Si yo no entendí mal, el 10 de diciembre de 1983 los argentinos nos juramentamos vivir por siempre en un sistema democrático. Por aquel tiempo era muy joven, (tenía 12 años), me emocioné, como casi todos.
Creí entender que a partir de allí no habría más brutos, ni criminales, ni dueños de la verdad, a cargo de la cosa pública. Me pareció que se abría una gran compuerta hacia la tolerancia, la diversidad, la cordura, el sentido común, la alternancia, la discusión…
Me pareció que desaparecerían las armas, que la política sería el espacio del bien común, que ya nadie mataría a nadie por opinar distinto. ¿Habré entendido bien?
El viernes 13 de agosto último, mientras participaba de una reunión política de la agrupación “Moreno Vive” (a la que pertenezco), en la localidad de Moreno, conurbano bonaerense, un grupo de “enviados” ingresó a mi domicilio y asesinó (ahorcándolo) a uno de los perros de nuestra familia, Rocco, un labrador de 2 años de edad. No robaron nada. No rompieron nada. Sólo mataron.
Alguna persona, desde el más estricto sentido común, podría decir “tanto quilombo por un perro muerto con lo que sucede a diario en el conurbano”. Dicho así, despojado de otros datos, podría resultar razonable. Aunque presentado como es, un asesinato político, adquiere otra connotación.
Moreno es un municipio del oeste del conurbano bonaerense castigado por el atraso, por la pobreza, la droga, la ausencia de infraestructura digna mínima, la desocupación, el deterioro de los sistemas de salud y de educación, transportes decadentes…, en fin, es el conurbano. Todos entienden.
Su decadencia, esta íntimamente vinculada a su sistema político, feudalizado y capturado bajo la mano de hierro de Mariano West que, al igual que otros líderes de la región, ha aprendido a especular con la extrema necesidad de nuestros habitantes, sometiéndolos a partir de sus debilidades económicas. No estoy contando nada nuevo. No estoy diciendo algo desconocido.
Hace un poco más de un año decidimos, junto a un grupo de emprendedores sociales del lugar, participar en política. Habíamos fundado, muchos años antes, el Club Defensores del Chaco, la liga FOS y el Fútbol Callejero, que originado en esta localidad recorre hoy el mundo, como modelo de inclusión social.
Pero la verdad, es que en algún momento de nuestro trabajo social, aunque muy exitoso y reconocido e imitado en el mundo, nos dimos cuenta de que habíamos logrado vincular a miles y miles de niños y adolescentes al deporte, a las reglas de juego, a la alegría, a la sana competencia y a las relaciones sociales, pero que eso no alcanzaba para modificar su situación estructural. Para eso hacía falta el Estado, único constructor posible de dignidad colectiva.
Allí decidimos disputar la intendencia. Fundamos un partido local, “Moreno Vive”, y nos presentamos a las elecciones de 2009. En 90 días de trabajo nos votó el 3% del padrón. A partir de allí, acostumbrados a trabajar niño a niño y padre a padre, las 100 personas más activas de la agrupación tocamos timbres, hablamos con miles de vecinos que conocían nuestra obra en el fútbol infantil y comenzamos a crecer.
Ahí comenzó la brutalidad. Ahí se presentó la violencia. El 17 de marzo de 2010 vino a entrevistarse con nosotros, en Moreno, Daniel Caponi, alto funcionario de Ministerio de Bienestar Social de la Nación, de profesión psicólogo, ex funcionario municipal de Mariano West y, según él, orgánico del Movimiento Evita (la agrupación lo niega).
Lo atendí con testigos. Vino a decirnos que si no declinábamos mi candidatura a intendente, Mariano West me mandaría a matar. No vino de onda. Según él mismo, vino como “enviado”. Entre una docena de disparates descomunales aseguró que en Moreno “hay mucha gente que vive de esto” (matar personas).
Quería que nos alineemos a West. Ofrecía puestos, nombramientos, planes… un verdadero disparate. Cuando terminó la entrevista estábamos absortos, demudados. Nos preguntábamos si habría venido de puro loco, o si realmente sería un “enviado”, como el aseguraba, ¿de West?, ¿de Kirchner?, ¿de Pérsico?
Responsablemente, ante la posibilidad de estar frente a un simple tarado, decidimos enviar 6 cartas, dirigidas a Cristina Kirchner, Néstor Kirchner, Mariano West, Emilio Pérsico, Andrés Arregui (intendente actual) y Estela de Carlotto, relatando detalladamente la conversación mantenida con este funcionario nacional. (fueron entregadas mediante Escribano Público).
Ninguno de ellos nos contestó. Nadie nos preguntó nada. Daniel Caponi sigue siendo funcionario del Ministerio. Un par de meses más tarde, obligados por la circunstancia de ser funcionarios públicos y conocer un posible delito que los incluiría (amenazas), Mariano West y el Intendente Arregui hicieron la denuncia correspondiente.
El fiscal del caso todavía no nos llamó. Unos días después, aparecieron varios automóviles particulares de vecinos del lugar con pintadas similares a las utilizadas en nuestra campaña “Ferraro, Otra Cosa”. Les pintaron los capots a los autos, con aerosol. El periodismo local dijo que habíamos sido nosotros. Un periodista le propuso a su audiencia radial que “me cagaran a trompadas en el lugar que me encontraran”.
Dos o tres días después aparecieron dos paredones enormes pintados: “Ferraro, estas muerto”. Inmediatamente llamamos a conferencia de prensa local frente a uno de esos paredones para que el periodismo se anoticiara. La mayoría no pudo venir. Estaban ocupados.
La noche anterior al asesinato de nuestro perro Rocco, un grupo de “enviados” pintó 20 o 30 locales comerciales del centro de Moreno, incluidas sus vidrieras, con el lema de nuestra agrupación. Lo de Rocco, obviamente es un límite. Es el último límite, anterior a la locura. Han entrado a mi casa, 4 o 5 personas, con total impunidad y han asesinado a un integrante de la familia, tal cual me lo anunció Caponi, funcionario público y psicólogo, el 27 de marzo.
¿Tengo que creer que aquí no pasa nada?, ¿o tengo que creer que Moreno está capturado por una banda de actores políticos brutales que piensan conservar el poder a como de lugar? ¿Vos qué creerías en mi lugar?
Les hablo entonces a todos los argentinos. Tengo ganas de gritar a los cuatro vientos que la bestia de la violencia política esta pariendo un nuevo capítulo de su larga, triste y oscura historia. Quiero convocar a todos a detenerse por un momento, a pensar.
No importa dónde estén ubicados políticamente. Esta cuestión no está trazada por oficialistas u opositores, sino por violentos o demócratas. Necesito pedirle al periodismo que ponga toda su atención sobre Moreno, no porque esto me haya pasado a mí, sino para que no le pase a nadie.
Sólo evitando que la violencia política nazca en el primer lugar, lograremos que no nazca en ninguno. Todos sabemos qué tan contagiosa es la locura. Todos sabemos que el primero que mata habilita al otro. Todos sabemos quién gana y quién pierde en el escenario de la violencia política.
Al terminar esta carta me pregunto si seremos capaces de levantar un muro que defienda el sistema democrático o si la muerte ganará la partida una vez más.
* Fabián Ferraro es candidato a Intendente por la Agrupación “Moreno Vive”.