OPINIóN
Rol fundamental

Ausentismo paterno y criminalidad juvenil

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Adolescencia. Etapa clave cuando no hay una figura de padre. | cedoc

Existen numerosos estudios que relacionan la ausencia del papá en la vida educativa de los hijos con un mayor riesgo de permanecer sin estudiar ni trabajar por períodos prolongados, así como también con mayores índices de violencia, criminalidad, adicciones y transgresiones a la ley. Tan es así, que en Estados Unidos el 70% de los delincuentes, homicidas y violadores juveniles crecieron sin padre.

Llad Phillips y William Comanor, economistas de la Universidad de California, basados en el reporte realizado anualmente por el Center for Human Resources (Ohio State University), siguiendo a más de 15 mil adolescentes, encontraron una importante asociación estadística entre la ausencia del padre y la delincuencia/violencia juvenil: el riesgo de actividad criminal en la adolescencia se duplica para varones criados sin una figura paterna. En el caso de una madre ausente el impacto de esta variable es casi nulo. Por otro lado, West y Konner, dos antropólogos, encontraron que las culturas con mayor involucramiento del padre en la crianza de los hijos son menos violentas.

¿Por qué tanta responsabilidad sobre los hombros del padre? ¿A qué se debe esto? Principalmente a que es fundamental el papá en el desarrollo de las competencias sociales de los hijos, en el autoconocimiento y la seguridad (principio del desarrollo de la autoestima inicial), el autocontrol (capacidad de controlar impulsos, la capacidad de postergar en el tiempo la gratificación, de resistir el impulso a actuar para gratificarse en un momento determinado) y la empatía (registrar y tener en cuenta los sentimientos de otras personas), siendo el mejor predictor de empatía en el adulto el haber tenido un padre involucrado, pues nos da la posibilidad de tener un buen registro del sufrimiento del otro, inhibiendo así la agresión. Como expresa Shirley Moore, de la Universidad de Illinois, “los niños de padres cariñosos tienden a incorporar los valores paternos, como la consideración y la justicia en las relaciones interpersonales, a su propio estilo de vida”.

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Evidentemente, lo planteado hasta aquí no es determinante, pero sí estadísticamente probable. Es aquí donde ingresa la libertad humana y la posibilidad de realizar actos fuera de la ley a pesar de tener un padre o viceversa. De todas maneras, considero que debería invitarnos a reflexionar sobre nuestra función como padres. Entendemos que nuestros hijos son libres y que quizá puedan elegir mal, pero de nosotros depende reducir al mínimo las posibilidades. ¿Y esto cómo lo hacemos? Involucrándonos en la vida de nuestros hijos (es decir toda mi persona, no solo mis bienes), perder tiempo con ellos jugando o solo estando, conocerlos y esforzarse para que nos conozcan, establecer límites en un ambiente de amable exigencia, ayudarlos a posponer gratificaciones y esforzarse día a día en pequeñas cosas: como tender la cama, ayudar a los demás, hacer bien lo que debe hacer. Además, y sobre todo, debemos estar disponibles, disponibles para escuchar, acompañar y, solo a veces, disponibles para dar indicaciones.

De este modo la presencia de un padre será el mayor predictor de un hijo seguro, empático y responsable de sus actos.

*Profesor de Ética de la Familia, del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.