OPINIóN
Cambio climático

Aprender de los incendios en Corrientes

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Esteros del Iberá. El fuego dañó más del 40% del Parque Nacional y atentó contra su biodiversidad. | cedoc

Los lamentables hechos ocurridos en Corrientes, donde diversos focos de incendio en la provincia alcanzaron más del 15% de su territorio –dejando daños económicos, sociales y ambientales–, tienen mucho que enseñarnos respecto de la crisis climática que estamos viviendo.

Aun teniendo su origen en la acción descuidada del hombre, sabemos que los incendios han logrado tal magnitud fruto de los avances del cambio climático y de nuestra falta de compromiso con una agenda que marque acciones concretas para prevenirlos. A lo largo del mes de enero de este año, Corrientes sufrió una ola de calor con temperaturas que rondaron los 40° C durante 13 días consecutivos. Sumado a esto, los meses de diciembre y enero mostraron niveles de precipitaciones muy por debajo de los normales y habituales para la época.

Lejos de ser un hecho aislado de esta provincia, 19 ciudades a lo largo de todo el territorio nacional vivieron la noche más cálida de su historia. Y si queremos remontarnos a una revisión histórica, hace 11 años consecutivos que las temperaturas medias anuales de Argentina están por encima de lo normal. Esto es una muestra fehaciente del calentamiento global y de que los fenómenos climáticos extremos, como ser las olas de calor y las sequías, se irán exacerbando dando lugar a riesgos crecientes de incendios de esta magnitud, o mayores incluso.

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Si analizamos el fenómeno particular de los incendios que afectan territorio con vegetación, encontraremos una problemática adicional. Las imágenes satelitales tomadas al momento de los focos demostraron que la calidad del aire en Corrientes tenía valores alarmantes de gases generados por el fuego. Estos gases, además de impactar sobre la salud humana, también lo hacen sobre el calentamiento global, retroalimentando el problema. Los incendios constituyen un círculo vicioso que preocupa en nuestra lucha contra el cambio climático.

Lo que ha vivido Corrientes –y acontecimientos similares que hemos padecido en otras partes de Argentina en los últimos años– debería convencernos también de que la crisis climática es una crisis global y compartida.

El cambio climático no va a diferenciar a los que más hayan aportado a esta problemática respecto de los que podamos haber tenido menor impacto. Argentina representa menos del 1% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, mientras que países como EE.UU. y China superan el 20%. Estos números, que pueden ser utilizados para eximirnos o reducir nuestra responsabilidad, no impedirán que padezcamos la crisis climática y sus peores efectos. Todo lo contrario, la crisis climática será más dañina para los países y comunidades más vulnerables, acentuando diferencias e injusticias en su camino.

Los daños sufridos en Corrientes por los fuegos que arrasaron producciones enteras, que dejaron a personas sin hogar y sin sustento, que dañaron más del 40% del Parque Nacional Esteros del Iberá y atentaron contra su biodiversidad hoy indican que ya no es suficiente con el simple hecho de agilizar una agenda ambiciosa de descarbonización de la economía en pos de colaborar con la mitigación del cambio climático. Es necesario que se tomen medidas y planes inmediatos con diversos horizontes de tiempo para generar herramientas de adaptación a los fenómenos climáticos extremos que ya están con nosotros y que irán creciendo si no actuamos en consecuencia.

Es de suma importancia que estos aprendizajes no pasen inadvertidos y que nos permitan concientizar y capacitar a la población para enfrentar activamente esta problemática, que debería ser la principal prioridad en la agenda global y local. El horizonte será tanto más devastador si no incorporamos la necesidad de adaptarnos al cambio climático de forma urgente.

*Profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Austral. Ingeniero industrial con especialización en Desarrollo Sostenible, Cambio Climático y Energías Renovables.