Estamos atravesando un período de crisis socio-económica que es un eslabón de varias que ya hemos transitado en nuestra sociedad. Se observa una lógica y fuerte concentración de los esfuerzos en reducir el daño que pudiera generar y en una coyuntura que pone en agenda estos temas que representan la urgencia. Se entiende que es muy dificultoso que en el medio de la tormenta podamos contar con la lucidez para construir políticas de estado que permitan visualizar y resolver situaciones que se presentarán a corto y mediano plazo pero es menester realizar el esfuerzo.
En un mundo cada vez más globalizado, los estados ya se encuentran trabajando en dar respuestas a un contexto en el cual se observa que, las tecnologías de información, representadas por la Inteligencia Artificial, “Machine Learning”, Automatización, Big Data, Impresión 3D, vehículos autónomos y nuevas formas de producción y de brindar servicios, provocan cambios en los distintos ámbitos profesionales y en las relaciones del mundo laboral. Se proyecta una merma en puestos de trabajos no especializados a la vez de una creciente necesidad de cubrir nuevos perfiles de empleos que aún no conocemos en detalle pero que serán fuertemente demandados.
Los niños que transitan en el sistema de educación y los adolescentes que ingresan al sistema de educación superior observarán con el paso del tiempo, que requerirán incorporar nuevas competencias con gran velocidad. Ha llegado la hora de pensar en planificar un modelo de educación continua, que permita un acompañamiento formativo en todo el ciclo de vida profesional y no solo fuertemente aplicada a los primeros años de la misma como ocurre en la actualidad y por ello en el futuro será habitual observar en nuestras Universidades estudiantes de distintos grupos etáreos en fuertes procesos de actualización.
El futuro nos propone trabajar fuertemente en el aprendizaje y desarrollo de competencias genéricas (aprender a aprender, aprender a emprender, trabajo en equipo, comunicación verbal y escrita, entre otras) y en cada área profesional debemos estimular la enseñanza y focalizar sobre el “hacer” teniendo en cuenta los impactos positivos que representa la aplicación de las tecnologías. Ya nos encontramos viviendo situaciones cotidianas en los ámbitos de la medicina, el derecho, las ciencias económicas, la ciencia de la comunicación y las humanidades en donde la tecnología opera en forma transversal y ayuda a mejorar los servicios o productos que originalmente se gestionaban a través de modelos tradicionales. Sin dudas, este enfoque dará lugar a la creación de carreras híbridas que considerarán fuertemente la inclusión tecnológica en las carreras universitarias.
Estamos inmersos en una era de profundos cambios y da la sensación que el único capital que no pierde valor es aquel vinculado con la generación del conocimiento. Es hora de trabajar seriamente en estos temas porque una vez que superemos estos momentos de urgencias, tal vez sea demasiado tarde para competir en la carrera de la búsqueda del conocimiento en la cual las naciones desarrolladas ya se encuentran trabajando. Esperemos que el árbol nos permita ver el bosque.
Marcelo Zanitti es Director del Instituto de Investigaciones en Ciencia y Tecnología, Facultad
de Ingeniería (USAL).
CP