El 16 de enero tuvo lugar en Berlín el Congreso de la Democracia Cristiana Alemana (CDU) que eligió un nuevo presidente que pasa a ser el probable candidato del partido para las presidenciales del 26 de septiembre de este año. El hecho pasó desapercibido a nivel global porque se dio diez días después del asalto al Capitolio en Washington y cuatro días antes de la asunción de Joe Biden como presidente de Estados Unidos.
Pero lo sucedido en Alemania, primer país de Europa y segundo de Occidente por su significación económica es relevante hacia el futuro.
Quince años de Ángela Merkel en el poder han dominado la política alemana y su proyección internacional durante la mayor parte del tiempo transcurrido en el siglo XXI. Por eso su sucesión es decisiva no solo para la estabilidad europea, sino también para la global.
La elección del nuevo presidente del partido, Armin Laschet, quien es el gobernador del estado más grande de Alemania (Renania del Norte-Westfalia), implica que la canciller alemana ha logrado imponer su sucesor en el liderazgo partidario. Ser elegido presidente del partido hace posible y probable ser el candidato a presidente, pero no es seguro. Su predecesora y anterior “delfín” de Merkel, Anne Kramp-Karrenbauer, renunció al liderazgo partidario en 2018 y ocupa hoy el Ministerio de Defensa. Además, la CDU tiene que consensuar su candidato con la CSU (su partido aliado en Baviera).
El triunfo de Laschet en el Congreso partidario se dio por 521 votos contra los 466 de su oponente, Friedrich Merz, representante del ala derecha del partido. Estos fueron los resultados de la primera vuelta, donde Laschet obtuvo más votos aunque sin llegar a la mayoría. En la segunda vuelta Laschet obtuvo los de un tercer candidato, también centrista. Es decir, el sector que prefiere una línea más a la derecha que la que mantuvo en los últimos años Ángela Merkel ha sido derrotada, pero es una fuerza importante dentro del partido.
Laschet es católico, como han sido la mayor parte de quienes lideraron el partido desde la posguerra. En esto Merkel fue una excepción: es hija de un pastor evangélico que además implicó la llegada al poder por primera vez de alguien que nació y vivió en Alemania Oriental, como es su caso. A fines de octubre de 2020 Laschet visitó al papa Francisco, con quien tiene puntos de contacto en el pensamiento político global.
Ha tenido como es lógico mucha mayor atención mundial el hecho de que Biden sea el primer presidente estadounidense católico desde John F. Kennedy en 1960. Fue a lo largo de su vida un católico practicante y en sus primeros eventos formales ya como presidente se hizo acompañar por el cardenal Wilton Gregory, arzobispo de Washington designado en noviembre por el papa Francisco. Biden juró con la misma Biblia que está en poder de su familia desde finales del siglo XIX. En la ceremonia la tuvo en sus manos Leo O’Donovan, un sacerdote jesuita que es conocido por haber llevado a cabo las exequias de Beau Biden, el hijo del presidente que falleció en 2015.
La fe católica de Biden se puso de manifiesto en la integración de su Gabinete. Profesan esta religión quienes fueron designados en Defensa, Trabajo, Interior, Salud, Energía, Comercio, Agricultura, Asuntos de Veteranos y el Enviado Especial para el Clima.
Si el 26 de septiembre de 2021 un católico fuera elegido para la jefatura de gobierno alemán, por primera vez los líderes de las dos principales potencias de Occidente serían de la misma religión, en concreto católicos. Los dos han mostrado más coincidencias que diferencias con el papa Francisco. Desde el punto de vista político y geopolítico, reconstruir un eje entre Washington y Berlín es la clave para revitalizar la alianza entre Europa y EE.UU.
*Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.
Producción: Silvina Márquez