OPINIóN
indulto

Una marca de época

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Drácula, Carlos Menem. | Pablo Temes

La influencia de Carlos Saúl Menem en la vida argentina se puede analizar desde puntos de vista disímiles. Elijo  señalar  la  modificación que durante su década de apogeo  produjo en la cultura, entendida esta como el conjunto de  sistemas de valor y hábitos mayoritarios  de una sociedad, más que  de la creaciones culturales producidas en un período determinado.

Muchas se ha escrito sobre su imagen, su gusto por el espectáculo y la conversión sin tapujos de la política en parte del  “show” . El conocido ensayo de Sylvina Walger “Pizza con champagne” resumió en un sagaz título los símbolos que distinguieron ese período: la fusión de  lo supuestamente popular con lo   supuestamente sofisticado en paralelo con la eventual combinación  de  lo “barato” con lo “caro”,  de la transgresión de hábitos provenientes del pasado en desacartonados gestos que no desdeñaban el cartón.  

Esta modificación de hábitos tuvo su correlato  en decisiones políticas que mostraban las consecuencias profundas de este cambio exterior. Creo que el  conjunto de indultos que el Presidente decretó en el inicio de su gestión  (1989 y 1990) para beneficiar a militares condenados por sedición y violaciones a los derechos humanos, civiles  acusados de similares delitos y delitos económicos y líderes de grupos subversivos fue la raíz  de ese comportamiento que emergía con apariencia liviana y colorida.   El indulto es una facultad concedida al Presidente en forma privativa e indelegable  para el perdón absoluto de una pena ya impuesta a una persona, luego de haberse sustanciado el debido proceso. Si bien no extingue el delito sino su castigo, conlleva un valor simbólico de alto impacto  porque deja sin penalidad  un crimen ya juzgado, máxime cuando recae sobre actos que han conmovido la vida pública de un país.

El juicio a las Juntas y el castigo por primera vez en la historia argentina de quienes se alzaron contra el orden constitucional había sido el gran logro de la recuperación democrática. Logro que es reconocido en el mundo porque en muy pocos países se juzgan estos actos por los tribunales civiles ordinarios de un estado constitucional.  La decisión de indultar a los condenados en esos juicios y a otras personas vinculadas a actos contra el orden constitucional y  los derechos humanos  significó un giro abrupto en esa política y el surgimiento de una aceptada impunidad de los delitos de toda índole simulada por gestos contradictorios.

A pocos años del indulto, Menem promueve la reforma de la Constitución y lo elijo como sujeto activo de esta medida porque fue él y su círculo cercano quienes comenzaron con esta idea, que no contó en su origen  con un respaldo unánime de otros sectores y figuras del Partido Justicialista. En esa reforma constitucional a la que se arriba luego del célebre “Pacto de Olivos”, se introdujo en nuestra constitución una cláusula de “defensa de la democracia” (el actual art. 36) que precisamente es una norma sancionatoria de todo acto de fuerza contra el orden  institucional y el sistema democrático,  declarando su nulidad insalvable y a sus autores la aplicación de las penas correspondientes a los “traidores infames a la patria” . También en los últimos párrafos de ese artículo se dispone que atentarán contra el sistema democrático quienes incurrieren en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento.

La reforma fue votada en la Convención Constituyente por los bloques mayoritarios. Por consiguiente, los representantes del partido cuyo presidente había indultado a militares sediciosos y a condenados por delitos económicos  incluían en la constitución una cláusula de futuro castigo. La  penalización  constitucional de  la corrupción administrativa en un momento de escándalos, denuncias y juicios por conductas de esa tipología, si bien acertada desde lo jurídico contrastaba  con las conductas y los gestos imperantes.

Este  comportamiento  aparentemente contradictorio  revela un modelo cultural  dónde  la máscara se impone al rostro y se sustituye de acuerdo a las conveniencias del momento, porque el sostenimiento del poder es el fin que legitima todo medio.

Menem fue el protagonista central de ese modelo cultural que aún tiene vigencia, pero no puede soslayarse que triunfó en esa década en dos elecciones presidenciales, cuatro legislativas y una de constituyentes.  La sociedad que lo avaló con su voto,  el partido que lo llevó como candidato y que  hasta su muerte lo ungieron  senador por su provincia son responsables del  período que él lideró.

*Profesor Derecho Constitucional.

 

Producción: Silvina Márquez