POLITICA
Un entrerriano entre porteos

Cómo es un día en la vida de De Angeli en Buenos Aires

Perfil.com vivió una jornada en la Ciudad al lado del dirigente chacarero, desde bien temprano hasta la caída de la noche. Qué hace y cómo se organiza.

default
default | Cedoc

En poco más de cien días pasó de ser un dirigente rural en Entre Ríos al centro del escenario político nacional. Se instaló como un referente dentro de la estructura de la Federación Agraria Argentina, incluso por encima del mediático Eduardo Buzzi, titular de la organización. Y es que Alfredo De Angeli es un personaje pintoresco que se impuso sin inmutarse al revuelo de Buenos Aires, la ciudad donde transcurre gran parte de sus días.

Con perfil de bonachón que combina sencillez y estridencia, De Angeli supo mantener la esencia de su raíz rural, tal cual lo demostró en la discusión sobre las retenciones con frases que, a esta altura, quedan para el recuerdo, como cuando dijo "No sé qué quieren de nosotros, esto es una joda".

En Buenos Aires, De Angeli está inquieto, escurridizo, con una agenda desbordada por reuniones públicas y encuentros a puertas cerradas, como bien pudo comprobar Perfil.com al pasar un jornada entera a su lado. Se levanta a las seis de la mañana y recién a las siete y cuarto se toma un descanso en la lectura de los diarios para llamar a uno de sus hijos antes de que vaya al colegio.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Dos horas antes del mediodía ya tiene pautados los encuentros con los dirigentes de las entidades agropecuarias en la sede de Federación Agraria, sobre la calle Piedras. Durante la hora del almuerzo, marcha hacía al anexo de Diputados, donde lo espera un grupo de seguidores. Serán los mismos hombres encargados de flanquear al entrerriano en el Hotel Castelar y el resto de los lugares que visite. Allí permanecerá buena parte de la tarde, a veces rodeado de colaboradores, otras de curiosos y unas más de periodistas con preguntas y repreguntas.

Hacia el final del día, alrededor de las seis de la tarde, De Angeli quedará resguardado en el hotel. Un hombre del lugar observará sus movimientos y controlará quienes pasarán a visitarlo. El hombre tiene una orden: cuidar especialmente a ese huésped, “como lo ordenó el dueño del hotel Castelar”.

Las reuniones se suceden. En el hotel, un círculo reducido de personas cercanas al dirigente se reúne en una sala a evaluar las reuniones que se dieron más temprano en el Congreso. Acto seguido, resta caminar por la calle en la ruta de nuevos encuentros.

Lo intercepta un joven. “Alfredo, me llamo Pancho, tengo esto para vos”, dice. Luego le entrega un regalo y le toma una foto con el celular.

De Angeli camina por Avenida de Mayo, su agenda está ajustada, y prefiere que su celular sea atendido por "su gente". Tendrá más encuentros después. Sus días en Buenos Aires, como se puede ver, son intensos.

*Redactor de Perfil.com.