OPINIóN
Barrio Parque Avellaneda

Homenaje a una querida calle: Lacarra

Llamada así en homenaje a un militar argentino, de nombre Martín, que vivió entre 1777 y 1858, en ella el empedrado no se resigna a desaparecer.

Lacarra
Lacarra | Akil Varman en Pixabay

Con el ímpetu de lo novedoso y las paradojas del arrabal, acaso la creación de la calle Lacarra, ubicada en el barrio Parque Avellaneda, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, haya sido otra excusa para difundir el entusiasmo a través de respuestas que tenían que ver con las prioridades.

Llamada así en homenaje a un militar argentino, de nombre Martín, que vivió entre 1777 y 1858, en ella el empedrado no se resigna a desaparecer. Como desaparecieron  la vieja chacra “Los Remedios” y las casonas solariegas, los tambos, las quintas de verduras y los hornos de ladrillos, el tranvía de caballo y los pozos de agua con brocal de hierro labrado, los bañados y basurales de la vasta región de la cirujería.

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Los negocios cubren las necesidades más elementales y en varios de ellos, los clientes son atendidos como si fueran amigos o de la familia: la lavandería y tintorería de Lili y Elena; la farmacia de Fernando; la fábrica de pastas de Néstor; Jorge el electricista, y Jorge el del servicio técnico de computación; la librería y papelería de Rita y Oscar; el puesto de diarios y revistas de Estela; la librería y juguetería de Gina y Ethel; Marta la modista; Beatriz, Lito e Isidro en la peluquería de Félix César…

Sensible a la moda, ya tiene su Farmacity y su Día, maxiquioscos, gimnasios, dietéticas, barberías atendidas por venezolanos, el centro de copiado y gráfica digital, un paradero de bicicletas gratis las 24 horas todos los días del año, además de supermercados, fruterías y verdulerías, locutorios, estudios jurídicos, consultorios odontológicos, un taller de arte, una fábrica de lonas para la industria y el transporte, una residencia geriátrica, un salón de fiestas, EDESUR, la Asociación Lucha contra el Mal de Alzheimer de la República Argentina (A.L.M.A.), el Hogar Nuestra Señora de las Flores de las Hermanas de Don Orione…

Boedo, antiguo y tanguero

Se extrañan el diariero que cantaba antiguas canciones españolas, los remiseros Beto, Osvaldo, Roberto y Ricardo, la carnicería de Pochi, el afilador que no se cansaba de tocar timbres, la galletitería de Rosita, Lucio el electricista, un bar clásico como La Alameda, donde el beso furtivo podía permanecer durante varias semanas en un pocillo de café, aunque enfrente está la confitería y panadería “Bohemia”, con el alegre designio de volverse un hábito indispensable.

A Lacarra la transitan estudiantes y personal docente y administrativo del Jardín de Infantes Integral Nº 3,  la Escuela Primaria Nº 10, y las escuelas técnicas Nº 17 “Cornelio Saavedra” y Nº 23 “Casal Calviño”; vendedores de comida en bicicleta, empleados que hacen delivery, mujeres y hombres de la policía ofreciendo seguridad a todos aquellos que van y vuelven de sus trabajos, hacen compras, pagan servicios, salen a correr, cuidan a sus nietos, pasean a sus perros…

Barracas, barrio de tangueros y pintores

En dicha calle se encuentra el Parque Avellaneda, hermoso y muy bien cuidado, tiene un Centro de Salud y Acción Comunitaria, un área de juegos para niños y una calesita, se presentan conjuntos musicales, obras de teatro callejero, se realizan visitas guiadas, homenajes a gente destacada, se puede apreciar una escultura, “La tejedora”, de Luis Perlotti, que representa, a través de una anciana india, la madre de América; la primera Pileta-Solarium de la ciudad de Buenos Aires, obra del arquitecto milanés Gustavo Moretti; un Patio de Juegos, en su época un modelo para toda Sudamérica, que “incluía, además de grandes toboganes hoy desaparecidos, canchas de rayuela y de bolitas que aún se pueden apreciar, y un rincón de lectura.”

Una calle que no se deja llevar por el peso social de los apellidos. Quienes la habitan no son millonarios ni famosos: las luces de casas y departamentos se encienden muy temprano; unos tienen coche y  otros viajan en colectivo; unos medicina privada y otros obras sociales y hospital público. El frente de sus casas no es festín de formas, demasiada terquedad en sus colores y olores, las baldosas ofuscan los días de lluvia. Maltratada por los que la ensucian con papeles, latas, excrementos de los perros -haciendo caso omiso de los contenedores- y en un tiempo quemaban llantas en nombre de la bronca y la esperanza, sólo la animan el ruido del transporte público y privado, los murales de la “Murga Los descarriados”, el llamado a la vacunación de perros, la feria de los fines de semana, y, en este tiempo electoral que estamos viviendo, el despliegue de la grieta política en todo su esplendor.

Doce bares bien porteños

Nacida en la avenida Rivadavia al 8800, una vez que cruza la Avenida Eva Perón, la calle Lacarra se interna atrevidamente entre clubes privados, autopistas y barrios olvidados a su suerte, para morir detrás de los monoblocks de Villa Soldati, menos limpia y peor alumbrada, en un territorio donde las vicisitudes de la época azuzan los espíritus y hacen volver el corazón hacia el pasado.