POLITICA
Opinin

Demagogia inflacionaria

Los tiempos cambian, y con ellos también el modelo "K".

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Lo que en sus comienzos era el sustento del modelo, hoy es la inversa, en una clara muestra de las notorias contradicciones oficiales. "Nosotros no cambiamos, somos los mismos, el mundo cambia", suele replicar una y otra vez la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. A la luz de los hechos, y en rigor, los cambios del gobierno son notables.

Lo que en 2003 era el sustento del modelo hoy ya no lo es y aquello que tanto criticaron los Kirchner se convirtió en estos días en la tabla de salvación de su gobierno. A comienzos de gestión, la brutal devaluación de 2002 se convirtió en la piedra angular de la política económica. Una brecha cambiaria enorme le permitió sustituir importaciones por mano de obra local, aumentar impuestos y aplicar subsidios merced al gigantesco flujo de divisas derivado del saldo comercial. Tipo de cambio alto para licuar el gasto público, derechos de exportación e importación para proteger la producción doméstica y "defender la mesa de los argentinos".

Ahora, el modelo se sustenta sobre la base de un fuerte retraso del tipo de cambio, la inflación y las retenciones que no sólo no defienden la mesa de los argentinos sino que la hacen cada día más cara. Pero aquel tipo de cambio superalto uno de los pilares de Néstor se esfumó con Cristina de la mano de la inflacion que el mismo modelo supo generar. En 2010, el dólar habrá subido como mucho un 5 por ciento, mientras que la inflación habrá llegado al 30 por ciento.

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Mientras la paridad cambiaria está 1 a 1 (1 dólar es igual a 1 peso más inflación, igual a 4 pesos), el dólar se ha devaluado significativamente, lo que agrava la competitividad de la economía en su conjunto. Todo esto revela que exportamos bienes caros en términos de dólar e importamos barato en los mismos parámetros. De allí que los dos principales ingresos fiscales son las retenciones y los aranceles al comercio exterior.

Para que este esquema funcione, el gobierno ordena al Banco Central mantener esta paridad y el consumo como una hoguera permanentemente encendida, abasteciéndola con el combustible de la emisión monetaria. El resultado es un incendio inflacionario.

De esta manera, el fuego adquiere más dimensión, parece que está controlado pero amenaza con expandirse y devorar todo a su paso. Para colmo, la tentación demagógica azuza al gobierno y lo lleva a alimentar la hoguera con aumentos indiscriminados de subsidios y pensiones, atacando la alcancía de la ANSES, con un doble efecto combinado. A corto plazo, esos montepíos serán insuficientes frente a la escalada de precios y alimentarán la inflación. A largo plazo, esta política de descapitalizar la ANSES producirá una mayor cantidad de jubilados pobres que no verán compensados sus años de aportes. Mientras que el gobierno se niega a pagar el 82 por ciento móvil, a los jubilados que aportaron los años de servicio que marca la ley, las autoridades premian con los ahorros de los jubilados, a aquellos que no cumplieron con la ley para generar un mayor clientelismo. Fascismo químicamente puro.

Con una inflación instalada en 30 por ciento anual, ¿hasta cuando las tasas de interés podrán mantenerse en términos negativos? Si las tasas se mantienen negativas, el dólar casi anclado y las familias con un nivel de endeudamiento significativo, el paso siguiente mostrará una economía ajustándose con recesión y desempleo. Mientras tanto, el gobierno echa más combustible en la hoguera inflacionaria para mantener la ilusión.

 

(*) Agencia DYN