OPINIóN
EnTREVISTA

Enrique García: “Tengo esperanza en el presidente Lula por su compromiso con la integración”

El expresidente de la CAF - Banco de desarrollo de América Latina, Enrique García, enumera en esta charla con PERFIL los nuevos desafíos económicos para Latinoamérica y, en especial, del Mercosur tras el nuevo mandato de Lula en Brasil.

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En EE.UU. El presidente Joe Biden recibió a Lula a poco menos de un mes de haber asumido. | casa blanca

Dicen que hay un Enrique bueno y otro malo, son García e Iglesias, o viceversa, los dos latinoamericanos que tuvieron un rol fundamental en la región,  presidiendo, durante casi dos décadas, los dos grandes bancos de desarrollo: la CAF - Banco de desarrollo de América Latina y el BID. En esta entrevista, Enrique García, desde La Paz, Bolivia, nos da su mirada sobre los desafíos de la región en el mundo de la pospandemia y la guerra.

—¿Cuáles son los principales desafíos para el desarrollo de América Latina en el contexto actual?

—La gran tragedia de nuestra región es haber caído en la trampa de los países de ingresos medios. Eso se debe a que Dios bendito nos dio recursos naturales fantásticos: minería, petróleo, productos agrícolas. Desde luego, esto significó que nos fuera bien en los momentos de precios altos a nivel internacional. Pero después de la crisis financiera del 2008, el ciclo cambió completamente. Y América Latina, con muy pocas excepciones, a partir de 2013 comenzó a tener crecimientos bajos. Porque no es que todos los problemas han sucedido como consecuencia de la pandemia y las tensiones geopolíticas recientes. Esto ya viene de atrás. 

—¿A qué problemas se refiere?

—Primero, debemos ser conscientes de que tenemos que ir hacia un modelo de ventajas competitivas. Una transformación productiva que nos lleve a introducir tecnología, innovación y a adaptarnos al avance de la Cuarta Revolución Industrial. La digitalización se expandió a partir de 2010, en coincidencia con la crisis, pero se ha acelerado por la pandemia. Para entender la importancia de este tema fundamental hay que ver el mundo. A principios de los años 60, toda la literatura decía que la región en desarrollo de mayor prosperidad era América Latina. Brasil, el país del futuro. El ingreso per cápita de Corea del Sur en 1966 era cuatro veces más pequeño que el promedio de América Latina. ¿Cómo nos vemos ahora? Corea del Sur tiene un ingreso per cápita tres veces y media mayor. En ese período, los países asiáticos han tenido crecimientos de la productividad entre el 2% y el 4%. En cambio, la productividad de América Latina ha tenido un crecimiento marginal y fue un crecimiento volátil. Hay un indicador interesante que puso en marcha el Foro Económico Mundial, el Índice de Competitividad Global 4.0. Según este indicador, los temas más delicados para América Latina son la institucionalidad, la educación y la distribución del ingreso. Y otro asunto que me preocupa es la fragmentación. Los procesos de integración regional funcionaron entre finales de los noventa y 2011. Incluso hubo una iniciativa para fusionar los dos grandes esquemas de integración: la Comunidad Andina y el Mercosur. Pero luego se enredaron las cosas.

—¿Por qué se enredaron?

—La politización y las burocracias hicieron que no funcionara. Ahora vemos una fragmentación. Hay organismos por aquí y por allá: el Grupo de Lima, el Grupo de Puebla. Eso no puede ser. Si América Latina no encuentra el camino para volver a entenderse, al margen de las diferencias, estamos perdidos. Porque nuestra presencia internacional a nivel global es muy poco relevante. Creo que la responsabilidad es de los líderes y tengo mucha esperanza en la presidencia de Lula [Da Silva] porque estuvo siempre comprometido con la integración. Con realismo se puede encontrar un camino. Hace falta una visión holística para enfrentar los problemas de la región.

—¿Qué tipo de visión?

—Debes de tener lo que yo llamo las cuatro “E”: equilibrios macroeconómicos, eficiencia, equidad y equilibrios ambientales. Cuando se reúnen, los ministros de Finanzas y los presidentes de los Bancos Centrales hablan de la macro. Normalmente no tratan los otros temas. Hace falta una discusión integral. Por otro lado, los objetivos al 2030 hablan de eliminar la pobreza y bajar el hambre, pero no dicen cuáles son las instituciones involucradas, dónde están los recursos. 

—¿Lo dice para destacar el papel clave de los Bancos de Desarrollo como el BID o la CAF?

—Claro. ¿Pero qué sucedía en la época de bonanza? Los banqueros de Nueva York iban a ver a los gobiernos y les decían que para qué iban a pelear para conseguir fondos del BID, que les exigían estudios de impacto. Pero justamente por eso es importante el rol de los Bancos de Desarrollo. No meramente por el dinero. Son catalizadores de otros recursos. Aseguran que los proyectos estén bien fundamentados, con estudios de factibilidad integrales que incluyen los aspectos económicos, técnicos, financieros y ambientales. El rol del BID y la CAF también es asegurar que haya procesos transparentes de adquisición de bienes y servicios, que es por donde pasa la corrupción. 

—¿Cómo ve el ciclo político y económico de su país?

—Bolivia inicia un proceso fundamental en 1952, con la Revolución Nacional y el gobierno de Víctor Paz Esten-ssoro. Hizo la reforma agraria, nacionalizó las minas y estableció el voto universal. Entonces no había China ni Cuba. Tuvo la mala suerte que vino una crisis de los precios de las materias primas y comenzó la primera desestabilización. Luego ganó las elecciones Hernán Siles Zuazo –quien era del mismo partido que Paz Estenssoro– y, entonces, hizo el plan de estabilización más exitoso que tuvo el Fondo Monetario Internacional. Esto llevó a la estabilidad macro y el crecimiento hacia finales durante los años sesenta y setenta. Pero lo realmente espectacular fue la década del 2000 para Bolivia. Comenzó con los descubrimientos de gas y los contratos con Argentina y Brasil, además de la suba de los precios de las materias primas. En este contexto asume Evo Morales como presidente. Fue un hecho histórico. Hizo la Asamblea Constituyente y tuvo una etapa de crecimiento económico alto. No fue el período de crecimiento más alto, pero sí el más largo. Y con un factor que no había tenido la etapa anterior de bonanza, que fue la reducción sustancial de la pobreza y la mejora en la equidad social. Pero en 2011 los vientos cambiaron. A pesar de las reservas internacionales extraordinarias que tenía el país y los superávits fiscales, no se hicieron las reformas necesarias. Igual que en los otros países de la región. Aunque Bolivia aún tiene un crecimiento razonable y una tasa de inflación bajísima, creo que está llegando a un fin de ciclo. Porque hay dos elementos que no son sostenibles: un tipo de cambio fijo desde 2011 y los subsidios a la energía, entre otros subsidios, que generan un alto déficit fiscal. Bolivia necesita replantear su modelo con realismo para no quedarse en las materias primas, atraer inversión extranjera de calidad y continuar con el proceso exitoso de inclusión social.

—¿Cómo ve la situación actual de Argentina?

—Evidentemente, el problema principal de Argentina es la inflación. Creo que debe enfocarse en los cambios estructurales, al igual que el resto de la región. El desafío es lograr la estabilidad y un proyecto nacional al margen de las diferencias ideológicas. Esa última es la parte más difícil, ¿no? Y más allá de la parte interna, Argentina debe jugar un rol importante en los esquemas de integración regional con una mirada pragmática, no dogmática.

Colaboró Francisco Uranga.