Después de semanas de estar a la defensiva por los errores autoinfligidos, el presidente Mauricio Macri decidió utilizar su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso para retomar la iniciativa política. Y lo hizo con un discurso con fuerte contenido político en el que desnudó la estrategia electoral de marcar las diferencias con el kirchnerismo.
A diferencia del año pasado, esta vez el discurso no ahondó en la herencia recibida, sino en los “cambios culturales” que Cambiemos aduce que se están introduciendo en el país. Habló de relatos, de monumentos, de corrupción y de cinismo. Habló de conferencias de prensa, diálogo y pluralismo. Pero, ¿a quién le habló el Presidente en su discurso?
A pesar de repetir su plan de “unir a los argentinos”, el discurso presidencial tuvo sus momentos de mayor fortaleza cuando quiso jugar al juego de las diferencias. Porque es en ese punto en el que todo Cambiemos se siente más cómodo. Para muchos de sus dirigentes la lógica es: no estamos bien, pero lo otro era peor.
Por eso, después de varias semanas donde las encuestas reflejaron una caída en la imagen del Gobierno, Macri tenía una doble necesidad. Por un lado, reforzar al votante propio. Ese 35% que lo votó en la primera vuelta de las elecciones de 2015 y que lo sigue apoyando, pero entre los que sin dudas hay muchos que empezaron a titubear. Y por el otro, también debía (y debe) conquistar a los que se sumaron en el ballottage, y que todavía no perciben los supuestos beneficios de haber cambiado de rumbo.
Para ellos fue la enumeración de los logros en el primer año de gestión, con eje en las cifras de obras públicas (¿parecida a la repetición de datos que también hacía Cristina Kirchner?). Pero sobre todo, para ellos fue la dureza con la que trató al kirchnerismo, a saber: “menos relato y más verdad”, “no asumimos la Presidencia para que nos hagan un monumento”, “no creemos en los liderazgos mesiánicos”, “inflación que fomentaron y quisieron esconder”, “populismo irresponsable”, “década de despilfarro y corrupción”, “los medios o programas culturales eran herramientas partidarias o ideológicas”, “hoy la obra pública dejó de ser sinónimo de corrupción”, "no escuchen a aquellos que ni siquiera hacen autocrítica de lo que han hecho en el pasado". El pasado reciente le sigue dando al Gobierno más réditos en la opinión pública que el difícil presente de la gestión.
A los kirchneristas o antimacristas, en Cambiemos ya saben que no los van a convencer tan fácilmente. Por eso, no hizo mención ni a la situación de Milagro Sala ni utilizó una sola vez la palabra “Correo”. Tampoco habló de despidos, ni del consumo que todavía no repunta. No necesitaba responder, sino volver a convencer. Así, Macri estrenó el que seguramente sea el discurso de campaña este año, en el que siempre se le habla a los potenciales votantes. Y fiel al estilo de apelar al ciudadano común, contando historias como las del médico Luis, o las docentes Mónica, Raquel o María Marta. Duranbarbismo puro.