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Actividad industrial: de la recuperación al crecimiento

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A todo vapor. Las Pymes, locomotoras en la generación de empleo. | cedoc

En el reciente discurso de apertura de sesiones legislativas hubo referencias al papel fundamental del sector industrial en la recuperación económica de la Argentina, así como a su rol estratégico de cara a los proyectos de promoción tecnológica y productiva que se anunciaron. ¿En qué situación encuentran estos anuncios a la industria argentina? ¿Qué obstáculos y desafíos enfrenta el sector de cara al 2022?

2021: un punto de inflexión en la actividad industrial. El año pasado fue el primero con crecimiento luego de tres años de fuerte contracción. De acuerdo al Índice de Producción Industrial del CEU-UIA, el sector registró un crecimiento de la producción del 15,4%. Una suba considerable que partió de niveles muy bajos luego de la crisis macroeconómica de 2018-2019 y de la pandemia en 2020. Si se compara con los niveles de prepandemia (2019), dicha suba fue del +7%.

Varios factores impulsaron la producción: la recuperación económica internacional, los cambios en los patrones de consumo a favor de los bienes, las campañas de vacunación y algunas medidas de impulso a la industria –tales como estabilidad de tasas de interés, programa Ahora 12, programas de crédito con líneas a tasas accesibles especialmente para las Pymes, medidas de política industrial, reducción parcial de derechos de exportación y el impulso de leyes con incentivos sectoriales–.

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Desafíos y obstáculos de la recuperación. Hoy, este proceso encuentra obstáculos y desafíos por superar. Un ejemplo es el aumento generalizado de costos, que presenta tensiones en algunas cadenas de suministro y de logística internacional. Los costos del transporte internacional se duplicaron en dólares y están alcanzando valores notablemente superiores a los de pre- pandemia.

Otro de los ejes para trabajar es la inversión, que estuvo principalmente motivada por oportunidades de corto plazo (como estrategia de cobertura). Actualmente se ubica en niveles bajos en términos históricos e internacionales (en torno al 16%, lejos de la media de 25%). La volatilidad macroeconómica, la elevada presión tributaria doméstica –superior a la de países de la región con niveles similares de desarrollo– y el bajo nivel de financiamiento al sector privado (8% del PBI en 2021) impactan sobre el potencial de la inversión que Argentina necesita para transformar el crecimiento en desarrollo.

Consolidar todos los componentes de la demanda es otro frente abierto. Las exportaciones contaron con el impulso de los precios internacionales, pero en cantidades, las manufacturas de origen industrial disminuyeron -4,7% (versus 2019). Además, se vieron afectadas por la brecha cambiaria y los desincentivos para el ingreso de divisas. El consumo masivo fue el componente de mayor rezago, dado el impacto de la inflación sobre el poder de compra y la lenta reactivación de muchos sectores de servicios. En el tercer trimestre el consumo todavía se encontraba 3% debajo de los niveles de prepandemia.

El aumento de la producción se trasladó en forma parcial al mercado de trabajo. El empleo industrial registró un incremento de +2,5% (+27 mil puestos) durante los primeros once meses del año, pero al comparar con el mismo período de 2019, se mantuvo en niveles similares. En perspectiva, todavía se encuentra un -12% por debajo del máximo de 2013: 155 mil puestos menos.

2022: un año con desafíos en varios frentes . Como se advierte, la recuperación de las variables industriales del último año fue un paso importante. Pero no es todavía sinónimo de un crecimiento sostenido. La industria tiene mucho por consolidar de acuerdo a sus máximos históricos y a su potencial: en 2021 estuvo un 12% debajo de los niveles de 2011, cifra que pasa al 21% cuando se mide en términos per cápita (teniendo en cuenta el crecimiento de la población).

En el plano local, hay desafíos macroeconómicos tales como la brecha cambiaria, los altos niveles de inflación y la lenta recomposición del consumo masivo. Los avances en torno al acuerdo con el FMI se muestran como un avance necesario para la previsibilidad macroeconómica. Si bien quedarán aspectos importantes a resolver, permitirá gradualmente reorientar el foco desde la coyuntura hacia las agendas de competitividad y productividad.

A nivel internacional, el panorama muestra signos de preocupación: se espera un bajo crecimiento de los principales socios comerciales (Brasil: 0,3% y China 4,8%), sumado a una mayor inflación mundial (agravada por el conflicto bélico), un elevado valor de los fletes (que afectan las exportaciones y encarecen la provisión de insumos necesarios para la industria) y subas de tasas de interés internacionales.

De la recuperación al crecimiento. En el camino hacia un desarrollo económico y social sostenible, el país necesita abordar una agenda integral que potencie la competitividad y la productividad de cara a los contextos macroeconómico e internacional. Tendremos que avanzar en forma simultánea sobre los cambios internacionales a nivel tecnológico (la creciente importancia de la Industria 4.0, que está transformando profundamente los paradigmas de producción) y ambiental. Y a nivel local, abordar las agendas en materia de generación de empleo registrado, así como el desarrollo de aptitudes para la nueva empleabilidad.

En materia de competitividad, la agenda integra múltiples dimensiones que hacen a la capacidad del sector en relación al mercado interno como al mercado externo. Se trata de favorecer la inserción de bienes con valor agregado a partir de mejoras en las condiciones para la competencia (infraestructura, energía, financiamiento, aspectos impositivos, entre otros). En productividad, Argentina debe transitar un largo camino para alcanzar a aquellos países que se encuentran en la cima tecnológica. Contamos con numerosos activos para encarar el proceso: un amplio y heterogéneo entramado industrial, un sistema educativo de alta calidad y un sólido sistema científico y tecnológico nacional. Se trata de pilares clave no solo para promover la adopción sino también para avanzar en la creación de tecnologías –que, además, resulta imprescindible para la generación de empleo–.

La política industrial impulsada desde el Ministerio de Producción y los anuncios recientes en materia de “misiones industrializadoras” son una señal alentadora. Será importante complementar estas iniciativas con planes de infraestructura y políticas integrales que favorezcan la competitividad desde una mirada federal. La industria tiene un rol importante para cumplir en los próximos años. Por su rol como integradora social (empleo registrado, la masa salarial) y también por el aporte al valor agregado directo e indirecto, las exportaciones y la recaudación. Ampliar y potenciar el horizonte productivo en un año desafiante será fundamental para poner en valor la recuperación y transformarla en crecimiento.

*Gerenta de Estudios Económicos del Centro de Estudios (CEU-UIA).