A un mes del asesinato de la artesana Cynthia Filippone en Villa Gesell, la investigación parece concentrase en una sola persona: Sergio Muñoz, el único de los sospechosos que aún permanece detenido. Hasta el sábado pasado, Muñoz compartía calabozo en la Comisaría 2ª con Diego Caro, quien ese día recuperó su libertad. Dos semanas antes, la policía había aprehendido a un tercer sujeto, de nombre Diego Enriquez, pero debieron liberarlo a las pocas horas por un pedido de eximición de prisión que un Juzgado de Garantías le había concedido previamente. La situación fue confusa: Enriquez tenía a su vez un pedido de detención activa por una tentativa de homicidio en Merlo. Sin embargo, primó un criterio sobre otro y continuó libre, aunque de todos modos permaneció en la mira.
Caro, a quien conocen como El Salteño, había sido detenido dos días después que Muñoz, y cuatro luego del homicidio. Fuentes oficiales dijeron que estaba tratando de ingresar a una vivienda ajena, aunque luego quedó observado por el crimen de Cynthia Filippone. Yanina Luna, su pareja, realizó una encendida defensa de su marido en distintos medios de la ciudad y difundió una carta en la que Caro se desvinculaba del episodio.
Sin embargo, comenzó a circular en simultáneo una foto de la pareja en la que El Salteño portaba algo similar a una pistola Glock, aunque sin gatillo a la vista. “Al que subió esa foto en la que estoy con esa arma, le digo que es de juguete. Mirala bien y te vas a dar cuenta. ¿No conocés un fierro de verdad? Yo salí en la tele porque mi marido es inocente”, escribió Luna en su cuenta de Facebook. Y luego utilizó el mismo medio para decir: “Dejen de hablar si no saben. Mi marido es re inocente, en todo salió negativo”. Tal vez se refería a las pericias de manchas de sangre, restos de cabellos y prendas de vestir recogidas en la escena del crimen, cuyos resultados el fiscal Eduardo Elizarraga había negado públicamente tener apenas dos días antes. Una semana después de aquellas publicaciones hechas por su pareja, Diego Caro recuperó su libertad, confirmando un rumor que venía circulando con insistencia: que uno salía, pero el otro se quedaba.
La desdicha cayó sobre Sergio Muñoz, quien ese fin de semana presentó un recurso de hábeas corpus para conocer su situación procesal y preguntar por qué motivo seguía detenido. El Juzgado de Garantías de Mar del Tuyú (el único para las más de 157 mil personas que habitan Gesell, Pinamar y el Partido de La Costa) aprobó el pedido que la fiscalía geselina le hizo para extender la prisión preventiva de Muñoz, que a partir de entonces se convirtió en el único detenido por la causa. No queda del todo claro aún cuál es la sospecha que se tiene sobre Muñoz, ni si se lo vincula con la autoría material o intelectual del hecho. Es que la investigación se maneja con mucho hermetismo, al punto que el fiscal le pidió a Luis Filippone bajar el perfil y no hacer muchas declaraciones públicas sobre el transcurso de la causa.
El hermano de la artesana había tenido una intensa actividad mediática en las semanas posteriores al crimen, e incluso llegó a reunir 1500 personas en lo que fue la marcha más concurrida de la que se tenga registro en Gesell. Finalmente, logró ser aceptado como “particular daminificado” en la causa y pudo interiorizarse sobre la etapa de instrucción. Sin embargo, nunca exteriorizó sus suposiciones acerca del episodio. Apenas se tomó un tiempo para desligar a Daniel Hernández, con quien Cynthia Filippone convivía desde hacía dos años.
Es que, además de Muñoz, Caro y Enriquez, el curso de la investigación también se orientó hacia el círculo cercano de la víctima. Filippone fue asesinada de varios cortes con arma blanca el lunes 5 de mayo mientras colgaba ropa en el fondo de su casa, en la esquina de 111 y 6. Según la reconstrucción de los peritos, la mujer llegó a entrar a la vivienda, donde sus dos pequeños hijos estaban mirando televisión. Antes de morirse desangrada delante de ellos, la madre llegó a pedirles que trabaran todas las puertas y ventanas y que se comunicaran con su pareja. En ese momento, Daniel Hernández se encontraba caminando por la playa junto a Simón, su hijo, versión que luego confirmaron con la cámara de seguridad externa de un hotel que los ubicaba a ambos en la hora señalada. Sin embargo, Daniel Caro los había nombrado (aunque sin ofrecer ninguna precisiòn) en aquella carta pública que su pareja difundió mientras él estaba en cautiverio.
Todos vivían en la misma propiedad, aunque Simón (el hijo de Daniel) habitaba en soledad una pequeña vivienda separada de la casa principal por unas ligustrinas, y a pocos metros de donde Filippone recibió el ataque mortal. Algunos testimonios iniciales dieron cuenta de la mala relación que la artesana tenía con su hijastro, de 22 años de edad, e incluso algunos llegaron a hablar de miedo. Pero también hubo voces que sugirieron observar los vínculos sociales que tenía Simón. Es que, además de analizar genéticamente las evidencias recolectadas (en el cuerpo, prendas de la víctima y ajenas, llaves, picaportes, un portón y una reja), la investigación busca encontrar un móvil en el cual hacer pie. ¿Fue un intento de robo al voleo que terminó mal? ¿O el asesino perseguía otro fin? “Por ahí pensaron que la casa estaba vacía, o tal vez Cynthia reconoció a alguno”, hipotetizó Luis Filippone, semanas atrás.
Se cree que el agresor (si es que acaso fue solo uno) huyó y no llegó a ingresar a la vivienda. La observación surge tras no haberse registrado objetos faltantes en la casa. Los únicos que podrían saber algo de eso con un poco más de precisión son los dos hijos de la artesana (un chico de 9 y una chica de 6), que ahora viven con su padre en Entre Ríos y se encuentran bajo tratamiento psicológico, muy lejos aún de poder soportar el abordaje judicial. Todo esto llevó a los investigadores a inclinarse originalmente por la hipótesis de un conflicto personal, aunque la aparición de sospechosos en principio ajenos a la víctima los obligó a moverse del eje.
Por qué investigan a Muñoz. Según fuentes oficiales, Muñoz fue detenido el miércoles 7 de mayo (dos días después del crimen) mientras circulaba en un vehículo. Ofreció resistencia y le encontraron un objeto cortante, similar a una faca. No iba solo: lo acompañaba una mujer, de nombre Carolina, a quien Muñoz frecuentaba. Tal era así, que la mujer declaró que en la noche del hecho Muñoz apareció en su casa, “muy transpirado y exitado, pero sin manchas de sangre”, según hizo público en su momento Luis Filippone. Otro dato que se tuvo en cuenta es que Carolina vivía a dos cuadras de donde Cynthia Filippone, una cercanía que bien pudo haber propiciado vínculos hasta ahora no descubiertos entre los actores de la causa.
Se sabe que los tres detenidos tienen reputación en el hampa local (así lo certifican sus antecedentes y varias versiones), aunque no se detallan sus vinculaciones con este hecho en particular. “En esta zona, que es residencial, han habido casos de robos. Muchos, desde hace dos meses, y a mano armada. Y uno está muy paranoico”, contó una vecina, poco después del homicidio. La casa de Filippone había recibido un intento de robo en diciembre pasado. La vivienda estaba vacía, pero el hecho no fue perpetrado.
Villa Gesell tiene un sistema de 60 cámaras, aunque la mayoría están en avenidas y accesos principales, lejos de las zonas calientes del delito en Gesell. Una fuente cercana al proceso le asegura a Perfil.com que a Muñoz “lo complicó un informante, tal vez porque haya tenido algo que ver, o porque había bronca y lo quisieron ensuciar”, aportando penumbra a una situación que no se destaca por sus claros. A un mes del hecho, la Justicia impone sus propios tiempos, en silencio, sin despejar dudas ni confirmar certezas.
(*) Especial para Perfil.com.