Just Look Up –tema cantado por Ariana Grande– parece ser el mensaje de la película. No miren arriba, protagonizada, aquí vale la pena utilizar el término astronómico, por una constelación de estrellas de Hollywood. Esta comedia satírica puede ser interpretada como una crítica a la dirigencia política, a los medios de comunicación, a las redes sociales y a los científicos, aunque quedan bien parados, como es la intención del director Adam McKay. En Manhattan, veinte científicos se reunieron para una proyección privada de la película, seguida de un almuerzo con McKay, quien manifestó su objetivo: “Esta película es para ustedes, los científicos. Queremos que sepan que algunos de nosotros los escuchamos y queremos ayudar a combatir el negacionismo de la ciencia”. Esto da pie a que algunas imágenes de la Tierra, nuestra casa común, intercaladas a lo largo del film, puedan justificar la interpretación de que el cometa que amenaza a la humanidad es una metáfora del cambio climático.
Como miembro de la Unión Internacional de Astronomía, recibí hace unos meses una comunicación de su secretariado que afirmaba que este último período “ha estado marcado por los extraordinarios y trágicos eventos de la pandemia por covid-19 y los conflictos regionales, que han impactado a todos los colegas y sus seres queridos en todo el mundo. Hemos sido testigos de una mayor polarización y desafíos a los principios científicos, todos los cuales están en desacuerdo con el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU”. La comunicación continuaba animando a usar ahora más que nunca el poder de la perspectiva cósmica de la famosa imagen Pale Blue Dot. El icónico punto azul pálido es una imagen de la Tierra tomada desde aproximadamente 6 mil millones de kilómetros de distancia por la nave espacial Voyager 1 de la NASA el 14 de febrero de 1990. En esa imagen la Tierra puede verse como un diminuto punto azul pálido brillante dentro del espacio profundo. Como decía Carl Sagan, sobre ese punto azul pálido “todos los que amas, todos los que conoces, todos de los que has oído hablar, todos los seres humanos que alguna vez existieron vivieron sus vidas”.
Me interesa señalar aquí una de las últimas escenas en las que participan los astrónomos que buscan comunicar el mensaje a lo largo de la trama y que no son escuchados. Se trata de una típica cena de Acción de Gracias que se realiza ante la inminente destrucción de la vida sobre la Tierra. Cabe recordar que la acción de comer juntos y de invitar a huéspedes a nuestra mesa constituye un espacio simbólico en el que un grupo social comparte y transmite sus valores y sentidos. La comensalidad es una característica de la sociabilidad de Homo sapiens. Los anfitriones son los Mindy, una familia no creyente pero que recibe a tres huéspedes en esa hora postrera. Uno de ellos, Yule –un joven evangélico de la calle que se encuentra con la doctoranda en astronomía Kate Dibiasky, descubridora del cometa– demuestra tener muy buenas cualidades rezadoras. Esta escena pone de relieve dos elementos positivos que me importa recalcar. El primero es la actitud de agradecer. Aun cuando el final apocalíptico es inminente, los protagonistas tienen la disposición de reconocer cosas buenas. No todo está mal. Nos hace bien reconocer la bondad de las personas en medio de un sufrimiento enorme. El segundo punto se refiere a la ayuda que las/os científicos/as y las personas religiosas pueden darse respetando los valores de la ciencia y la fe.
En estos días marcados por el aumento de contagios, Homo sapiens está cumpliendo una nueva hazaña. El telescopio espacial James Webb, a 1,5 millones de kilómetros, se está abriendo como los pétalos de una rosa solo para mirar arriba. Ojalá que podamos detenernos un momento y mirar arriba antes de que sea demasiado tarde.
* Jesuita, doctor en Astronomía, investigador de Conicet-Universidad Católica de Córdoba, ex director del Observatorio Vaticano.