La presidenta electa Cristina Fernández volvió anticipadamente de Santiago de Chile para presenciar la confirmación de su hija menor, Florencia Kirchner. La ceremonia religiosa se realizó ayer en el gimnasio cerrado del Instituto La Salle de Florida, que fue especialmente preparado para la ocasión. La misa fue oficiada por monseñor Jorge Casaretto, obispo de la diócesis de San Isidro y presidente de la Comisión Justicia y Paz del Episcopado, uno de los hombres de la Iglesia con mejor relación con el oficialismo.
La futura presidenta participó de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, de la mano de Néstor Kirchner, quien no pudo regresar para presenciar la confirmación de su hija debido al conflicto con Uruguay. A la joven Florencia, cada vez más parecida a su mamá, se la vio sonriente en todo momento, vestida con el uniforme del colegio al que asiste, es decir camisa blanca, jumper verde a cuadros por debajo de la rodilla, medias negras, zapatos y un crucifijo de madera.
Cristina, ataviada con un trajecito gris, collar de perlas y sus clásicos anillos y reloj de oro, llegó minutos después de las 20, el horario para el que estaba convocada la ceremonia. Fue acompañada por su secretario privado, Isidro Bounine, y por sus custodios. Ingresó al gimnasio escolar por una puerta especialmente habilitada, se sentó en primera fila y evitó hablar con la prensa.
Al lado de Cristina y de sus custodios, se sentó Sebastián, el mejor amigo de Florencia, que no paró de hacerle caras. La menor de la familia presidencial fue una de las primeras en cumplir con el rito de la imposición de manos y fue ungida en la frente con el santo crisma por monseñor Casaretto.
En horas de la tarde, la presidenta electa acompañará a su marido, quien vuelve esta mañana, en una reunión con el primer ministro español, José Luis Rodríguez Zapatero.
