En este Día del Padre, muchas personas podrán abrazar a los suyos, otras los saludarán virtualmente. Hay quienes han perdido a sus padres durante esta pandemia y familias que, desde hace años, los conservan en sus corazones. La fecha nos da la ocasión de reflexionar acerca de por qué la comunicación es la puerta de entrada para generar vínculos de afecto y comprensión, y por qué, a veces, solo entendemos a nuestros abuelos o padres cuando nos toca transitar las mismas circunstancias que ellos transitaron.
La comunicación y el diálogo afectivo nos enriquecen cuando podemos comunicar nuestros deseos y nuestras necesidades, reconociendo vínculos verdaderos y donándose al otro. Durante generaciones, los varones fueron educados para mostrarse fuertes y ocultar su emotividad, pero a partir del confinamiento muchos redescubrieron sus entornos familiares y laborales.
La casa se convirtió en oficina, la rutina y la vida social sufrieron modificaciones, nuevos juegos y charlas comenzaron a compartirse en familia. Padres e hijos empezaron a conocerse como si fuera la primera vez, lo que implica acortar distancias y entenderse generacionalmente.
Muchas novelas y películas han retratado muy bien la dificultad de los vínculos parentales. Un buen ejemplo es la serie de televisión argentino-española Vientos de agua (2006), del director Juan José Campanella. En esta, se cuentan en paralelo dos historias de distintos momentos históricos: por un lado, un inmigrante asturiano anarquista que debe emigrar a Argentina en 1935 y, por el otro, el relato de su hijo que debe irse a España por la crisis de 2001. Recién al final de la serie, ambos descubren que no se conocen, comienzan a comprender sus vivencias como inmigrantes y se animan a contar lo que realmente les sucedió. Así, descubren lo importante que es aprender de la vida del otro.
La comunicación intergeneracional y los vínculos siempre han sido difíciles de conformar. La humanidad avanza en términos científicos, pero aún cuesta encontrar la manera de expresar las emociones, las tristezas profundas, las frustraciones y los grandes amores, ya sea por vergüenza o temor al juicio del otro. Cuesta decir “te quiero”, “te necesito” o “perdón por no entenderte o no saber cómo comunicarme con vos”.
Como ha expresado el autor Daniel Goleman, la inteligencia emocional es fundamental para tener un equilibrio, y es un don, ya que transmitimos con las miradas, los gestos, posturas y abrazos. En tiempos de distanciamiento social, podemos lograr esta cercanía solo con un diálogo más profundo, afectivo y empático, para entender el alma del otro.
Por ello, ¡gracias! a tantos padres en su día. Por todo lo que hicieron por sus hijos y sus familias. También a aquellos que cumplieron un rol paternal en pandemia con valentía y compromiso, desde hogares de acogida de niños y niñas, y desde comedores comunitarios. ¡Gracias! a los padres que cuidaron a sus familiares mayores, a los padres consagrados –sacerdotes– que cuidaron a sus feligreses, y a los médicos, que fueron “padres” de sus enfermos con covid-19 y que dejaron su vida en los hospitales. Como dice el poeta alemán Friedrich Schiller: “No es la carne y la sangre, sino el corazón lo que nos hace padres e hijos”.
A ellos, nuestra admiración por todo lo que hacen por sus familias y por la sociedad, y también un recuerdo para los que no están con nosotros y han dejado su testimonio de vida, porque, en palabras de Víctor Hugo, “siempre nos sentiremos pequeños a su lado”. Gracias por sus diálogos afectivos que tanto nos enseñaron en esta pandemia.
*Politóloga, socióloga y profesora de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.