Mauricio Macri tuvo ayer un día de meditado bajo perfil, para no desviar la atención del motivo excluyente por el que viajó a Italia: la reunión que mantendrá hoy con el Papa. Apenas salió del hotel para almorzar con su esposa Juliana Awada. Dedicó el resto del día a prepararse junto a su equipo para el primer cara a cara que tendrá con Francisco desde que asumió la Presidencia, y que tendrá lugar en medio de versiones sobre cierta frialdad del Pontífice hacia él.
El encuentro a solas tendrá lugar en la Biblioteca Privada del Vaticano, y se estima que durará cerca de una hora. Será una reunión a “agenda abierta”, aunque desde el Gobierno anticipan que Macri buscará empatizar con las preocupaciones globales del Papa. Le ofrecerá ayuda humanitaria para los refugiados sirios en Jordania y tocará el tema de las negociaciones de paz en Colombia. Respecto de la Argentina, intentará transmitirle a Francisco que coincide con él en su atención a tres cuestiones: pobreza, narcotráfico y “unidad” de los argentinos. No sacará el espinoso tema del rosario bendecido para Milagro Sala, y en el Gobierno esperan que Bergoglio tampoco lo mencione. Aunque, como se sabe, la espontaneidad de este Papa puede llevar la conversación hacia terrenos insospechados.
La idea original era que la comitiva llegara hoy mismo a Roma, pero finalmente se optó por no correr el riesgo de llegar tarde a la audiencia. Por eso Macri abordó un vuelo comercial de Alitalia que partió el jueves de Buenos Aires y llegó ayer a las 6:30 al aeropuerto de Fiumicino. De allí se trasladó junto a sus colaboradores al hotel De Russie, a metros de la emblemática Piazza del Popolo y a cinco cuadras de la pintoresca Piazza di Spagna.
Descansó durante la mañana y, poco antes del mediodía, salió a comer acompañado sólo por Awada. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el secretario de Planeamiento Estratégico, Fulvio Pompeo, aprovecharon para almorzar en otro restaurant junto a los gobernadores Juan Manuel Urtubey, Rosana Bertone, y Alfredo Cornejo, invitados por Macri para darle un sentido plural a la visita. La canciller Susana Malcorra no llegó para la comida del mediodía: viajó en el siguiente vuelo ya que debió quedarse unas horas más en Buenos Aires para acompañar al aeropuerto al presidente francés, François Hollande, quien visitó la Argentina esta semana. Completan la comitiva el secretario de Culto, Santiago de Estrada, y el vocero presidencial, Iván Pavlosky.
Cerca de las 14, Macri regresó al De Russie y permaneció allí hasta la noche. Tuvo “reuniones preparatorias” con sus asesores para la audiencia de hoy. A las 18:30, recibió allí al rector de la Universidad de Bologna, Francesco Ubertini, quien le prometió que su casa de altos estudios –la más antigua de Europa– le otorgará un título Honoris Causa.
Para la noche estaba previsto que la delegación completa se juntara a cenar en el restaurant Dal Bolognese, un infaltable de la cocina romana que Macri ya había visitado. Pero una protesta en la puerta del hotel (ver aparte) obligó a que las pastas se sirvieran en el mismo De Russie.
Urtubey versus los K
Desde Roma, a pocas horas del encuentro con el Papa, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey se mostró más macrista que Mauricio Macri. Afirmó que el kirchnerismo busca “destruir al Gobierno y que a la Argentina le vaya lo peor posible”. Ante Radio Mitre, el gobernador dijo: “No me preocupa ser el peronista que está más cerca de Macri”; y se definió como “un dirigente de la oposición con una mirada de apertura”. Fue una referencia a la amistosa relación que mantiene con el Gobierno, en contraste con la postura intransigente del kirchnerismo, y la zigzagueante de Sergio Massa. Urtubey fue uno de los tres mandatarios elegidos por Macri para ir al Vaticano: los otros dos fueron la fueguina Rosana Bertone (FpV) y el radical de Mendoza, Alfredo Cornejo. Más sobrio que el salteño, Cornejo negó que exista un vínculo tirante entre Macri y el Papa. “El Gobierno tiene un gran interés de tener buenas relaciones con el mundo y particularmente con el Vaticano”, afirmó.
Protesta por Milagro Sala
Un grupo de treinta militantes sociales y murgueros realizó ayer una protesta en favor de la liberación de la dirigente social detenida Milagro Sala frente al hotel del centro de Roma en el que se hospeda el presidente Mauricio Macri.
Sostenían carteles pidiendo “Libertad para Milagro Sala” y “Patria sí, Buitres no”. Los manifestantes arrojaron al aire panfletos escritos en italiano reclamando su libertad, y la calificaron de “detenida política por el gobierno argentino”.