interesantes porque es un estigma que los peronistas ponen sobre el conjunto de la población, pero además decís que no es consistente esta definición sobre el resto de la sociedad que es señalada como gorila. 

–Primero, no es un invento argentino. Hay gorilas en Brasil, en Chile, personas de los sectores sociales con más acceso a la educación y más recursos que se ofenden con los excesos del populismo. Desde un punto de vista racional, es comprensible que se sientan excesivamente maltratados y que, entonces, la reacción animal, somática, sea como una campanita de Pavlov, un acto reflejo, una reacción en igual proporción. Lo que escribí es que me parece bueno reclamarle a los que más educación tienen una reacción más inteligente. La entiendo perfectamente, pero me parece que los que más oportunidades han tenido, deberían reaccionar de forma más inteligente. No es simplemente que comprendan que los que no tuvieron la misma cantidad de acceso a la educación tienen más permiso para simplificar que aquellos que más educación tuvieron, sino, más inteligentemente, que lo único que hacen es reforzar lo opuesto. Y que muchas veces entran en el juego de quienes lo provocan para lograr eso, que es casi infantil, por momentos. La locura es de a dos. 

–¿Ese es el éxito de Perón?

–Yo creo que es muy difícil para cualquier generación darse cuenta de los cambios generacionales. Uno está inserto en una época. Hasta estamos perdiendo la memoria porque hay un montón de tareas que ya no desarrollamos. Argentina, entre 1880 y 1940, pegó un salto, era otro país. Y creo que Perón supo interpretar esos cambios y catalizarlos en algo que, dicen los peronistas, que si hoy Perón reviviese estaría asombrado de la longevidad de su propio partido. Lo que impresiona es la longevidad, porque evidentemente ese hombre interpretó algo de la esencia argentina, que creo que tiene que ver con el cortoplacismo. Y que fue útil, pero me da la sensación de que es obsoleto. Es evidente que si te rompés la pierna, la muleta es una herramienta fantástica. Ahora, si se convierte en permanente, pasa a ser un defecto. Se repite en todas las organizaciones. Toda virtud en proporciones exageradas se convierte en defecto. Es un problema de proporciones, que haya otros que pongan límites. La idea es que el extremo finalmente termina volviéndose en contra del victimario. La enseñanza es que lo bueno también tiene que tener una medida para no convertirse en malo. Los seres humanos, naturalmente, nos aferramos a lo que funciona. El crecimiento de Macri en los últimos años: parece que se peronizara y mejor le va. Globos, baile, ya dice cosas con más sóltura. 

El legado K. “Yo creo que la interpelación que hace Néstor Kirchner al periodismo, que es preexistente a él y una discusión casi universal respecto de la objetividad y el positivismo, creo que puede ser saludable para el periodismo”, sostiene sobre el final de la entrevista Jorge Fontevecchia, y agrega: “Kirchner era un campeón de buenas causas para malos fines, y de utilizar verdades, convertirlas en sofismas y transformarlas en lo opuesto. Un pretidigitador eximio. ¿Qué hacemos con eso? Creo que tiene que mejorar el periodismo, tiene que permitirnos ver más allá de la intención egoísta, sesgada que tenía Néstor Kirchner, qué hay de verdad en el origen de esa crítica y hacer lo mismo que hacemos con los demás. Uno de los argumentos del periodismo crítico es que mejoramos a los políticos, como una especie de abeja que está picando. Advierte, anticipa los errores, impulsa a corregir, lo mantiene todo el tiempo alerta. Tener un crítico continuo mejora al político. También debería mejorar a nosotros. Si pudiéramos hacer la misma interpretación sin dejar también de decir que la exposición de los defectos de los medios y del periodismo profesional es exagerado, tendencioso, pero más allá de eso, qué hacemos con eso nosotros. Quienes fuimos en la era K apunta a que también los medios nos miremos críticamente y en el próximo gobierno seamos críticos desde el primer día. Porque críticos al final, no digo que no sirva, pero ataca las consecuencias. Es como en medicina, si prevés a tiempo, el resultado costo-beneficio mejor. Mi deseo es que, cuando venga el próximo gobierno, y si fuera de un signo contrario al kirchnerismo y pusiera muy feliz a los poderes fácticos, esa felicidad no les impida criticar. Para hacerle bien y para hacernos bien.