Es científico y político a la vez. ¿Cómo va a ceder el dengue si no ceden Kirchner, Kapitanich y OKaña? Está en la naturaleza del dengue, picarnos. Y en la obstinada mala leche de las tres K, también. Vivimos en medio de insectos multiformes que no dan respiro. Y de campañas turísticas que son un bombón. Micros de dos pisos y techo recortado pasean por Buenos Aires a viajeros felices por la Disneylandia que creen recorren. ¿No habrá guía patriota que chape el micrófono y se destape (y les destape la ingenuidad) con un espiche picudo y picador como el dengue?. Digamos, algo así como…:
Hola y buen día amigos. Gracias por llegarse hasta el coño sur del mundo y descender a la única sociedad de la Edad Media que resiste el empujón del tiempo. Están en Argentina. Y ésta es Buenos Aires, casco feudal de estancia de 3 millones de kms2. Reina del Plata al borde del río más playo del mundo. Capital de país lleno de encantos pero desencantado. Aquí lo que más se hace es paradojear de lo lindo. Por ejemplo, se especializan en repetir presente sin pudrirse. Se lo considera el país “más distinto” de los 200 del planeta.
País, o mejor dicho, juguete manual de un clon austral del sultán de Brunei tolerado sin mosquear demasiado por 40 millones de vasallos en ejercicio. Pese a heredar prodigios (ombú, Borges, vaca, jazmín, messi, mburucuyá) la vinchuca económica y el dengue político se ocupan de mantenerlo taponado. Son eficaces en impedir que haya brotes de conciencia en el circuito social que ocasione el destete de la gente y su molesta rebelión.
Cuentos del tío, de la buena pipa y de nunca acabar, mantienen a la mayoría de los adultos en formol. Los más de los varones la pasan rumiando frases sobre fútbol, tenis y conquistas. Son de inflarse diciendo que habitan el país más rico del mundo y desatienden el hecho de que el 60 por ciento (último dato Giacobbe) es pobre. Huyen de la realidad como de la razón. Atisbos de rebeldía se aprecian en las letras del estentóreo rock nacional (grosso oxímoron pues en Estados Unidos no hay un solo grupo de pericón nacional). Pero bueno. Es algo. Lo que ustedes contemplan es la capital de un país que fue llamado “el imperio que no fue”.
Ahora es capital de “el granero del mundo que fue”. No es sencillo de contar porque aquí no ocurren las cosas. Deben saber, antes que nada, que la Argentina es lo fácil que es difícil hacer. Galimatías que esconde su emperrado y torpe encanto. Así como en la naturaleza de los gobiernos y los dengues domina el picar e infectar, también en los nativos (cuyo cabecerío ven ustedes rodar desde aquí) hay una obsesiva pasión por dejar joderse por quien sea. Esto es, que atraen a los gobiernos y a los dengues, como si necesitarán de su aguijón.
No es inexplicable. Está en la naturaleza los argentinos que así sea. Si conversan con ellos advertirán lo poco que asocian sus dramas con sus causas reales. Culpan de todo a los hectopascales y a la humedad. Asombra también la extinción del "¿por qué?" y su desmedida atención al "¿cómo?" y al "¿quién?".
Pese a las calamidades que sufren (pestes, gabinetes, injusticias, robos, etc) ellos las toman como novísimas cada vez. Abordan tales fenómenos con agrios "¿viste? ¿viste?", con lo que, por paradoja, ahondan su ya porfiada e invisible desgracia colectiva. “Al menos, que no sea vea” es mandato que sostiene parte de su folklore de consuelo. Jamás se dicen "no nos hagamos los argentinos". Pero son queribles. Trátenlos con piedad. Gracais.
*Especial para Perfil.com.