A la vez que responde, una por una, las críticas y acusaciones que arrecian desde la oposición por el fallo que ratificó la constitucionalidad de la Ley de Medios, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, parece haber quedado atado a la pelea entre medios, periodistas y el poder político.
No se trata de evaluar una futura carrera política ni de desembarcar en la industria periodística. De momento, el magistrado pasa sus ratos libres leyendo el libro Periodistas en el barro.
El libro, escrito por el jefe de Redacción de revista NOTICIAS, Edi Zunino, repasa el devenir de los medios, negocios y alianzas que periodistas y empresarios han armado y traicionado durante la última década.
"Los periodistas han sido (hemos sido) protagonistas excesivos de un tiempo tremendamente mediático, marcado a fuego por un gobierno familiar obsesionado por el control de canales de TV, radios, diarios, revistas y espacios digitales desde donde propalar, con la furia del minuto a minuto, su versión de la historia y de la actualidad", explica el autor. "En la dimensión K, trabajar de periodista -si no se comparte la visión oficial de las cosas- llegó a ser comparable al modus vivendi de un asesino a sueldo, cuando no de un vil traidor a la Patria. Del otro lado de la raya, vale tratar a una gestión política surgida tres veces consecutivas de las urnas cual si fuese una dictadura. Casi no queda espacio para la equidistancia. A los tibios no los vomitará Dios, pero eso sí: les llueven puteadas de ambos bandos", asegura.
"En un baile constante de alianzas, rupturas y saltos de cercos varios por convicción o conveniencia, la fractura entre lo K y lo anti K fue la moda cultural de estos años. O una nueva ronda del 'embrutecimiento nacional', al decir del filósofo Tomás Abraham. Así, pasó a importar menos lo que es que quién lo dice, achicando la información a una cuestión de fe. De fanatismo", apunta Zunino, luego de un año de investigación que hoy plasma en las páginas de Periodistas en el barro, libro que considera como una "reivindicación del periodismo y de los periodistas". "Crítica, irónica, grave de a ratos y sin despreciar el chisme apropiado en el momento preciso, pero reivindicación al fin", aclara.
"En el trasfondo de las peleas, los aprietes, las traiciones, los negocios, las miserias y grandezas desmenuzadas aparecen los verdaderos autores de esta historia. Néstor Kirchner, primero vivo y después muerto, convertido deliberadamente por la maquinaria oficial en un mito. Y desde luego Cristina, entrenada por los mismos hacedores palaciegos para descollar como única diva de la tele surgida al calor de estos tiempos", analiza el periodista. "Ese mito dibujó en gran medida el sentido de una década. Nos dibujó como mansos guerreros de la nada", concluye.