Se sabe poco de su pasado. Quizás el único dato irrefutable –al menos por ahora– sea el de su muerte. Por lo pronto, el asesinato de Adam Nanami Kataoka, el ciudadano canadiense de origen filipino acribillado en un estacionamiento de Costanera Norte, presenta todos los elementos que necesita un crimen mafioso para convertirse en impune.
Desde Canadá, y por intermedio de la embajada, la familia de la víctima –que vive en Vancouver– anunció en las últimas horas que “no” aportará información de su vida a la Justicia argentina. “Se amparan en una ley de privacidad que los protege”, explicó a PERFIL un vocero de la fiscalía que instruye en la causa.
Sin testigos presenciales y un móvil difícil de establecer, los pesquisas esperan los peritajes tecnológicos a los aparatos de comunicación que utilizaba la víctima: dos teléfonos Blackberry y una netbook. De esos resultados –casi con seguridad– dependerá el futuro de una investigación que aparece empantanada por un espiral de silencio y misterio.
Mientras esperan los peritajes (que estarían listos la semana que viene), los detectives buscan reconstruir las últimas horas de la víctima. Según fuentes judiciales, Kataoka arribó al país el 12 de octubre pasado en un vuelo de Air Canada, procedente de Vancouver.