“¿Por qué no te armás una empresa para hacer obra pública?”, le preguntó Néstor Kirchner a Cristóbal Manuel López (53), a pocos días de asumir la Presidencia. El empresario patagónico, sentado del otro lado del escritorio, le respondió: “¡Pero si yo no entiendo nada de obra pública!”
En ese momento, Cristóbal López era dueño de empresas petroleras y de casinos, tenía la recolección de residuos en varias ciudades de la Patagonia, manejaba el transporte público de Neuquén, vendía aceite de oliva y no quería sumar rubros a su pool de empresas. Desistió de la oferta. Quien sí recogió el guante fue Lázaro Antonio Báez (54), un ex empleado del Banco de Santa Cruz, que supo hacer buenas migas con Néstor cuando éste era intendente de Río Gallegos. Dicen que Lázaro le pasaba información confidencial del banco. Eso lo llevó, probablemente, al cargo de gerente adscripto de la entidad financiera.
Lázaro no tenía nada cuando creó Austral Construcciones, el 16 de mayo de 2003, nueve días antes de que Néstor se sentara en el sillón de Rivadavia. Se convirtió, desde entonces, en socio del presidente en varios emprendimientos, a punto tal de que administra el Hotel Alto Calafate, cuyo paquete accionario está en el 98 por ciento en manos del jefe del PJ. En estos siete años ganó licitaciones en Santa Cruz por más de 3.500 millones de pesos y diversificó sus negocios hacia la gastronomía y el turismo, la fábrica de neumáticos y el petróleo. Concentró su actividad en la Patagonia. Toda su fortuna la amasó durante la era K. El crecimiento de Lázaro se nota en su estilo de vida: se mueve en una Porsche Cayane, tiene un par de Toyotas negras y dos aviones y vive en una casa inteligente. No busca, a diferencia de Cristóbal, despegarse de Kirchner. “Le tengo que agradecer a mi amigo que me permitió participar en licitaciones importantes”, reconoció en un reportaje radial que ofreció a una emisora de Río Gallegos, de su propiedad.