OPINIóN
Expectativas

Recapitulación: hacer planes para el pasado

La diferente entre hacer un balance del año y hacer una recapitulación.

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Celebración de Año Nuevo en las instancias del Obelisco. | Gobierno de la Ciudad

Es corriente escuchar que la llegada de fin de año posibilita el momento para realizar el balance del mismo. Esta costumbre suele estar asociada a una percepción del tiempo que empieza el 1° de enero y termina el 31 de diciembre de cada año, al menos en el calendario gregoriano. Dentro de este marco temporal, se supone que la vida debe estar organizada en base a proyectos, metas, aspiraciones, promesas o deseos. En general, diagramada en función de variables que deben ser alcanzadas antes de iniciar el siguiente período.

La explicación sobre por qué se realiza el balance en la última semana del año es relativa y depende, por eso mismo, de cada persona. En efecto, puede ser debido a cualquier razón histórica o cultural, por algún motivo religioso o espiritual, o bien derivado de cierto tipo de discurso astrológico o premisa psicológica conductual. Claramente, las perspectivas son diferentes, pero todas ellas comparten la misma secuencia lógica: calcular, evaluar, verificar y finalmente soportar o compensar aquello que estaba pensado para el año transitado.

En este sentido —y solo en éste—, podría afirmarse que el balance tiene cierta connotación económica. Es decir, en hacer cuenta sobre lo realizado y no realizado durante el año y llegar a un resultado o conclusión. Tachar lo concretado y despejar lo no acabado. En definitiva, en estar a la talla de la exigencia creada. Después de todo, nada muy distinto a lo que era el método de balance contable propuesto por Luca Pacioli, en 1477.

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Ahora bien, esta operación mental que parece sencilla podría traer aparejado un problema, que es la eventual frustración del individuo por no haber logrado lo que quería. En tal caso, entonces, es conveniente tener presente a la recapitulación antes que al balance, pues como veremos no funciona dentro del esquema económico y, por tanto, no genera registro de reproche.

Es conveniente tener presente a la recapitulación antes que al balance, pues como veremos no funciona dentro del esquema económico y, por tanto, no genera registro de reproche

La recapitulación proviene de la antigua retórica griega, en torno al 386 a. C. Así, en La Retórica a Alejandro, Aristóteles la identifica como la última parte del discurso en el ámbito de la Asamblea. En esta etapa, el orador resume sintéticamente los motivos expuestos en el auditorio. A la vez, Anaxímenes, otro filósofo griego, la define como el modo conciso de refrescar la memoria del público al final de la exposición.

La recapitulación es, por tanto, un resumen o recordatorio conciso. Una reunión de los temas dispersos a lo largo de la exposición para que puedan ser recordados homogéneamente en su conjunto.

Más adelante en el tiempo, el filósofo Giorgio Agamben realiza una lectura de la recapitulación a través de las cartas de Pablo de Tarso. En tal orden, afirma que Pablo utiliza este término para expresar la condición del tiempo mesiánico: "Por la economía de la plenitud de los tiempos todas las cosas se recapitulan en el Mesías, tanto las celestes como las terrestres" (Ef. 1, 10).

¿Qué quiere decir Pablo? Según Agamben que el tiempo mesiánico —en cuanto que en él se trata del cumplimiento o plenitud de los tiempos— opera una recapitulación, una suerte de abreviación en resumidas cuentas de todas las cosas, tanto celestes como mundanas, es decir de todo lo acaecido desde la creación hasta el ahora mesiánico, de la totalidad del pasado.

 Los planes no son para el futuro, sino para nuestro pasado; esto es, para aquello que, por lo general, creemos imposible de revertir

La recapitulación no se trata entonces de recoger simplemente los recuerdos del año, sino de hacer algo con ese pasado. Precisamente, de resumirlo en alguna figura o gesto. En materializar la existencia del año en una imagen plena.

De alguna manera, en la recapitulación se instaura el presente y el pasado. A decir verdad, resulta consagrada la unidad del tiempo. Por esta razón, el pasado adquiere un verdadero significado y se transforma, por así decir, en hechos que van a ser salvados. Así, pues, la imagen permite que el pasado, ahora transmutado, hable por sí solo y gracias a ella.

El guionista y crítico cinematográfico, Ennio Flaiano, tiene un conocido aforismo que dice: "Tengo tanta desconfianza en el futuro que solo hago planes para el pasado". Pues bien, la recapitulación traduce con entera justeza esta posición. Los planes no son para el futuro, sino para nuestro pasado; esto es, para aquello que, por lo general, creemos imposible de revertir.