OPINIóN
DEUDA PENDIENTE

Las juventudes como actores

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Dedo acusador. Se los consideró los responsables de la expansión del virus. | cedoc

Todo se siente más en las juventudes: los triunfos y las derrotas, los aciertos y los errores. Es esa sensibilidad a flor de piel que llevan a diario, que les genera un sinfín de emociones existenciales, afectivas y de compromiso para con lo que sucede a sus alrededores y los moviliza a enmendar todo lo que consideran injusto. 

Son quienes nos ayudan a razonar, a entender y ampliar concepciones, valores y tradiciones que por historia pensábamos que eran correctos pero que, en realidad, encerraban oscuridad, injusticias y discriminación. De alguna manera, nos enseñan y nos invitan a vivir en un mundo mejor, en una sociedad más justa y tolerante, así como en un planeta más sustentable.

En este contexto, si bien las banderas políticamente correctas de los más jóvenes encuentran adhesiones y apoyo, lamentablemente en algunos ámbitos de los más variados encuentran lo contrario al negarse al recambio generacional. Es ahí cuando, en vez de invitarlas a ser protagonistas, se esfuerzan en invisibilizarlas por una inexistente falta de capacitación.

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En situaciones como estas, ya sea en un ámbito laboral, académico o el que fuera, pareciera que a las juventudes se les pide más, invirtiéndose la carga de la prueba, estando obligadas a demostrar más que el resto y cayendo entonces en la postergación de un futuro que nunca llega. Otro ejemplo de ello se da en las limitaciones de edad para participar en cargos electivos. De hecho, a nivel nacional, se requiere tener, al menos, 25 años (diputados) o 30 (senadores) para poder presentarse.

Otro escollo que padecen las juventudes es ser la franja más castigada cuando de echar culpas se trata. De hecho, se lo ha visto mucho durante la pandemia, donde en reiteradas oportunidades hemos escuchado reproches que consideraban a los más jóvenes como únicos responsables de la expansión del coronavirus. Una visión sesgada, hipócrita, que en definitiva, y como tantas veces en la historia y en la vida, intenta encontrar culpables que no están en igualdad de condiciones con respecto a quienes acusan. 

En esto hay que decir, a toda voz, que las juventudes como la sociedad entera han hecho un gran esfuerzo durante la pandemia. En la etapa más dinámica de la vida y donde todo está por hacerse, han postergado estudios, trabajos y vínculos porque creían en la necesidad de cuidarse y de cuidar a quien tenemos al lado. No caben dudas de que han empatizado y han ayudado a quienes no podían salir de casa por ser grupos de riesgo, haciendo las compras y trámites que sus familias, amistades o vecinos mayores no podían realizar.

En esta misma línea, hay que destacar que una gran mayoría de jóvenes cumple, y así lo ha hecho a lo largo de la pandemia, con las medidas de prevención, que usan tapabocas, que se llevan su equipo de mate adonde van, que respetan el distanciamiento y que siempre buscan cuidar su salud y la de las personas que tienen a su lado.

Indudablemente, hay una deuda pendiente con las juventudes a nivel global que nos moviliza a extirpar el estigma de que no están preparadas para determinadas cuestiones, ya que no pueden estar solo aptas para recibir críticas, ser penadas por la ley o elegir a sus representantes, sino que también merecen las oportunidades para convertirse en protagonistas de los ámbitos en donde se desempeñan. 

Claramente, la constancia, el compromiso y la sensibilidad para trasformar la realidad no entienden de edades sino de vocación, espíritu y convicción por vivir en una sociedad mejor. Por eso, debemos acompañar y visualizar más que nunca a aquellos jóvenes líderes que, con su esfuerzo, trabajan a diario desde lo social, educativo, cultural, deportivo, y desde tantos ámbitos nobles de la sociedad civil, para mejorar la calidad de vida de sus comunidades.

*Abogado y director del Observatorio de Familias y Juventudes de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.