¿Qué pasa cuando alguien confunde sus deseos con la realidad? ¿Qué pasa cuando ese alguien es el conductor o la conductora de un aparato político burocrático estatal, y traslada sus ilusiones, sus aspiraciones, sus proyectos al campo de lo real, y considera que, por el solo hecho de desear algo, lo deseado se convierte en algo tangible? Pasa, inexorablemente, una catástrofe.
La negación de la realidad o la confusión entre sueños y objetividad en la vida privada suele traer consecuencias desastrosas. En la vida de una nación, implica un colapso. ¿Qué pasa cuando esa transformación de deseos en realidad no es un hecho ingenuo, sino que es un episodio alevoso, destinado a generar resultados inmediatos, sin que importe qué sucederá en el futuro?