OPINIóN
Redescubrimiento de la ciencia

El rol de los educadores en tiempos de pandemia

1-11-2020-Logo Perfil
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En los inicios de la pandemia, cuando las personas empezaron a manifestar cierta preocupación por posibilidad de contraer el virus, los medios comenzaron a hacerse eco sobre un término subestimado: la salud mental. De acuerdo a la OMS, la salud mental no solo refiere a la ausencia de un dolor físico, implica además un estado de bienestar tal que el individuo es capaz de identificar sus aptitudes y afrontar las diferentes dificultades en su vida.

De este modo, salud mental y física constituyen la base para el bienestar y el funcionamiento adecuado de las personas. En este punto, el miedo, la preocupación y el estrés son respuestas normales cuando nos enfrentamos a situaciones desconocidas, y es esperable que experimentemos estos sentimientos en un contexto inusual o adverso.

En el ámbito educativo, adueñarse de los aportes de la psicología positiva puede contribuir a la fundación de un panorama más alentador. Por ejemplo, a través de gabinetes de bienestar, el modelo de Educación Positiva promueve una serie de métodos y estrategias destinados a alcanzar y optimizar los recursos y fortalezas de las personas en pro de su bienestar integral.

En este sentido, el modelo Perma destaca cinco elementos claves como promotores del bienestar. El primero refiere a las emociones positivas subrayando la importancia de incrementar las emociones como la alegría y el optimismo. El compromiso refiere al involucramiento en actividades que producen equilibrio y mediante las cuales se experimenta la famosa sensación de que el tiempo pasa “volando”. Las relaciones positivas, que incrementan la sensación de seguridad y contención, funcionan como un importante soporte emocional.  Y el significado: el hecho de percibir que las actividades que uno realiza tienen un propósito tanto para uno mismo como para terceros. Finalmente, los logros proveen la sensación de que se están alcanzado las metas deseadas, aumentando el sentido de dominio y la eficacia.

Actualmente, las instituciones educativas son un espacio fundamental para el fomento del autocuidado. Más allá de las responsabilidades estrictamente académicas, se debe generar espacios de ocio y actividades saludables que devuelvan algún tipo de placer durante el camino. Destinar tiempo para construir y afianzar lazos con otras personas, compartiendo las preocupaciones y sentimientos, e incluso ciertas actividades como el yoga o el mindfulness, contribuye favorablemente al desarrollo de nuestro bienestar.

Hoy podemos hablar de un redescubrimiento de la ciencia, y de su rol en la sociedad como medio para proponer soluciones, basadas en la evidencia, que contribuyan a gestionar las dificultades de la población. Ante el conocimiento producido que reivindican la importancia del bienestar, su impacto en la salud, en el rendimiento académico y también en el laboral, nos encontramos en un momento oportuno para repensar el papel que deberían desempeñar las instituciones educativas.

Este posible rediseño implicará nuevos escenarios y roles para todos los actores involucrados, dejando de lado las actividades curriculares más tradicionales, y destinando esfuerzos para la inclusión de prácticas que promuevan el bienestar de toda la comunidad. En este sentido, es necesario seguir propiciando debates que inviten a los especialistas a construir la educación del futuro bajo estos nuevos paradigmas. Sin ir más lejos, en el último Congreso Innova Educa 21, expertos del ámbito educativo se congregaron para dialogar sobre la importancia del bienestar y la educación como vehículos para la transformación humana.

En definitiva, debemos estar a la altura de esta oportunidad histórica para desarrollar una nueva educación permeable a la ciencia y que apunte al bienestar como medio para el desarrollo individual y colectivo.

*Investigador de la Secretaría de Investigación y Transferencia Científica de la Universidad Siglo 21.

Producción periodística: Silvina L. Márquez.