Los pechos femeninos van más allá de sus funciones biológicas. Además de servir para alimentar a sus hijos, hacen trabajar a mil la fantasía erótica de los hombres, han servido a ideales políticos y causas vinculadas con lo mejor de la humanidad.
En términos de historia, hablando de pechos me viene a la mente la loba que nutrió a Rómulo y Remo y las revolucionarias francesas del siglo XVIII que amamantaron a ciudadanos –no a súbditos– mientras los aristócratas recurrían a la “leche impura” de las nodrizas.
En términos políticos, los portentosos pechos del famoso cuadro de Eugène Delacroix, “La libertad guiando al pueblo”, son un clásico cuando se habla de los movimientos rebeldes de 1848 en Europa, y también se los asocia a las dos guerras mundiales cuando actrices famosas eran fotografiadas mostrando sus pechos con el afán de reanimar a la tropa.
Además de amamantar, mantener en vilo la fantasía sexual masculina y servir concienzudamente a la patria, los pechos desempeñaron un papel de rebeldía frente a la discriminación.
Un ejemplo es el caso de una hija de padres esclavos, que no sabía leer ni escribir, madre de 5 hijos, quien, habiendo logrado escapar de su dueño, le gana un juicio a un terrateniente blanco que había comprado ilegalmente a uno de sus hijos, de cinco años de edad.
Me estoy refiriendo a Isabella Baumfree, nacida probablemente en 1797 –ya que no fue registrada, como solía suceder con los niños nacidos en la esclavitud–, quien habiéndose mudado a la ciudad de Nueva York trabajó como ama de llaves, publicó un libro, simpatizó con el adventismo, una rama protestante desprendida del cristianismo, y cambió su nombre a Sojourner Truth.
En 1850 fue la única mujer negra que asistió a la Primera Convención Nacional de Derechos de la Mujer, en Worcester (Massachusetts) y un año después, en 1851, se hizo famosa por un discurso que pronunció en una reunión de mujeres en la Convención de Akron, (Ohio), donde pronunció un discurso titulado: “¿Acaso no soy una mujer?”, en el que defendía el movimiento a favor de los derechos de las mujeres negras, excluidas por la raza y por el género:
“Ese hombre de ahí dice que las mujeres necesitan ayuda para subir a un vehículo, para cruzar una zanja, y para que tengan los mejores sitios en todas partes. Nunca nadie me ha ayudado a subir a un vehículo, ni a cruzar una zanja, o me ha ofrecido el mejor sitio. ¿Acaso no soy una mujer?
Anamá Ferreira: “Las negras tenemos que ser guerreras”
¡Miren mis brazos! He arado, plantado y recolectado todo en el granero, y nunca ningún hombre lo ha hecho mejor que yo! ¿Acaso no soy una mujer?
Podría trabajar tanto y comer tanto como un hombre, cuando puedo conseguir comida, ¡y también he podido soportar los latigazos como los hombres! ¿Acaso no soy una mujer?”
En 1858, cuando alguien la acusó de ser un hombre pues era fortachona y medía 1,90, Sojourner Truth a quien el discurso en la Convención de Akron, Ohio, la había hecho famosa, refrendó su feminidad, diciéndole:
“¡Mirad mis...! –según leo en Marilyn Yalom, Historia del pecho, Tusquets- y al instante se desabrocha el vestido, saca a relucir sus pechos y continúa: “Con estos pechos míos he dado de mamar a mis cinco hijos negros y también a unos cuantos niños blancos. ¿Acaso no soy una mujer?”
Junto a un grupo de reformadores y amigos, Sojourner Truth trabajó para mejorar la condición de los afroamericanos, en el reclutamiento de voluntarios negros para el ejército de la Unión en la guerra de Secesión (1861-1865), en la concesión de tierras estatales para quienes habían sido esclavos, aunque sin éxito (1870).
Hasta sus últimos años defendió a través de discursos y conferencias, la abolición de la esclavitud, la igualdad entre hombres y mujeres y entre blancos y negros, el sufragio universal, mejoras en las cárceles, la supresión de la pena de muerte.
Fue recibida por dos presidentes en la Casa Blanca: Abraham Lincoln y Ulysses S. Grant. En 1872 quiso votar en las elecciones presidenciales, pero se lo impidieron… ¡por ser mujer y por ser negra!
Sojourner Truth murió en su casa un día como hoy, 26 de noviembre, de 1883, a los 86 años de edad, en Battle Creek, Michigan, Estados Unidos. A su funeral acudieron más de 1.800 personas y ciudadanos destacados portaron su ataúd. Está enterrada junto a su familia en el cementerio Oak Hill de Battle Creek.
Recordada como una de las principales líderes del movimiento abolicionista y una de las primeras defensoras de los derechos de la mujer, figura en el Salón Nacional de la Fama de Mujeres creada en 1969, cuya misión es: «honrar a perpetuidad a las mujeres ciudadanas de los Estados Unidos de América cuyas contribuciones a las artes, deportes, negocios, educación, gobierno, humanidades, filantropía y ciencias, han sido de gran valor para el desarrollo de su país».
En 1997 un vehículo robótico de la NASA en el planeta Marte fue llamado "Sojourner" en su honor, y en 2009, Michelle Obama y Hillary Clinton honraron su figura con la colocación de un busto en la Galería de Emancipación del Capitolio en la capital de los Estados Unidos.