Cuando iba a la facultad de psicología aprendimos que el chiste según la teoría de Freud implicaba un proceso de desplazamiento y condensación, mecanismos presentes en el inconsciente y en el sueño. Aprendí así a revisar un poco mis relatos de sueños, donde las palabras hacían juegos raros en imágenes.
Esta semana hubo una polémica por un chiste en un medio masivo que aludía al cupo femenino y generaba este “chiste” (o al menos esa era la propuesta), sobre que si las mujeres llegamos al directorio, vamos a copar estos espacios hablando de George Clooney, tampones y dietas. Me pareció algo tan rico para analizar lo que sucedió en esa publicación como la posterior disculpa.
También a mis 20 años en la facultad pasaba mucho esta situación de enojarme o indignarme por algo y que me dijeran “bueno es solo un chiste”. Hay una política que sitúa la indignación en el terreno de lo no permitido para las mujeres. El no tener humor es una gran creencia extendida sobre las mujeres. Recuerdo ver videos de “hombres de negocios” hacer chistes, en zapatillas haciendo chistes con una soltura que nos habla de lo mismo: qué grado de informalidad se nos es permitido en el terreno de los negocios a unos y otras?
A las mujeres se nos señala la deficiencia de humor y allí vamos, más rígidas menos sueltas, tratando de ser serias, con planchita, trajecito y tacos aguja. Y es por esa falta de humor que se supone no tenemos que hemos aprendido a soportar la falta de respeto en parte. Nadie quiere ser una amarga, pero qué funcional ha sido entendernos así. Con nadie me río más que con mis amigas.
Ley de Cupo: La cuota femenina significa mucho más que representación cuantitativa
Lo bueno del efecto del chiste es que ese mecanismo de desplazamiento siempre alude a otra cosa: un contexto que tiene que ver con lo social. El chiste hace gracia porque alude a toda una sociedad construida con determinadas significaciones.
El tema es que ese campo social CAMBIÓ, por suerte desde que yo iba al CBC.
El humor se ha mofado y ha crecido, y sostenido negocios enteros sobre nuestros cuerpos y nuestros intereses. No coincido con degradar los temas que se supone hablamos: hablamos de hombres lindos, de gestión menstrual, y del peso de los estereotipos de belleza. Pero también hablamos de negocios y de equidad.
El chiste así como la sexualización en el discurso tiene que ver con llevarnos a terreno fangoso: al terreno de lo íntimo, lo afectivo, de los cuerpos, aquello que tiene que ver con la esfera de los privado para corrernos del discurso de lo público, de las decisiones y de la disputa del poder.
Esto no afecta solo a las feministas, esto afecta el respeto a todas las mujeres, a las que usan lenguaje inclusivo y también a las que lo desprecian.
Empujarnos al terreno de lo privado es el ejercicio que siempre se ha hecho, no es algo nuevo, es un mundo viejo. Necesitamos más opiniones femeninas y voces en todos los estratos, privados y públicos, aunque a veces no coincidamos con esas voces, porque lo que está en juego es la representatividad .
Señalar solo a las feministas hablando de lenguaje inclusivo busca la identificación de una gran mayoría que ve al lenguaje inclusivo algo del terreno de lo ridículo, y suerte efecto. Pero también entre activistas leí cosas que necesitamos erradicar. Pensar que hablar de nuestra gestión menstrual, de intereses sexuales es algo menor y minimizarlo es hacer el mismo juego: que hay conversaciones “menores” y que ya “evolucionamos” al terreno superior de ellos.
Apelar a la tolerancia cuando un chiste se basa en faltar el respeto es pedir que sigamos tolerando que nos ridiculicen. Lo políticamente correcto no es más que pedir respeto, porque la sociedad se edificó faltando el respeto a los cuerpos e intereses de las mujeres.
El respeto se ejerce, no se escribe. No es respeto a las feministas, es respetar a las mujeres.
La gnoseología de una disculpa es un terreno muy rico para analizar el lenguaje pero no nos engañemos: queremos hablar de negocios, y aún así a muchas nos gusta George Clooney, aunque “ya se le pasó el tren” (es un chiste).
* Psicóloga, Magister en Género y Políticas y CEO Bridge The Gap.