POLICIA

La vida secreta de la narcocolombiana que vive "detenida" en Nordelta

Es la ex esposa de Daniel Barrera, el nuevo Pablo Escobar. Está embarazada y bajo arresto domiciliario en el barrio La Alameda, pero sin custodia policial. Fotos. Galería de fotos

Amor. Ruth está casada con Ariel González, un agente inmobiliario que está preso. Con él y sus cinco hijos se instaló en Nordelta.
| Cedoc

Nordelta tiene una población estable estimada en 13 mil habitantes. Este exclusivo complejo cerrado de Tigre, donde viven distintas personalidades del deporte, la política y el espectáculo, fue escenario del operativo antinarcótico más importante de los últimos meses. Allí viven dos mujeres de origen colombiano que están acusadas de formar parte de una banda narco internacional que envía cocaína a España: Ruth Martínez Rodríguez y María Claudia Gómez.

Ruth es una de las ex mujeres de Daniel “el Loco” Barrera, el mayor capo narco de Colombia y “consagrado” como el nuevo Pablo Escobar Gaviria. Su prolongada estadía en el país renueva una vieja pista que adelantó PERFIL en marzo de 2009: podría haber estado oculto en Argentina.

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Según fuentes policiales, Ruth está sindicada como una de las cabecillas de la organización que presuntamente responde a las órdenes de Ignacio Alvarez Meyendorff, otro supuesto narco colombiano capturado el año pasado en el aeropuerto de Ezeiza. Alvarez Meyendorff es hermano de Juan Fernando, alias “Mecha”, otro narcotraficante de renombre, que también pasó por el país y actualmente se encuentra prófugo y con pedido de captura.

La ex esposa de Barrera, de 45 años, vive como una “reina” en Nordelta. Tiene una casa de dos plantas con pileta en el barrio La Alameda, a pocos metros de la oficina central del country, y está casada con Ariel González, un agente inmobiliario que fue detenido en el mismo operativo acusado por “lavado de dinero”.

Según las fuentes, Ruth tiene cinco hijos y está embarazada de cinco meses. Por esa razón, el juez federal Carlos Ferreiro Pella –a cargo de la investigación– le concedió el beneficio del arresto domiciliario. Pero la mujer no vive con custodia permanente: nadie controla sus movimientos, aunque a diario es visitada por un policía que verifica que se encuentre en su domicilio. Mientras tanto ella continúa con su rutina, como si nada hubiese sucedido. En el barrio, y según pudo saber PERFIL, sus vecinos no volvieron a verla desde el Jueves Santo, cuando su casa fue allanada.

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