OPINIóN
La columna de la UB

Imaginarios y representaciones sociales de la enfermedad mental

La enfermedad puede concebirse como un evento destructivo, liberador o producto de una ocupación

La posibilidad de tener un accidente cerebrovascular llega al 25%.
La posibilidad de tener un accidente cerebrovascular llega al 25%. | Mia

Serge Moscovici es el autor de la Teoría de la Representaciones Sociales, consideradas como un conjunto de conceptos, afirmaciones y explicaciones que se originan en la vida cotidiana y en las comunicaciones interindividuales, y constituyen un “murmullo incesante” en el diálogo entre individuos y grupos.

Equivalen a los mitos y sistemas de creencias, y representan, de este modo, una versión contemporánea del sentido común, también denominado pensamiento natural. Se originan en innumerables diálogos en diferentes microcosmos, tales como las charlas en los cafés y reuniones y, trasladado a la época actual, en el entrecruzamiento de comunicaciones en las redes virtuales.

Las representaciones sociales son un tipo de conocimiento específico: un conocimiento del sentido común que permite que nos orientemos y aprehendamos el mundo de la vida cotidiana. Como visión consensuada de la realidad, ofrecen la posibilidad descubrir y ordenar la realidad.

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Son conocimientos prácticos socialmente construidos y compartidos intersubjetivamente. Portan emociones, ideas, imágenes e incluso el discurso ideológico no institucionalizado. Moscovici reivindica el conocimiento creado por el sentido común, el pensamiento corriente en la vida cotidiana. Lo considera como un producto completamente original.

El autor plantea que las representaciones sociales emergen masivamente en momentos de crisis. Por ejemplo, cuando aparece una enfermedad. Se trata de una disrupción en el suave transcurrir de la vida humana, algo inesperado que irrumpe en la cotidianeidad y se hace necesario explicarlo, para encontrar sus causas. Por lo tanto, las personas acuden a múltiples fuentes de significado para este fenómeno: a la medicina alopática, a la homeopática, a terapias alternativas, regionales, históricas e incluso a ritos y costumbres de otros pueblos.

La enfermedad puede concebirse como un evento destructivo, liberador o producto de una ocupación, y genera diferentes respuestas: la exclusión, el miedo al contagio, a la pérdida de la distancia, a la irrupción de la maldad y de la violencia.

Desde la perspectiva del imaginario social, podemos considerarla como un producto social para gestionar el desorden en eventos vitales, utilizado para construir la realidad social. Permite percibir, explicar y actuar. La persona experimenta una vivencia, percibida como enfermedad. El imaginario social lo organiza ante la situación y le provee imágenes del futuro, sobre el cambio que debe afrontar, además de generar explicaciones sobre aspectos parciales de su nueva situación.

El psicofármaco forma parte de los recursos posibles como elementos reales disponibles, respuestas no siempre unitarias ni coherentes, sino expuestas a consideraciones contradictorias, de acuerdo con los diferentes imaginarios sociales existentes en las diversas escuelas de conocimiento. La definición de la etiología de la enfermedad acarrea muchas maneras discriminadas de “curar”, y esta respuesta está multicondicionada por enfoques sociales, biológicos, ideológicos y también míticos. No hay respuestas únicas a fenómenos complejos.

(*) Decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Belgrano