Entrada la madrugada empezaron los tiros. Los proyectiles, que salían de un galpón ubicado en medio del campo correntino, iluminaron la noche. El blanco del tiroteo eran detectives de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal que habían llegado hasta allí desde Rosario y por la ruta 34, siguiendo un camión que, presumían, transportaba marihuana. Tenían razón. Cuando lograron entrar a la edificación, hallaron otros 350 kilos de marihuana. Los primeros kilos los habían decomisado en otro camión en Chaco que venía del galpón correntino. En ese momento, el juez federal Marcelo Bailaque ordenó 44 allanamientos simultáneos que fueron ejecutados por 250 uniformados de Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Tucumán y la provincia de Buenos Aires, coordinados por el jefe de la Policía Federal, Ramón Di Santo, y el superintendente de Drogas Peligrosas, Néstor Roncaglia.
La presencia de los detectives en el páramo correntino no era casual. La investigación, que terminó con 22 detenidos, entre ellos varios miembros vinculados a la banda de Los Monos, había comenzado el 19 de noviembre de 2014, cuando la sección Rosario de Drogas Peligrosas detectó el funcionamiento de un búnker en Laprida y Chávez, donde un hombre, resguardado por “soldaditos”, comercializaba drogas.
El trabajo de la Policía Federal, el juez, el fiscal Marcelo Degiovanni y la Procunar, a cargo de Diego Iglesias, permitió darle un fuerte golpe al grupo que controla el sur rosarino, tal como lo destacó el martes pasado el saliente secretario de Seguridad, Sergio Berni: “Durante todo este tiempo, se vinculó a los Cantero con una organización narcocriminal y fueron juzgados en un juicio abreviado que no tenía nada que ver con drogas, sino con una cuestión ordinaria”.
Durante la investigación se intervinieron más de setenta teléfonos, se realizaron seguimientos mediante GPS y drones.
Las escuchas y los entrecruzamientos telefónicos permitieron detectar, además, el funcionamiento de un laboratorio de estiramiento de cocaína en pleno centro de Rosario: en el departamento 4º A de un edificio de la calle Corrientes al 1900, los agentes encontraron pasta base de cocaína, creatina, balanzas, prensas, moldes para ladrillos, ralladores y precursores para estiramento dentro de barriles marcados con iniciales como “L”. La Procunar pidió ayuda a la Sedronar para determinar qué sustancias se utilizan en la fabricación de droga.
Según pudo reconstruir la pesquisa, el laboratorio estaba a cargo de Horacio Castagno, alias “el Viejo” o “Picman”, que es propietario del departamento en el que la banda convertía cada kilo de cocaína en cuatro y luego vendía 90 mil pesos el kilo. Otra vivienda de Castagno, ubicada en la calle Dean Funes, donde también llegaron los policías, sería utilizada para acopio y fraccionamiento de los estupefacientes.
El Viejo tenía comunicación directa con Gladis Barrios, la tía de Vanesa Barrios, esposa de Ariel “Guille” Cantero y una de las jerarcas de la organización (ver aparte).
Gladis: Viejo, ¿ya está la especial?
Viejo: Sí. […]
G: Bueno. Escuchame, necesito que me traigas cincuenta […] y cincuenta de la pura […] en cuánto me lo traés...
V: Y... en un ratito porque yo…
G: Dale, decime en cuánto porque tengo al muchacho esperando
V: En una hora […]
La comunicación, que figura en el expediente judicial, entre Gladis Barrios y Castagno es del 1º de septiembre de 2014 pero hay muchas más similares que prueban el vínculo del laboratorio de drogas con la banda liderada por la familia Cantero.
La mitad de los nuevos detenidos son mujeres
Once de los 22 detenidos en el operativo son mujeres. En marzo de 2014, PERFIL había advertido la estructura matriarcal de Los Monos y el rol del cupo femenino para la perpetuidad del negocio ilícito, con varios de sus miembros masculinos en prisión y el homicidio de Claudio “Pájaro” Cantero. En la estructura investigada por la Justicia ordinaria de Rosario, Celestina “la Cele” Contreras, madre de los hermanos Pájaro, Guille Cantero y Monchi Machuca aparecía como una de las responsables de la toma de decisiones. Los diálogos obtenidos por los investigadores federales muestran que Vanesa Barrios, esposa de Guille, preso por un homicidio en la cárcel de Piñeiro, “digita los lugares de venta y la logística que despliega para garantizar que esos lugares pertenezcan a la organización, acudiendo a la provisión de armas de fuego”. Acreditaron, además, que no lo hace de forma “unilateral”, sino que lo hace “con el conocimiento y anuencia de su suegra”. Todo esto siempre “bajo la supervisión de su pareja, Guille Cantero.
Emanuel Chamorro, cómplice de Guille en el homicidio y compañero de prisión, también aparece imputado en la causa al igual que su esposa, Jesica Lloan. Los investigadores sospechan que Chamorro, desde prisión, se encargaría de realizar los contactos preliminares para concretar la venta, indicaría el valor de la “mercadería” e impartiría directivas a Jesica, entre otras cosas. Por su parte, Lloan sería proveedora de estupefacientes, de ciertos puntos de venta y cumpliría funciones logísticas.
Vanesa Barrios y Jesica Lloan fueron detenidas. pero la Cele logró escapar y es buscada al igual que su tía, Gladis Barrios, otro eslabón clave.