“Vayan buscando trabajo. Lo más rápido que puedan”. Las palabras de Alberto Fernández sonaron en los oídos de varios de sus más cercanos colaboradores con el ritmo de un final anunciado. Algunos suspiraron aliviados, otros preocupados, pero a ninguno lo sorprendió. La cercanía de este círculo íntimo con el que todavía sigue siendo jefe de Gabinete hace que cada uno de ellos haya sufrido, en mayor o menor medida, los mismos padecimientos del funcionario: el violento desgaste político, emocional y físico al que está sometido desde que el 11 de marzo se lanzaron las retenciones móviles.
Varias fuentes oficiales consultadas por PERFIL coincidieron en afirmar que la fecha para la salida de Fernández del Gobierno no está fijada, pero casi. Aseguran que será una vez que el Senado dé luz verde a la Resolución 125, la semana próxima (según los cálculos optimistas del oficialismo), y antes de fin de mes, cuando el kirchnerismo plantee otra batalla que se las trae: el ingreso y tratamiento en el Congreso de la nueva ley de radiodifusión.
“ Ciclo cumplido” es la frase diplomática que se ensaya en los alrededores de Cristina y Néstor Kirchner para explicar este final. Y todos afirman que la eyección fue acordada entre los tres. Hay quienes siguen apostando a que Alberto F tendrá un destino gubernamental más distentido (como un ministerio o una embajada). Sin embargo, la instrucción que dio a su gente de mayor confianza revela que se prepara para unas vacaciones de la función pública, después de ocupar la Jefatura de Gabinete desde hace cinco años.
Quemado. Desde hace semanas, Fernández luce agotado física, mental y políticamente. El derrumbe se inició con el estallido de la crisis del campo, sobre la que el jefe de Gabinete intentó maniobrar sin ningún éxito como el principal interlocutor oficial frente a la Mesa de Enlace de las entidades rurales.
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