1. Metodología
Este informe se basa en distintas fuentes, que paso a enumerar: a) contacto diario con los lectores a través de cartas, faxes, conversaciones telefónicas, correo electrónico y entrevistas personales; b) charlas con periodistas de otros medios (gráfica, radio y televisión), muchos de los cuales me hicieron entrevistas para que hablara de PERFIL; c) conversaciones con redactores, jefes y editores de PERFIL; d) acabada lectura de la colección completa del diario, apreciaciones y conclusiones propias.
2. Introducción y objetivos
Esta no es la autopsia de un fracaso sino la descripción de una fascinante experiencia que, por diversas razones (que luego se verán), debió ser interrumpida abruptamente. Es indudable que PERFIL produjo un profundo impacto en la sociedad argentina y que su breve trayectoria será recordada por periodistas y especialistas en medios durante largos años. En este informe demostraremos que, a pesar de haber nacido –creemos– fuera de un favorable tiempo histórico y de no alcanzar casi ninguna de las metas fijadas, PERFIL puede ser considerado, en gran medida, un producto francamente exitoso. Quizás hubo en su gestación, y sobre todo en su instrumentación, eventuales circunstancias que lo hicieron fracasar como negocio. Es probable que se cometieran, sobre la marcha, muchos errores debido a múltiples impericias y a un exceso de voluntarismo en variados sectores. Es factible, también, que no se lograra una inserción adecuada en círculos más amplios de lectores (única cosa que justificaba su aparición) porque su postura fáctica frente a los acontecimientos resultó muchas veces ambigua y hasta contradictoria con los principios declarados. Aunque a la larga podría haber mejorado –dado que tenía todas las condiciones como para hacerlo, con un staff de lujo–, lo cierto es que en el corto plazo no respondió a las expectativas creadas. Desde el comienzo dejó de lado a grandes sectores de opinión y pagó un elevado precio al querer imponer una agenda propia (y un estilo típico de sectores más esclarecidos y por lo tanto más reducidos) a una sociedad cuyas demandas pasan actualmente por otro lado. El mensaje de modernidad y progresismo (el mundo interrelacionado, la globalidad, el horizonte cibernético, la apertura de una nueva etapa histórica, una sociedad más liberal, tolerante e inteligente) chocó con la realidad y eso alejó a mucha gente. Aunque despertó grandes fidelidades... los corazones que ganó resultaron pocos... y la mayor parte de ellos fueron inadecuados. De todas formas, como se verá en el capítulo correspondiente, las huellas que dejó fueron muy profundas y abrió enormes posibilidades que podrían concretarse en algún momento futuro.
3. El progresismo de PERFIL
Pensado para ser un diario de referencia, PERFIL –como se dice en el Manual de Estilo, página 54– salió a buscar un lector “contemporáneo, cosmopolita, ya informado. Un lector crítico que espera un valor agregado en la oferta de información, para quien es prioritario captar las claves de la época ya que es consciente de su relevancia para la anticipación necesaria del suceder. Quiere ser partícipe del debate de ideas y construir su punto de vista con información relevante que se eleve de lo anecdótico hacia lo conceptual, corriendo el velo de las apariencias”. ¿Consiguió PERFIL ese lector? Según mi experiencia, lo logró en muy pequeña medida.
¿Cuáles fueron las causas para que ese objetivo no se cumpliera acabadamente? La mayoría de los lectores que se comunicaron conmigo era gente grande (más de 50 años, gran proporción de jubilados, funcionarios jerárquicos o comerciantes minoristas), que encontraron en el diario abundante lectura en que ocupar su tiempo y su curiosidad. Es decir que no leían el diario para anticiparse a los hechos y operar en consecuencia...
El abigarramiento de textos, la longitud de las noticias, la ausencia de facilitadores de lectura, la poca síntesis expositiva, el subido tono analítico de las notas de opinión (a veces más propio del ensayo o del libro que del periódico) expulsaron al lector joven y a otros sectores consumidores de diarios que esperaban verse reflejados en sus páginas.
Una gran proporción de los que hablaron conmigo para quejarse de algo o para reclamar el abordaje de algunos temas faltantes manifestó una gran ambivalencia frente al diario. Por un lado, les resultaba atractivo desde el punto de vista formal, pero, por otro, les disgustaba el tono marcadamente digresivo de los textos. Les resultaba difícil distinguir los recuadros, donde habitualmente los diarios efectúan el análisis de la noticia, del resto de los comentarios. Por otra parte es cierto, como señalaron muchos, que todos los textos, y aun los copetes y hasta los epígrafes, estaban cargados de opinión. Se nos señaló, reiteradas veces, que las firmas de los periodistas se duplicaban y hasta triplicaban en una misma página, lo cual causaba bastante confusión, ya que es de uso corriente que quienes analicen la noticia sean los periodistas especializados y no los noteros o los cronistas que cuentan los hechos. Si la noticia y el recuadro son del mismo autor, si en ambos se tejen opiniones que muchas veces se repiten, como ocurrió en PERFIL no pocas veces, el lector se ve obligado a leer todo y no sabe bien cuál es la parte conceptual y cuál la parte descriptiva. Como eso, obviamente, no formó parte de un estilo deliberado, sino que más bien se lo señaló en el Manual como algo que debía evitarse, se llega a la conclusión de que, si eso ocurrió, así fue por impericia o por la acumulación de tareas que impidieron una edición más rigurosa de los textos. Tal vez sea cierto que los editores (según manifestaron algunos de ellos) no dispusieron de los recursos humanos suficientes como para poder cumplir esa tarea de un modo más eficaz.
Estas circunstancias nos llevan a formular una pregunta antes de pasar a analizar el tiempo histórico y el entorno político en los cuales apareció PERFIL. ¿Era posible editar todos los días un diario de la magnitud de PERFIL con el material humano y el presupuesto disponibles? La respuesta es que sí, pero que no era sustentable. Puede ser que los recursos hayan sido insuficientes para elaborar un producto tan sofisticado, y que eso debió ser compensado por un esfuerzo desmesurado por parte de todo el personal... pero también es verdad que en muchos sectores se careció de la experiencia necesaria para hacer un diario de mayor calidad, más ágil, más imaginativo, más astuto y más creíble.
El diario apareció en un momento difícil, no obstante lo cual produjo un alto impacto en la sociedad. A partir de su moderno diseño de avanzada, elegante, relativamente silencioso, transmitió un mensaje que sólo fue aceptado por una pequeña proporción de sus potenciales consumidores. El liberalismo y el pluralismo de que hizo gala desde su inicio (ver el suplemento Económico número uno; el personaje reporteado fue el empresario Macri) actuaron en contra de una difusión más masiva. Los reproches que hemos escuchado de muchísimos lectores (a través de unos diez contactos diarios durante casi tres meses) podrían sintetizarse en una frase que nos dijo uno de ellos: “PERFIL se congratula de sus defectos y sin darse cuenta los convierte en cualidades”.
El diario salió a transmitir una idea de progreso que hace diez años hubiese sido recibida con entusiasmo. En ese entonces, con el liberalismo en auge, la creencia de que la política de mercado era una puerta abierta al progreso individual de cada uno ilusionó a vastas capas de la sociedad. Eso explica el éxito de las revistas de divulgación científica, que en la Argentina llegaron a vender (hace una década) 500 mil ejemplares mensuales. Estas revistas le “vendieron” a la gente un mensaje muy optimista, mostrándoles el cambiante, vertiginoso mundo del futuro que no tardaría en llegar para todos. Esas revistas, y esas ilusiones, ya no existen porque los sueños que anunciaban nunca se cumplieron. El atraso, la degradación de la vida comunitaria, la desvalorización del trabajo y la exclusión social escandalosa las hicieron poco creíbles y las que aún sobreviven se transformaron en reductos de minorías. Todavía hoy, hay quienes siguen confundiendo la real modificación de las estructuras sociales, científicas y tecnológicas con los síntomas del progreso. Lo mismo le pasó a Charles Darwin, en sus últimos trabajos, cuando afirmó que la evolución de las especies conducía siempre a etapas más altas de perfección. Ahora se sabe que las especies se modifican por azar y que la evolución progresiva es algo absolutamente aleatorio. Por eso, ningún biólogo habla actualmente de progreso evolutivo. Solamente los pocos darwinistas sociales que quedan –herederos del precepto spengleriano de la supervivencia del más fuerte, adoptado como lema por el capitalismo salvaje– le imaginan un sentido a la naturaleza. La globalidad, la cibernética, la proliferación de las computadoras, la robótica, las nuevas formas de producción, la velocidad de las comunicaciones, la fibra óptica, la superconductividad... produjeron, al menos en esta etapa inicial del desarrollo de las nuevas tecnologías, más exclusiones que beneficios sociales. La tesis tatcherista de que el fin del Estado protector iba a traducirse en una mejoría de todos los sectores sociales está en crisis en todo el mundo. Como ideología, el fundamentalismo liberal se encuentra en retirada y ya nadie habla de Francis Fukuyama sino de Jeremy Rifkin y de Viviane Forrester. Como tampoco se piensa más en Lenin o en Stalin pero sí, en Bernstein y Lassalle.
Eso explica, como hemos dicho, que en países emergentes como la Argentina las revistas de divulgación científica hayan casi desaparecido y la gente ya no se ilusione más con la vaga idea del progreso. El diario PERFIL mostró –en este sentido– una postura que, según la experiencia que recogí en mis contactos con los lectores, pareció fuera de época. Me refiero no sólo al liberalismo económico, que el diario profesó claramente, sino más bien a la distancia, rayana casi en la indiferencia, que –sin quererlo– tomó frente a los problemas de la gente común. Al privilegiar lo general sobre lo particular expresó una cosmovisión que no se compadeció con eso que llya Prigogine llama “la flecha del tiempo”: es decir, el rumbo cambiante de la complejidad, la indeterminación y el caos en la formación de las estructuras sociales. Así, se mostró estático a pesar de que quiso ser actual y moderno... y entonces, sin buscarlo, se distanció de los individuos. Que son quienes forman las mayorías y quienes, finalmente, compran los diarios.
Hay muchos ejemplos prácticos de esto que digo. El avalúo inmobiliario en la Ciudad de Buenos Aires, que afecta a cientos y cientos de pequeños propietarios (que es lo individual), no mereció ni siquiera una línea de texto en el diario. En cambio, las megafusiones de compañías internacionales (que es lo general) ocuparon páginas y páginas en la sección Economía, día tras día. Otro caso fueron los intereses que cobran las tarjetas de créditos, donde la opinión de los usuarios (otra vez lo individual) quedó de lado frente al análisis del negocio (otra vez lo general). Quizá por esta manera de ver la historia es que no hubo investigaciones sobre temas cruciales para la sociedad moderna, como el fin del trabajo o de qué modo evolucionará el mercado laboral para los jóvenes en este fin de milenio. En ningún momento se analizaron las numerosas tensiones sociales derivadas de las modificaciones en la economía y en los medios de producción. En Europa y en los Estados Unidos hay una gran discusión (académica y política) sobre estas cuestiones y el diario no las registró. Así, resultó difícil entender un liberalismo y un progresismo cuyos nuevos paradigmas pasan por un lado diferente al proclamado (ver los trabajos de Edgard Morin y André Gorz).
Tampoco se explicó adecuadamente la independencia política del diario. Al no tener editoriales, el excesivo pluralismo de sus colaboradores se convirtió en un bumerán. A todos nos gustó, por ejemplo, la columna del primer número sobre Malvinas, de Carlos Escudé, pero dio origen a decenas de protestas y tuve que explicar que ésa, en todo caso, era la opinión de un columnista. La aclaración no alcanzó y muchos nos reprocharon que se abrieran las páginas de PERFIL a quienes “quieren vender nuestra soberanía”. Creo que en los momentos iniciales esas cosas nos hicieron perder muchos lectores entre las personas que no están habituadas a los pensamientos complejos. Me parece un error haberla publicado en el número uno. Su inclusión no sumó sino que restó. Otras columnas de la sección Ideas tampoco se entendieron. Lejos de causar polémica (como tal vez ingenuamente se pretendió) las opiniones de Eduardo Goligorsky sobre la izquierda, por ejemplo, despertaron la antipatía de muchos, según me lo hicieron saber en numerosos contactos. No porque la posición expresada no fuera justa sino porque estaba notoriamente sesgada por los resentimientos del autor, un ex militante del PC. En esta ocasión fuimos tildados de derechistas y hasta de fascistas. También la carta del ex mayor Abete, un carapintada no arrepentido, que dio origen a un comentario adverso en mi columna, causó una indignada repulsa por parte de lectores de todo el país, que me hicieron llegar su descontento.
Otros lectores alimentaron la sospecha de que algunos columnistas estaban en connivencia con el menemismo, según dijeron. Señalaron que José Antonio Díaz no pasaba una oportunidad para criticar a la Alianza y especialmente a Fernández Meijide.
Fue inútil que yo explicara la independencia de nuestros periodistas y la ecuanimidad con la cual José Antonio analizaba los hechos políticos. No me creyeron. A pesar de que la cobertura sobre los hijos de De la Rúa fue impecable desde el punto de vista periodístico, fue vista también como una “operación de prensa” contra la oposición. Muchos menemistas, por otra parte, nos acusaron de “amarillos” y “poco serios” cuando el diario informó que sectores del gobierno y del masserismo (Octavio Frigerio mediante) se habían unido para lanzar una campaña sucia contra la Alianza (ver número 2). Fue la forma en que se editaron esos temas (y no su contenido) lo que levantó la mayor parte de las críticas. Ocurre que al tener un solo título en la tapa, cualquier cosa sonaba como un cañonazo. El diario, en vez de susurrar, como se quiso, gritaba permanentemente.
PERFIL pretendió ser un transmisor del progreso y fuimos catalogados de cavallistas y conservadores; se quiso ser pluralista y se nos motejó de menemistas; se buscó ser independiente del poder y se nos motejó de sensacionalistas. Mi opinión personal es que muchas veces –en el diseño del sumario– hubo un desmedido voluntarismo para tratar de establecer una agenda propia y exclusiva. Además, la excesiva libertad de pluma que acompañó cada una de esas decisiones sonó a disculpas o a oportunismo (una de cal y otra de arena, una mano lava la otra). Permitir, por ejemplo, que Eliaschev escribiera duramente contra el diario en el propio diario me pareció un error muy grande.
Era lógico que con todo esto los lectores se confundieran, porque ser moderno y liberal no significa que uno se olvide de los problemas de la gente. Respetar la libertad de opinión no implica transformar el diario en un híbrido político difícil de catalogar... sobre todo en los tiempos preelectorales en que salió PERFIL. Y ya se sabe que la gente lo que busca en un diario es, además de noticias, un lugar de pertenencia, un sitio de referencia que lo ubique en el mundo. Sintetizando, se podría decir que el diario no sintonizó bien el momento histórico en que salió a la calle (las modificaciones técnicas de los modos de producción y comunicación no se transforman mecánicamente en progreso; no hay vasos comunicantes entre la riqueza de algunos países y la pobreza de otros) ni tampoco auscultó en forma adecuada las demandas de la sociedad argentina (sobre todo en estos tiempos de aguda polarización), que pasan actualmente por un fuerte reclamo de más integración social y justicia distributiva.
Si en verdad comprendió todo y no obstante salió a transmitir una posición contra la corriente, entonces se equivocó al creer que en pocos años podía vender 300 mil ejemplares. Tal cual se lo concibió y editó, es justo –y hasta fantástico– que vendiera 30 mil ejemplares.
4. Errores y contradicciones
Por una serie de factores (como no tener correctores entrenados desde el comienzo), el diario salió a la calle con muchísimos errores tipográficos, de sintaxis y ortográficos. Eso es algo que los lectores no perdonan, como me lo hicieron saber constantemente. Sobre todo no lo disculparon en un medio como PERFIL, que se caracterizó por la pulcritud de sus formas. Hubo epígrafes cambiados, fotos equivocadas, infografías mal hechas, se mató a personas que están vivas y se hizo resucitar a otras que hace años ya están muertas. Ningún sector del diario (incluso la tapa) se salvó de estos errores, que recorren la colección como un estigma. Se acumularon desde el primer número (cuando en la tapa de Espectáculos se dejó una tipografía de prueba en lugar del texto real que correspondía) y no cesaron nunca. Hasta la grilla del crucigrama salió mal en dos o tres ocasiones. Un lector se burló ácidamente de esto con una frase irónica: escribió que donde decía “palabra de cuatro letras, horizontal”, debió decir “palabra de tres letras, vertical”. El colmo fue el primer número del suplemento Agro: se deslizó un error de ortografía en el chiste gráfico.
Muchos lectores juzgaron contradictorias algunas posturas del diario. Por ejemplo, la cobertura que se hizo del caso de Soledad Rosas, la anarquista argentina (líder de los “okupas” italianos) que se suicidó en una cárcel de Turín. Su muerte ocupó 10 páginas en siete ediciones sucesivas (una vez sus fotos en la tapa y dos veces la central completa) donde se abordó su historia con simpatía, dejando el tema político de fondo en la simple anécdota. Un lector señaló que “la Sole” (como se la llamó invariablemente en los textos) integraba un grupo de violentos inadaptados sociales que operan en contra del orden establecido y que no entendía por qué, si eso era así (como incluso lo reconocían los propios protagonistas) el diario los trataba con simpatía en lugar de condenarlos (de hecho, ahora están tirando bombas y mandando explosivos por correo). No es que la cobertura no se justificara; a los lectores que llamaron les pareció contradictorio que un diario que, en su número 19, puso en tapa el siguiente título: “Nace una estrella: el fondo texano HMT&F compró un tercio del CEI y quiere Molinos”, se preocupara tanto por una noticia que, de no haber sido protagonizada por una argentina, habría merecido apenas unas líneas o un modesto comentario en Breves. Algo similar ocurrió con el tema de los travestis y prostitutas de Buenos Aires. Se los contempló con indudable simpatía y se le dio al tema una importancia desmesurada. Eso también apareció como una ambigüedad de PERFIL. No hay coberturas inocentes, escribió un lector, sobre todo cuando se publican infografías que incitan a realizar un tour familiar turístico por la zona roja. En cambio, no hubo cabida en las páginas del diario para los temas referidos a la educación. Todos los medios publicaron, por ejemplo, una sorprendente evaluación escolar donde el mejor rendimiento lo habían tenido alumnos de una escuelita pública de la Pampa. Los lectores de PERFIL nunca se enteraron. También los debates académicos sobre la Ley Federal de Educación estuvieron ausentes. Algo sorprendente en un medio que incluyó varias páginas diarias de ciencia, medios y cultura. Otro tanto pasó con las noticias sobre la Iglesia. No se incluyeron referencias sobre la apertura de los archivos vaticanos y no se dijo nada del importante documento que firmó Roma con las iglesias protestantes para acelerar su unificación, cosa que anula –luego de varios siglos de luchas y guerras– las consecuencias cismáticas de la Reforma y opaca la figura de Lutero. Es indudable que estas falencias se hubiesen solucionado con el tiempo, pero no haber resuelto las posibles contradicciones desde el inicio fue dar mucho hándicap a la competencia.
Según el gusto de muchos lectores –que yo comparto–, faltaron notas con gracia, temas divertidos y curiosos, apuntes de historia que rescataran con inteligencia crítica la memoria de sitios y personajes, algunos servicios gratificantes como son los comentarios de restaurantes o vinos, y tópicos relacionados con las modas y el consumo. No hubo casi nada para los jóvenes y nunca se puso ni una línea sobre la movida bizarra, como si no existiese.
En general, en el diario se notó la ausencia de temas de punta, que por lo común no vienen por las agencias. Para colocarlo como un diario de vanguardia, por ejemplo, se debió contar con un servicio como el de Le Monde Diplomatique, que está atento a esta vertiente no común de la información. Faltó audacia (o no hubo tiempo de desplegarla) para abordar temas marginales sin abandonar los principios generales del diario. Quizá, más allá de la sección Ideas, se debió incluir un comentario semanal, por lo menos, que contuviera –en todas las secciones– eso que los norteamericanos llaman trends. Citaré algunos ejemplos. En Cultura, por ejemplo, no se habló nunca de una nueva tendencia mundial llamada “arte cárnico” (una expresión plástica que trabaja con carne humana, excrementos, sangre y cadáveres), del cual hubo una pequeña muestra hace poco en Bellas Artes. Quizá eso hubiese interesado tanto como la elección del nuevo director del museo. En Economía nunca analizaron el libro ¿Cuánta gente puede alimentar el mundo?, de Vaclav Smil. Calcula que a mediados del siglo XXI una cifra razonable sería de 12 mil millones de personas si se mantienen las actuales pautas de consumo. Dice que la tecnología y la producción crecen más lentamente que la población (se agregan mil millones de personas cada diez años). Aunquenoesunneo malthusiano, su visión es muy pesimista, pero también apasionante. En la sección Política no se dieron noticias de un fenómeno creciente que dice mucho de la opinión de la gente sobre el Estado y los partidos políticos. En muchos rincones del país nacen todos los días las llamadas “redes sociales”, que son organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro y sin intenciones partidistas. Hay cientos de ellas en la Argentina, forman una suerte de Internet social y constituyen una nueva militancia para muchos sectores jóvenes de la clase media. No hacen beneficencia sino un curioso intercambio de servicios y productos. Los sociólogos que estudian la marginalidad y la exclusión social saben cómo actúan estas redes de contención social. En Ciencia no se dijo nada de un informe de varios especialistas argentinos que calcularon los efectos que se producirían en nuestro país si la temperatura ambiente aumentara unos pocos grados. Nuestro territorio se convertiría en un desierto desde el norte hasta más o menos Río Negro, y la Patagonia se volvería fértil. El Río de la Plata se salinizaría por el avance del mar, y para proveer de agua potable a Buenos Aires habría que tender una cañería hasta la altura de Rosario para obtener agua del Paraná.
Como éstos (que cito a la ligera y de memoria), hay otros ejemplos, otros temas y otros recursos. Lo cierto es que el pensamiento de avanzada, que hubiese dado al diario un plus que lo habría colocado por encima de sus competidores, no figuró en la agenda de PERFIL. Así, el pacto de lectura con sus compradores no adquirió un signo distintivo y moderno, por más que se lo declaró en su Manual de Estilo y en los editoriales de los números 1 y 8 (ver contratapa). De esa manera, muchos no entendieron desde qué lugar hablaba PERFIL. Carencias y ambigüedad que también conspiraron contra la mayor difusión del diario.
5. Los suplementos
Un breve apartado dedicado a los suplementos. El más vulnerable fue el de Espectáculos, por el simple hecho de salir todos los días. Tuvo muchísimos errores, especialmente donde no debieron producirse. La cartelera, por ejemplo, no fue totalmente confiable y hubo muchos casos en que se anunció una película que ya no se daba o una función especial donde no se ponía el horario. Tengo la certeza de que nunca se contó con los elementos necesarios como para poder hacer bien algo tan complicado. Tenía dobles entradas, buscaba ser abarcativa de todas las actividades, se incluían estrellas de calificación de las obras, tenía el título en inglés de las películas, se decían las semanas de exhibición y se ponían las recomendaciones. Todo eso cambiaba todos los días y era de una complejidad tan grande que la editora hubiese necesitado un ejército de personas altamente especializadas. Fue un error mantener esas complicaciones, ya que no se podía garantizar su exactitud. Nadie le pide a una cartelera todas esas cosas juntas: alcanza con que figuren los cines y los teatros y se den los horarios. El resto es para especialistas. Quizá porque no se dio con el colaborador indicado, tampoco se entendió bien el mundo de la música clásica, que supuestamente no debió tener errores en un diario de este tipo. Se escribieron mal los títulos de algunas óperas, la cartelera del Colón resultó durante la mayor parte del tiempo poco menos que incomprensible y las críticas no alcanzaron un nivel de referencia. En cambio, todo lo que tuvo que ver con el teatro, con el cine y con la televisión fue de un altísimo nivel. Por primera vez en un diario se escribió sobre estos temas sin ningún compromiso comercial o ideológico. Fue un gran mérito.
El suplemento de Deportes, aunque tuvo errores en textos y a veces en alguna que otra infografía, gustó a la mayoría de los lectores y casi no recibió críticas. Objetaron mucho la pequeña tipografía de las tablas y de los cuadros, pero eso fue un mal general del diario que yo señalé oportunamente. El de Turismo padeció de fuertes errores (se dijo que en Nueva York había que visitar una gran librería que hace cinco años que está cerrada, o que en Londres los Bed and Breakfast están en la periferia cuando en verdad están en el centro), pero la idea de que fuera temático fue muy bien aceptada. No gustó que se autodeclarara “sofisticado”, término con cierta carga peyorativa. El Tekné no fue entendido del todo y muchos criticaron que no fuera un suplemento de computación tradicional y que tampoco fuera uno de tecnología simple y corriente sino una mezcla de ambos. Pareció innecesariamente complicado. El Domingo gustó en forma despareja y muchos dijeron que aparecía como poco definido. Creo que le faltó tiempo. Agro no mereció nunca una mención de los lectores, lo mismo que Indicadores, salvo una vez que se señaló que la cotización de la soja estaba equivocada. En general, el diario de los fines de semana fue bien recibido por todos menos por los canillitas. Muchos lectores se quejaron porque los quiosqueros, como valía un peso, lo escondían para vender en su lugar Clarín, que costaba $ 2,50. Lo que aparecía como una ventaja pudo ser una dificultad.
6. El PERFIL que hicimos
De todas formas, quienes participaron en la gestación y publicación de PERFIL no debieran estar descontentos con el diario que hicieron. Viendo los 84 números juntos, es totalmente legítimo afirmar que PERFIL fue un lujo para el mediocre mercado periodístico argentino. Van a pasar muchos años hasta que vuelva a salir un diario de esa calidad. Todos los defectos que se señalaron (algunos bobos y otros más serios) podían superarse en poco tiempo. En el breve lapso de tres meses consiguió seguidores muy fieles, pero creo que los corazones que conquistó fueron muy diferentes a los que se esperaba seducir. Muy pocos jóvenes llamaron para comunicarse conmigo, lo cual no puede extrañar mucho si se tiene en cuenta que –según los editores norteamericanos– sólo el 19,5 por ciento de las personas entre 19 y 29 años se informa por los diarios. Los pocos jóvenes que se comunicaron conmigo eran estudiantes o empleados. Salvo tres o cuatro, no hubo profesionales ni ejecutivos. La gran mayoría fueron hombres de más de 50 años. Una gran proporción de ellos eran jubilados, funcionarios públicos o pequeños comerciantes. Pero esto no es un dato científico sino una simple experiencia personal.
7. Conclusiones
Creo, en verdad, que el diario fracasó antes de salir. El emprendimiento falló, creo yo, porque desde el arranque dejó a mucha gente de lado. Declaró demasiado su Código de Etica y se ganó muchas enemistades antes de salir: no se puede decir que uno es el único justo entre miles de pecadores. El lanzamiento lo malquistó con los sectores progresistas (caso de Fidel Castro), con los comerciantes minoristas (elogio de los supermercados), con los admiradores de Maradona (tiro libre para Inglaterra), con los alfonsinistas (la casa está en orden), con el menemismo (donde decía revolución productiva) y con grandes sectores de católicos que no perdonaron que se usara la comparación con Jesucristo.
Si no vendió la totalidad de su primera edición no fue por culpa del producto (que hasta ese momento nadie conocía) sino porque la propuesta no llegó a todos los que supuestamente debía interesar. Está claro que no despertó la suficiente curiosidad como para impulsar su compra. Resulta sugestivo que, con esa inversión publicitaria, el primer número no agotara 120 mil ejemplares. Tal vez fue porque no ofreció a los lectores otra cosa que una conducta recta y eso resultó poco en la ávida y empobrecida Argentina actual. Creo que al lanzamiento le pasó lo mismo que a la dama de Shalott, ese personaje de Tennyson, que por mirarse tanto al espejo permanecía ajena al clamor y al bullicio de las cosas que pasaban a su espalda. Por eso digo al principio de este informe que PERFIL apareció fuera de su tiempo histórico. No es que la publicidad estuviese mal hecha, al contrario: correspondió a lo que quería ser el diario, pero la mayoría de la gente ahora demanda más trabajo, mayor seguridad y menos pobreza y marginacíón social.
Creo que el desafío era hacer en la Argentina actual un diario completo, importante, independiente, moderno, inteligente, distinto, veraz, que no fuera demagógico pero que al mismo tiempo se mostrara altamente sensible y hablara fuerte. PERFIL consiguió sus objetivos a medias. Lo cual no fue poco. Para mí, fue un orgullo escribir en él.