OPINIóN
Cumbre

América Latina se ‘deseuropeíza’

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Vínculos. Ursula von der Leyen visitó Latinoamérica en 2023. | cedoc

Situada entre el Atlántico y el Pacífico, en las últimas dos décadas, América Latina se ha acercado más a Asia, alejándose de su tradicional relación con Europa. China es el principal mercado de Brasil y de otros países sudamericanos, 15 naciones latinoamericanas forman parte de la iniciativa la Franja y la Ruta, y en 2024 tendrá lugar una cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) y China. Aunque EE.UU. sigue siendo el principal socio comercial de América Latina, China ya ocupa el segundo rango, mientras que la UE, con poco más de una décima parte de las exportaciones e importaciones, queda relegada a una cuarta posición incluso detrás del intercambio intrarregional.  

Si Europa quiere ser un actor global con autonomía estratégica, debería cuidar sus relaciones más allá de las propias fronteras este y sur. La reciente Cumbre entre la UE, América Latina y el Caribe, celebrada el 17 y 18 de julio en Bruselas, lo confirma. Aunque fue un importante paso retomar el diálogo al máximo nivel después de ocho años de silencio, los resultados son escasos. Lo más destacable es la hoja de ruta, con fechas y acciones concretas y la promesa de celebrar una próxima Cumbre en 2025, probablemente en Colombia. La larga declaración final es intercambiable con otros documentos y generó una gran controversia sobre la condena (exigida por la parte europea) de la invasión rusa de Ucrania que finalmente no está incluida en el texto final. Tampoco se concluyeron las eternas negociaciones entre la UE y el Mercosur.

La visita de Ursula von der Leyen a Brasil, Argentina, Chile y México, en junio de 2023, representa un importante paso para reactivar la relación con América Latina. Pero, a pesar de las buenas intenciones, el encuentro en Brasilia no concluyó con el anuncio de un acuerdo de asociación entre el Mercosur y la UE, sino con la crítica de Lula da Silva de la “desconfianza” que genera el adendum unilateral propuesto por la Comisión Europea para elevar los estándares medioambientales y monitorear la deforestación que no gustó demasiado en Argentina y Brasil. Nuevas nubes en el horizonte del acuerdo que se está negociando durante casi un cuarto de siglo hacen improbable que se cumpla el optimismo de Von der Leyen, que dijo querer concluir el acuerdo a finales del año.

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Los resultados de la Cumbre en Bruselas eran limitados y el desacuerdo sobre la declaración final y la condena de la invasión rusa de Ucrania –que finalmente no entró– escenificaron la creciente distancia ideacional entre dos socios tradicionales cuyo matrimonio está en crisis. Fue España, junto con el alto representante de la UE y exministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, que presionó a Bruselas retomar el diálogo con América Latina y el Caribe, pero la cita tuvo lugar unos días antes de las elecciones generales convocadas por el primer ministro Pedro Sánchez (quien abandonó la Cumbre antes de finalizar) y ni siquiera tuvo prioridad en la agenda española.

Sin embargo, el desinterés es mutuo. En las últimas dos décadas desde el anuncio de asociación estratégica UE-América Latina y la primera Cumbre en 1999, Europa ha perdido interés para una región que apuesta por abrirse a China y otras potencias emergentes del Sur con los que comparte el respeto de la soberanía nacional, la prioridad del desarrollo incluyendo el acceso a ciencia y tecnología, el rechazo de las sanciones unilaterales (impuestas por EE.UU. y la UE) y una cooperación sur-sur con menos tutelaje y asimetrías. Aunque China impone sus propias condiciones (por ejemplo, no reconocer a Taiwán), las concesiones al menos prometen beneficios materiales con los que no puede ni quiere competir una UE que afronta una guerra en sus fronteras. El Global Gateway de la UE ofrece a la región menos fondos que iniciativas como la Franja y la Ruta y, aunque la UE sigue siendo el principal inversor en América Latina, los flujos anuales de capital no pueden competir con los recursos de EE.UU. o China.

La Cumbre en Bruselas sirvió para demostrar la buena voluntad de la UE de seguir apostando por América Latina y el Caribe, pero no pudo recuperar el tiempo perdido que han aprovechado otros actores para afianzar lazos con una región que antes era considerada “un socio natural” de Europa. Si la UE quiere frenar la “deseuropeización” de América Latina, tiene que ofrecer algo diferente que sus competidores. Por ejemplo, una asociación horizontal sin tutelaje y agenda europea, una apuesta por un diálogo entre iguales sobre conflictos y problemas internacionales como Ucrania o sobre el dilema de situarse ambas regiones, Europa y América Latina, entre China y EE.UU.

*Profesora de Relaciones Internacionales en la UAM, Madrid. Miembro de la Red de Politólogas - #NoSinMujeres (@susannegratius)