Las fotos del poder ya no deberían ser únicamente de hombres. Las razones son muchas. Los medios deberían tomar nota de ello. Esas imágenes que publican sólo de políticos varones cuando hablan de política –ignorando una y otra vez a las mujeres–, deberían acabarse. No son justas ni representativas de lo que estamos viviendo en América Latina. El poder ya no es exclusivamente masculino. Y no debería ni siquiera pensarse de esa manera. Aún cuando muchos prefieren ignorarlo, en las últimas décadas, la mayoría de los países de la región ha impulsado reformas institucionales para facilitar que las mujeres compitan de manera más igualitaria con los hombres.
Los datos son contundentes. Según el Observatorio de Reformas Políticas en América Latina, se han realizado 45 cambios en las reglas que rigen el modo en que los partidos registran sus candidaturas en 17 países desde 1991. Es decir, en los regímenes electorales de género. Estos cambios han supuesto una poderosa transformación en la representación descriptiva de los Congresos, donde las mujeres alcanzan un promedio regional de 34,9 puntos porcentuales (Cepal 2022), siendo el mayor número de la historia constitucional. Motivados por esas transformaciones, en nuestro nuevo libro sobre “La construcción de las democracias paritarias en América Latina” (Iijunam, INE e IIDH 2022) nos preguntamos por qué unos Congresos tienen más legisladoras que otros y cuáles continúan siendo los obstáculos que enfrentan las mujeres que participan en política.
Los resultados son muy diversos, pero hay claves que permiten entender las razones que hacen que unos legislativos superen el 50% de mujeres (México); otros tengan poco más del 40% (Bolivia, Costa Rica, Argentina, Granada y Perú) mientras algunos no alcanzan el 20% (Guatemala, Colombia, Paraguay o Brasil). Tres hallazgos claves ayudan a entender estas diferencias. Primero, la existencia de reglas fuertes. Cuanto más paritario sea el régimen electoral de género, mayor será la representación. Segundo, el activismo de los movimientos feministas y de mujeres, exigiendo la adopción de reglas fuertes y su implementación efectiva. Tercero, la presencia de aliados activos. Las reglas solas no pueden generar los cambios necesarios y necesitan actores críticos a favor de la igualdad de género para equilibrar la cancha.
A pesar de estos avances, los problemas continúan. Hemos identificado cinco obstáculos que debilitan la implementación de las reglas (cuotas y/o paridad de género). Primero, el problema normativo: el diseño del régimen electoral de género es deficiente. Por ejemplo, se aplica solo a las precandidaturas, permite a los partidos sustituir a mujeres por hombres o no prevé mecanismos de revisión ni sanción. Segundo, el problema de la implementación: el régimen puede ser fuerte, pero su implementación debilita sus efectos. Por ejemplo, puede exigir paridad pero que el sistema electoral filtre el efecto de las reglas, como cuando se usan distritos pequeños, mayoría relativa, voto preferencial o listas abiertas, lo que suele penalizar la elección de mujeres.
Tercero, los partidos: sus prácticas patriarcales y la escasa democracia interna hacen inefectivas las reglas. Los partidos están generizados y con ello dificultan el acceso de las mujeres a las candidaturas y a los puestos de liderazgo. Cuarto, la debilidad organizativa de la sociedad civil: cuando las organizaciones de mujeres no existen, no son capaces de presionar y/o movilizar a favor de las cuotas o la paridad de género y/o tienen otras agendas prioritarias. Quinto, el actitudinal: ser mujer desafía el orden establecido, por estereotipos y prejuicios que las minimizan y cuestionan en sus capacidades y las hacen ver como inferiores frente a un supuesto expertise natural de los hombres.
América Latina está viviendo una revolución democrática, que busca cambiar formas históricas de exclusión. Si bien esa transformación está ocurriendo con mayor intensidad y mejores resultados en unos países más que en otros, se están sentando las bases para que ya no sea posible pensar (y vivir) en una democracia sin mujeres. De ahí que las fotos del poder deban reflejar ese cambio.
*Investigadora. Coordinadora General del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina.