Cristina Kirchner llegará al país el domingo junto a su hija Florencia, quien se encontraba en Cuba bajo tratamiento médico desde febrero del año pasado. Horas después de que Alberto Fernández declarara el aislamiento obligatorio, la vicepresidente anunció su regreso y se limitó a pedir a los argentinos que respeten la cuarentena. Aunque está en comunicación permanente con el Presidente, el objetivo es que ahora solo se escuche la voz de Fernández sobre las medidas drásticas que buscan desacelerar la pandemia.
“En unas horas más, regresaré a Buenos Aires en el vuelo semanal de Cubana de Aviación con mi hija Florencia”, publicó Cristina Kirchner en su cuenta de Twitter sobre el regreso de su hija que permanece desde febrero del año pasado en Cuba por un tratamiento médico. Ambas llegarán el domingo y la cuarentena la harían en el departamento de Florencia, quien enfrenta dos causas judiciales (ver aparte).
El último viaje de la vicepresidenta a Cuba fue el 15 de marzo, mismo día en el que el avance del coronavirus en el país había obligado a Fernández a anunciar el cierre de fronteras. En las conversaciones con Fernández, la ex presidenta apoya las medidas y el llamado al diálogo a todos los sectores pero hace silencio público, al igual que la mayoría de los dirigentes de la alianza que gobierna.
“Quienes tienen que hablar ahora son el Presidente y los funcionarios que Fernández disponga. A nadie le tiene que importar qué piensa Cristina y el resto. Importa lo que nos diga el Presidente”, dicen en el entorno de la vicepresidenta.
A diferencia de lo que sucede en la Cámara de Diputados, en donde Sergio Massa se esfuerza por mostrarla activa, el Senado sufre el freno de la pandemia. Sesionará solo en caso de que Fernández necesite una ley de emergencia.
Tras anunciar el retorno de su hija, Cristina escribió: “Ella junto a sus médicos y sus médicas, lograron restablecer parte de su salud perdida y hace un tiempo vienen trabajando su regreso a casa. Pero ya se sabe, nada es tan sencillo. Por eso Flor me pidió que la venga a buscar para ayudarla. Sentía que sola no iba a poder”. Y agregó: “Algo tan humano y por eso tal vez incomprensible para los depredadores de almas y corazones que durante esta semana especulaban mediáticamente, como siempre, el porqué de este viaje; el décimo en un año”.
Sobre la atención médica en Cuba, la vicepresidenta dijo: “Me pongo a pensar cuánto tiempo pasé este último año en La Habana: casi cien días. Y siento que aunque tuviera cien vidas, ellas no me alcanzarían para expresar mi agradecimiento a esta Cuba solidaria, castigada por los poderosos pero digna y altiva”.