OPINIóN
Cuaresma

Tiempo de recalcular

28_11_2021_logo_ideas_Perfil_Cordoba
. | Cedoc Perfil

Como me suele ocurrir frecuentemente le hablo al no creyente que vive en mí y tal vez también en él/la benévolo/a lector/a. A veces hago una recorrida de los portales de noticias de algunos países. En uno de esos paseos informativos por el mundo me encontré en el New York Times con el siguiente título: The Meaning of Lent to This Unchurched Christian que podría traducir como El significado de la Cuaresma para esta cristiana sin iglesia. La autora, católica, Margaret Renkl, cuenta que el confinamiento de la pandemia la dejó libre de participar de las misas y de la iglesia institucional. Renkl se pregunta como nueva cristiana sin iglesia: “¿qué se supone que debo hacer con la Cuaresma?” Y se responde: “honestamente, no sé lo que estoy buscando y el Miércoles de Ceniza me dice solo que siga intentando: que crea, que sea mejor, que no pierda la esperanza”. Renkl expresa la experiencia de muchas personas que han dejado la iglesia institucional. Para muchos/as católicos/as sin iglesia la Cuaresma son las semanas que están entre dos feriados largos: Carnaval y Semana Santa.

Si vamos al inicio de la Cuaresma, al rito de la imposición de las cenizas, el cura puede usar dos fórmulas: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás” y “Conviértete y cree en el Evangelio”. La primera se remonta al libro del Génesis y nos recuerda el significado espiritual de las consecuencias del pecado. Es la interpretación religiosa de nuestra realidad contingente, vamos a morir. En palabras del famoso astrónomo Carl Sagan somos polvo de estrellas o desecho nuclear de las estrellas, como otros científicos prefieren decir. Me parece más poética la definición incompleta de Sagan. Me gusta decir que sí, somos polvo de estrellas, pero con aliento divino. Aunque muy bello, me sabe a poco ser cenizas de una estrella. Es bueno, creo, dedicar tiempo a pensar qué sentido queremos dar a esas cenizas cósmicas en las que irremediablemente nos convertiremos algún día. Algunos/as prefieren ser arrojados/as en el estadio de fútbol en el que seguían al club de sus amores, otros/as en la naturaleza o en el cinerario de una iglesia. En fin, las opciones son infinitas. La Cuaresma es un tiempo para reflexionar con humildad sobre el sentido de mi vida y de mi muerte. Es también un tiempo para reconciliarnos con Dios –si somos creyentes– con los demás y conmigo mismo. Siempre tenemos que pedir perdón, perdonar y perdonarnos si de veras somos humanos.

La segunda fórmula hace referencia a los comienzos de la predicación de Jesús. Convertirse es recalcular con el GPS existencial que señala la meta de nuestra vida, es recuperar la autenticidad que a veces perdemos por el camino por no saber “Honrar la vida” en palabras de Eladia Blázquez. Y creer en el Evangelio es creer en la Buena Noticia de Jesús que con su muerte y resurrección vence el pecado y tanta muerte presente en nuestra historia. Doy dos ejemplos cotidianos. La muerte que venden los narcos a quienes por miedo o conveniencia dejamos negociar y la espantosa guerra en Ucrania.

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Para los/as cristianos/as es esencial creer en la resurrección de Jesús y de los muertos. Es la piedra basal, sin esta fe todo lo demás que hagamos es en vano, se cae a pedazos. Más allá del rechazo a la iglesia institucional, para el no creyente éste es un punto de dificultad que comprendo.

Soy consciente de que es arduo hacer a solas el camino cuaresmal que es, al fin de cuentas, el camino de la vida. Necesitamos caminar en comunidad. Como dice María Elena Walsh en Canción de caminantes: “Porque el camino es árido y desalienta… Porque esperando a solas poco se alcanza. Valen más dos temores que una esperanza”. Te invito a caminar juntos en este tiempo de Cuaresma compartiendo la sed y el vaso de la búsqueda.

* Jesuita, doctor en Astronomía, investigador de Conicet-Universidad Católica de Córdoba, ex director del Observatorio Vaticano.