POLITICA

Confusión

El poder de los medios según la mirada K.

PAPEL PRENSA. La serie donde Mike Amigorena protagoniza a Héctor Magnetto, el CEO de Clarín.
| Cedoc

El diario Tiempo Argentino dedicó el domingo pasado un suplemento completo para mostrar las 347 tapas críticas de Clarín a las que la Presidenta “les ganó”, al obtener más del 50% en las elecciones primarias. Además de mostrar la acumulación de tapas, una serie de columnistas reflexionaban en los bordes de esta tácita ambivalencia: “Si fuera cierto que los medios son hegemónicos, ¿cómo es posible que tenga tan poca influencia su prédica?”.

Analía Elíades, docente de la Facultad de Periodismo de La Plata, escribió que bajo el lema de la libertad de prensa “pretendieron siempre adueñarse de nuestras propias vidas y de nuestra historia”. Que “la mirada inocente sobre los medios se fue diluyendo, se puso en jaque el mito de la ‘objetividad periodística’ y del ‘periodismo independiente’”.
Ricardo Forster, otro de los columnistas, escribió que “la sociedad argentina, después del debate que concluyó con la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, ya no es la misma. Su relación con los medios de comunicación ha cambiado irremediablemente abriendo las posibilidades no sólo de la democratización efectiva de la circulación de la palabra y la imagen sino, de un modo también fundamental, ampliando las posibilidades críticas y las miradas que ya no pecan de ingenuidad”.

En otra columna, Víctor Ego Ducrot concluye: “Clarín y el oligopolio de los sentidos no pudieron con Cristina”.
La decana de la Facultad de Periodismo de La Plata, Florencia Saintout, señaló que “se hizo un valioso esfuerzo por visibilizar las huellas de la dominación en cada texto producido por las industrias culturales (...) Había en estas prácticas de denuncia no sólo una teoría sino la esperanza de que la verdad develada sería emancipadora.”

El politólogo Edgardo Mocca sostuvo que “la extraordinaria influencia y capacidad de extorsión política de los medios concentrados fue desafiada por un gobierno que se decidió a hacer valer el poder de la democracia (...) Curiosamente, en los días posteriores a la elección del 14 de agosto, los principales medios persisten tozudamente en su línea editorial como si nada hubiera ocurrido.”
Ernesto Espeche, director de Radio Nacional Mendoza, describió: “La inflación de la palabra terminó con su sistema de credibilidad, único terreno que garantizaba su sustento. Fueron víctimas de su propio juego: la emisión descontrolada de enunciados sin respaldo tangible (...) Hoy fueron derrotados por la política”.

Graciela Peñafort, directora de Asuntos Legales y Normativos de la nueva Autoridad Federal de Servicios de Comunicación, aportó dos citas, la de J. Martín Barbero sobre los políticos que fracasaron en “su perverso afán por sustituir su perdida capacidad de representar lo común por la cantidad de tiempo en pantalla”; y de Jauretche, quien sostenía que “si la difusión de ideas deja de estar gobernada por precios de mercado, los pueblos toman conciencia de sus verdaderos problemas y resuelven en función de sus intereses”.

El profesor de la UBA Alejandro Kaufman advirtió que “la creencia sobre su relativa inocuidad (de los medios) le conferiría una ventaja. La eficacia de la influencia y el poder descansan en la discreción. La exhibición debilita, desgasta, desligitima al poder”.

Y el decano de Ciencias Sociales de la UBA, Sergio Caletti, aportó: “¿Cómo se entiende que el propio gobierno les endilgue a los medios hegemónicos un poder político inmenso y luego les gane con facilidad y de modo abrumador a las posiciones que ellos sustentan? Tanto oposición como oficialismo deberán revisar sus presunciones respecto del papel de los medios masivos en la construcción de la opinión pública. Ambos parecen, a veces, moldeados por las teorías de hace setenta u ochenta años, según las cuales la relación causal era directa y mecánica. Si el Gobierno quiere avanzar en esa magnífica batalla cultural en la que está empeñado, sería bueno que se exija un poco más en su interpretación y deje de pensar que acusando a los medios gana algo. Gana tan poco como Clarín acusando al Gobierno. El efecto de los medios existe, pero no es ni mecánico ni directo. Es sutil, complejo, opera por vías indirectas, a relativamente largo plazo”.

Confusión 1. El núcleo del malentendido podría sintetizarse en confundir votos con audiencia, lo que aumenta su percepción si se invierte la comparación: “¿Cómo, si la Presidenta gana con una mayoría tan abrumadoramente amplia, los medios oficialistas no logran que la gente los lea?”.
Hay que tener en cuenta que la venta de ejemplares de los diarios Tiempo Argentino más Página/12 apenas alcanza al 5% de los ejemplares que venden Clarín más La Nación. Y con ese dato se haría más evidente la paradoja si se formulase la pregunta anterior de la siguiente forma: “¿Cómo 95 de cada cien lectores prefieren comprar prensa crítica del Gobierno cuando cincuenta de cada cien ciudadanos prefieren votar por el Gobierno?”.

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