Dijo Cristina F. de Kirchner en su defensa por el caso del memorándum a Irán y en referencia a la opinión pública: “Parece ser que solamente se rigen por lo que ven en los diarios. No pueden tener pensamiento propio para poder analizar un poco más profundamente de lo que sale en la televisión. Así nos va y así nos va a ir a los argentinos”.
En esta afirmación, que no es la primera vez en la voz o escritura de CFK, y que cuenta con la coincidencia de gran parte de la dirigencia política, hay varias cuestiones que involucran fuertemente a la teoría y la práctica política y que comprende la conciencia del ciudadano frente a lo que suponemos es la realidad. Esta aseveración supone que contando con medios amigables la política, en este caso oficial, tendrá mejor percepción sobre la evaluación de la gestión. Inclusive con ese apoyo o no se pueden ganar o perder elecciones.
De Perón a Aznar. Perón interpela esta posición cuando decía: “contra los medios gané; con los medios, perdí”, respecto al triunfo del ´46 y la caída del ´55. Durante la primera campaña electoral que ganó Perón, los grandes diarios no incluyeron espacios de información o publicidad de la Junta Nacional Coordinadora, mientras apostaban por la Unión Democrática. El nombre de Perón era soslayado o categorizado como fascista. Fueron los medios los que denunciaron “las patas en la fuente”, y la expresión fue capturada por el peronismo con orgullo antioligárquico, como un símbolo de la gesta. En cambio, en el ´55 la comunicación política estaba fuertemente controlada por el Estado, lo que hacía de la censura una práctica común en los medios. Pero, circulaba en forma reservada una voluminosa propaganda clandestina en papel y copias en carbónico, por falta de espacio en los grandes medios. Eran las redes de la época.
Décadas después se va a producir el bautismo de las redes en los atentados del 11 de marzo de 2004 en la estación de trenes Atocha en Madrid. Ese día, la intercomunicación a través de celulares permitió reunir una muchedumbre en repudio a la posición del gobierno de José María Aznar frente al atentado, por el que había acusado a la ETA. También aquél fue un ejemplo de connivencia entre empresas de comunicación y política con intención manipuladora; pero fracasó.
La acción social, muchas veces, logra sortear o desbordar los acondicionamientos de lo establecido, y sorprende a los observadores y también a los medios de comunicación. Y construye, de este modo, su propio universo de hacer política como un producto único e incontrolable.
Teoría. Esta teoría general de la manipulación que fue formulada hace unos 80 años y ha encontrado el apoyo de destacados ensayistas como, entre otros, Giovanni Sartori, que escribió uno de sus ensayos más divulgados con un título elocuente: Homo Videns: la sociedad teledirigida. Habría que agregar a otros, como el destacado intelectual Noam Chomsky, el sociólogo alemán Niklas Luhmann, Ignacio Ramonet; etc. Somos conscientes de la creciente incidencia de los modos de representación social hecha por los medios tomados de la propia sociedad, sabemos de sus intereses comerciales y sus adhesiones ideológicas, pero discrepamos de creer que haya una efectividad automática sobre la subjetividad de los hombres y mujeres. Si creyéramos eso estaríamos considerando a la construcción de la propia individuación en manos de un otro fantasmático. Entonces no habría alguien libre que ocupa las calles y lucha por sus propias convicciones.
En la dialéctica emisor/receptor media la cultura, la memoria histórica, lo aprendido. No es un vínculo directo sin “terceros” en el medio. Hay un reprocesamiento del mensaje que le llega al ciudadano que interpreta lo recibido. Si no fuera así, entonces, cual es el lugar de actor, masa, multitud o agrupamiento, sino exclusiva alienación. En definitiva, se trataría, de la finalización de la conciencia por los dispositivos del poder dominante. Los aparatos ideológicos de los grupos concentrados lograrían una subordinación homologable a los estudiantes robotizados de la película The Wall cuando, parados en una cinta transportadora, van a caer a una picadora de carne.
Despolitización. Sospechamos que la referencia culpable a los medios, más allá de sus responsabilidades, es una excusa en tiempos de despolitización, de la ausencia de una construcción propia de fuerza ciudadana para actuar y para crecer, cosa que no ocurre. Si se ganan o pierden las elecciones la que interviene, sin duda, es la política.
Hoy hay duplicidad ciudadana en su doble carácter de receptor y emisor, ampliándose el universo de ésta última y planteando un nuevo interrogante de la política en tiempos de crisis democrática: ¿estamos frente a una nueva ciudadanía, fruto de la revolución digital?
Existe el deseo de parte de los políticos de alcanzar un nivel óptimo de persuasión que provoque actitudes favorables a sus ideas. Pero, cuando esto ocurre se debe a la existencia de predisposiciones positivas respecto al emisor y; por lo tanto, a su mensaje. Hay un contrato tácito entre medios y públicos, que convierten en verosímil la información y la edición de los medios afines. No hay hasta ahora evidencia empírica que legitime que la inyección que ejecutan los medios en la mente de los ciudadanos-objeto logre una efectividad que esté a la altura de la denuncia. Pero, creemos que sí tienen influencia y forman parte de la constitución de la agenda pública de cada día.
Ahora, hay que contabilizar las nuevas formas de comunicación que involucra a los grandes grupos económicos de información y entretenimiento, junto a múltiples voces que aparecen a partir de internet, y que no hay un hermano mayor que les dicte el contenido. Por el contrario, emergen las innovaciones, las interrelaciones por todas partes dentro de un mundo hegemonizado, pero no cerrado como la Europa del siglo XIII. El sistema intenta algún grado de control, pero a su vez promueve el descontrol por la innovación que generan sus mercados en expansión. Hoy tenemos rangos de libertad más amplios que nuestros abuelos y eso se nota; salvo para los que se quedan congelados dogmáticamente y no advierten la evolución de las cosas. Lo que me gusta o no me gusta no puede alcanzar estatura científica; lo que me conviene o no conviene, menos.
Libertad. Los únicos modelos claramente hegemónicos y con un máximo grado de eficacia en la comunicación gubernamental fueron el III Reich y la Unión Soviética, con sus diferencias. Alcanzaron, en su momento, un alto nivel de condicionamiento subjetivo de sus poblaciones. Pero, desaparecieron para siempre. La evolución política y cultural del propio sistema dominante los convirtió en cenizas. Podríamos agregar el modelo político-comunicacional de China: pero no podría extenderse fuera de sus fronteras.
Para nosotros sigue teniendo vigencia lo experiencial; tanto en lo laboral, como lo familiar, lo barrial, lo social en general. En el vínculo social se fabrica comunicación, por supuesto bajo el condicionamiento de la cultura, pero no a tal punto para establecer un único texto, un único relato de la vida política y social dado por la TV, la radio o las redes. O sea, que la posibilidad insurgente, interpeladora del status quo sigue estando a disposición de la libertad.
Cabe preguntar entonces donde está el poder, y qué relación hay entre él y las empresas de comunicación. Estamos en una etapa civilizatoria que se caracteriza por la centralidad sistémica occidental fundada en el capitalismo, la democracia liberal y el individualismo, con una dinámica continua de legitimación. Para ese proceso de legitimación civilizatorio los grandes medios juegan un papel importante, al confirmar el marco axiológico del sistema mundo y también juegan en el escenario local, inclusive tomando posición política, aunque esto no se lo diga expresamente. Otro actor es la educación y otro es el grupo familiar. Antes era la religión, pero ha perdido poder de penetración en los pueblos. Pero, así como en la historiografía se distingue la periodización entre edades, no es comparable la hegemonía de hace siglos a la actual. Comprender esta diferencia da mucha luz sobre los rasgos de la actual.
Grieta. Respecto a la incidencia en nuestra vida pública nacional, los medios en general se ordenan alrededor de la grieta. Lo que producen, según las investigaciones cualitativas, es reforzar las identidades políticas existentes, cuando estas son observables para el receptor (muchas veces la asignación a un medio no es advertida por el público en general). Y, a pesar del esfuerzo que hacen en tiempos electorales para subrayar sus apologías y rechazos en términos efectivos de votos, lo que consiguen es poco significativo.
Si localizamos en el hemisferio occidental el espacio del poder en el planeta, no podemos dejar de mencionar, aunque no es el objetivo de esta nota, un extraordinario interrogante que se abre con la aparición de la República Popular China generando una bipolaridad inesperada.
La dominancia occidental se derrama desde el poder de los países centrales hacia la base en que se asienta el sentido común. Ese dominio está concentrado correspondiendo a una dinámica propia sistémica de que el poder político, económico y cultural esté en pocas manos. Y que la madre raíz es la propiedad privada de la producción de riqueza. Por supuesto que en las cadenas de comunicación dominantes esto no es cuestionado porque son parte del dispositivo. Pero, esto no evita que ciudadanos, partidos políticos, fracciones, puedan hacerlo. Pero, hay que diferenciar entre fenómeno comunicativo y mercados. Al que produce o circula la noticia como mercancía, hay que controlarlo y evitar las tendencias a la monopolización, natural en el capitalismo, contando con legislación al respecto.
Nuestra referencia es sobre el grado de penetración efectiva o no de los medios masivos en la ciudadanía; y no creemos en un sujeto idiota frente a la catarata de información, noticias falsas, operaciones, ediciones, etc. No identificamos a un receptor como un recipiente vacío al que se llena de contenido. La política debería descubrir los caminos por los cuales los grupos sociales envían señales que no ocupan las primeras planas.
Sino fuera así: ¿cómo explicaríamos los consensos, el conflicto, las revoluciones, las diversas formas de desobediencia en la sociedad civil y la sociedad política? Los medios con su importancia se convierten en difusores de noticias y acontecimientos que son puestos en valor según su visión o interés. La idea del sometimiento de los ciudadanos a los medios es posible solo ante la impotencia de la política.
*Sociólogo. Titular de la consultora Ricardo Rouvier y Asociados.