La imagen de Bussi llorando desconsoladamente ante un juez contrasta con lo que ese hombre alguna vez supo ser: el "emperador" de Tucumán, provincia que dirigió no sólo como gobernador de facto, sino también como triunfador en las urnas de la democracia.
Antonio Domingo Bussi nació el 17 de enero de 1926 en Entre Ríos. Hijo de inmigrantes, a los 17 años comenzó su carrera en las Fuerzas Armadas al ingresar al Colegio Militar, de donde egresó luego de cuatro años. Después de pasar por varios estratos del ejército, en 1969 formó parte de una comisión de observadores argentinos en la Guerra de Vietnam, donde estudió las tácticas del ejército de Estados Unidos.
En 1975, llegó a Tucumán como comandante del Operativo Independencia, desplegado en los montes, para combatir a la guerrilla provincial y al Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) y, tras el Golpe de Estado de 1976, se convirtió en el gobernador de facto.
Gobernó con mano dura y avaló los secuestros, torturas y desapariciones de las que hoy dice no tener memoria o adjudica a una "guerra". Una de las anécdotas que pintan el talante de su gestión cuenta que la noche del 14 de julio de 1977 por orden suya barrieron a 25 mendigos y los arrojaron en Catamarca, con un frío que helaba los huesos, sin agua ni alimentos, para que mueran a la deriva y no "perturben" el panorama durante una visita de Jorge Rafael Videla.
En democracia, Bussi logró lo que ningún otro militar represor: legitimar en las urnas lo que a dedo le había otorgado la dictadura. Ganó ocho elecciones (fue legislador, gobernador, constituyente e intendente) y hasta creó un partido político, Fuerza Republicana. Cosechó la adhesión de buena parte de la sociedad conservadora de la provincia cuya principal exigencia era el orden.
Durante el proceso que lo juzga, se lo vio deteriorado. Parecía un cadáver que sólo respiraba gracias a una mochila de oxígeno, pero a la hora de defenderse, la vitalidad volvía a su cuerpo: "La figura del desaparecido es un arbitrio psicológico creado por los guerrilleros para encubrir sus muertes en combate", dijo en una frase que pasará a la historia. "Soy víctima de una venganza de los derrotados en las armas y las urnas", lanzó Bussi en su último descargo antes de romper en lágrimas.