POLICIA
crimen en villa gesell

Milanesi y Guarino, presos en su propia cárcel

Los dos rugbiers que abandonaron el penal de Dolores por falta de pruebas están recluidos en su círculo íntimo. No frecuentan los lugares que solían visitar. Ni siquiera utilizan las comodidades de los countries donde viven.

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El casco. El barrio cerrado donde reside Alejo Milanesi con su familia (izq.), ubicado a 800 metros de donde vive Guarino. Der.: los deportistas, tras quedar libres. | cuarterolo / telam

En apenas 800 metros de distancia viven Juan Pedro Guarino (19) y Alejo Milanesi (19), los únicos dos imputados que tiene la causa por el homicidio de Fernando Báez Sosa (18) que permanecen en libertad, aunque todavía están bajo investigación. Desde que recuperaron la libertad el pasado 10 de febrero tras estar detenidos 23 días, se encerraron en sus lujosos hogares ubicados dentro de los barrios cerrados de Altos del Casco y El Casco Country Club, en las afueras de la localidad bonaerense de Zárate. Apenas si salen a ver la luz del sol.

Sin hacer declaraciones –solo Raúl Guarino, padre de Juan, habló escuetamente con la prensa–, tanto los jóvenes como sus familiares se refugian en su intimidad y, hasta el momento, optaron por la extrema discreción. En contacto exclusivo con PERFIL, un amigo de Milanesi confió que “está recluido y la mayor parte del tiempo se queda encerrado. No ve televisión ni tiene contacto con ninguna red social, aunque sabe que cuenta con el apoyo de mucha gente”. De acuerdo con su versión, Guarino se encuentra en la misma condición. “No salen nunca y cuando lo hacen, los acompaña un hombre que se encarga de la seguridad. Por la ciudad se los ve poco y nada, y siempre acompañados. Además, se manejan en auto”. Puntualizó que cuando abandonan el encierro lo hacen “para comprar algo” y destacó que “no salieron en ningún momento a eventos recreativos ni hicieron vida nocturna”. Por último, dijo que “Guarino llora casi todo el tiempo y Milanesi está todavía en estado de shock”. Un segundo allegado de ambos dictaminó: “Antes me los cruzaba por la calle, pero ya no. La están pasando muy mal, y están encerrados en sus casas sin salir”.

Altos del Casco, emplazado en la avenida Antártida Argentina, a 500 metros de la ruta Panamericana, es un proyecto cuya inversión costó 10 millones de dólares. Tiene 291 terrenos de 600 a 1.100 m2 donde se levantaron 58 viviendas –denominadas townhouse– de dos dormitorios y 87 de uno, además de un Club House de más de 260 m2 con servicios y recreación. “Es un barrio cerrado enclavado en la mejor zona de expansión de Zárate”, cuentan. Si bien dispone de restaurante, salas de juego, área especial para los chicos, bar-comedor, proveeduría, sala de TV, parrillas, piletas de natación, canchas de tenis y gimnasio, Guarino ya no va allí. Tampoco Milanesi –hijo de una docente de música y de un profesor de la Universidad Tecnológica Nacional, y primo de los hermanos Ciro y Luciano Pertossi, ambos presos en Dolores implicados también por el asesinato de Fernando– usa las comodidades que brinda Casco Country Club.

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Allí hay un restaurante para 80 cubiertos, tres piletas, una cancha de fútbol 11, cuatro de tenis de polvo de ladrillo, una de vóley, una de pádel y una de básquet, todas con iluminación nocturna.   

Sin embargo, no solo Guarino y Milanesi viven recluidos, sino el resto de los familiares de los implicados. Un periodista de Zárate sentenció ante este diario que “las familias de los diez imputados son, en su mayoría, conocidas en la zona pero no de un nivel vip como se comentó. Son de clase media, quizás un escalón más arriba en general, pero nada extraordinario”. Tras el crimen ocurrido en Villa Gesell el pasado 18 de enero, dejaron de visitar los sitios a donde iban. “Se los ve poco y no frecuentan los comercios donde se los veía a diario”.

Carta. “Tengo que ayudar a rearmar a mi hijo, que está triste y desorientado”, relató Raúl Guarino, y en las últimas horas publicó en las redes sociales una carta en la que destaca: “Todo esto que nos pasó, y el manejo de los medios, nos destruyó sin que mi hijo haya hecho nada. Esto es muy difícil para nosotros, primero por el respeto que le debemos a la familia Báez y después porque Juan no hizo nada. Por suerte, de a poco todo se va a ir acomodando. Ahora debemos resguardar a mi hijo de todo esto que tan mal le ha hecho”. En otro tramo escribió: “Tengo que tener confianza en la Justicia, y en nuestro caso la estamos teniendo. La justicia social no la podemos manejar”. Y también aceptó que “por lo menos yo tengo a mi hijo, pero el papá de Fernando no”.

 

“Fue una pelea que duró diez segundos”

“Fue un fallecimiento. Ellos (los imputados) tenían dos autos a disposición para escapar si querían, pero entregaron sus celulares y sus claves. Se cambiaron de ropa porque después de ir a comer hamburguesas tenían pensado ir a la playa”, fue la polémica explicación del abogado de los rugbiers, Hugo Tomei, en un intento por defender y explicar las acciones de los deportistas una vez cometido el crimen contra Fernando Báez (18). El letrado, quien también dijo que “solo se trató de una pelea que duró diez segundos”, buscará invalidar las pruebas que incriminan a sus clientes, pidiendo la nulidad de los audios y de toda información hallada en los teléfonos de los implicados. Para hacerlo, argumentará que la fiscal de la causa, Verónica Zamboni, no estuvo presente cuando se accedió a los dispositivos.

Por otro lado, crece la posibilidad de que Juan Guarino ya no sea representado por Tomei, luego de que este, al parecer, le impidiera declarar el pasado jueves cuando se presentó a la indagatoria junto a Milanesi, pese a que el joven quería hacerlo.

 

Paso a paso

◆ Juan Guarino y Alejo Milanesi fueron detenidos junto a ocho amigos la mañana del 18 de enero en una casa de Villa Gesell, acusados de matar a golpes a Fernando Báez en la puerta de un boliche.

◆ Permanecieron encerrados 23 días, hasta que el 10 de febrero, y recuperaron la libertad por falta de pruebas en su contra, mientras que el resto de los rugbiers siguen tras las rejas.

◆  Ambos resolvieron quedarse encerrados en sus casas, sin contacto con el exterior.