POLITICA
Rishchynski, ex director del bid

“EE.UU. quiere andar como un llanero solitario”

El economista canadiense Guillermo Rishchynski, que fue director ejecutivo del BID, analiza el impacto del covid en el mundo y en América Latina, y considera que la Argentina es muy creativa pero no en materia económica.

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Sonrisas. El economista canadiense junto a Luis Moreno, del BID. | apf

El golpe económico del covid tiene diferentes impactos en el mundo y está cambiando el ámbito de los negocios tal como se lo conocía. PERFIL comienza una serie de reportajes a académicos, diplomáticos y referentes económicos que acercarán visiones alternativas sobre la situación económica internacional, la relación con América Latina y cómo ven a la Argentina en este mundo en transición. En ese contexto, se realizó esta entrevista al economista canadiense Guillermo Rishchynski, ex embajador en México, Brasil, Colombia y Naciones Unidas y ex director ejecutivo en BID.

—La pandemia causó problemas en las cadenas de suministros y esto fortaleció en EE.UU. la idea del near shoring, es decir, la apuesta por tener proveedores más cercanos. ¿Es una oportunidad para Latinoamérica?

—El near shoring se va a acelerar porque la pandemia mostró la fragilidad de las cadenas de suministro, pero no creo que EE.UU. lo aborde con una mirada regional, sino más nacionalista. Veo una relocalización hacia dentro de EE.UU. Eso limita las oportunidades para otros países. EE.UU. perdió la autoconfianza en los últimos años, en especial tras el atentado a las Torres Gemelas y la crisis financiera de 2008. A esto se suma ahora la pandemia. El impacto psicológico de estas situaciones no se puede minimizar. EE.UU. está más inseguro y eso deriva en decisiones más enfocadas en sus propios intereses. Y no depende de quién esté en la Casa Blanca porque es algo que viene del pueblo. Muchos estadounidenses creen, en especial fuera de la costa este, que el mundo se aprovechó de ellos en los últimos años. Y ven el crecimiento de China como el resultado directo. 

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—¿La disputa entre EE.UU. y China puede derivar en una suerte de Guerra Fría?

—La situación es estructuralmente diferente a la Guerra Fría. En la Guerra Fría había dos polos; eras parte de uno, parte del otro o estabas fuera del juego. Hoy existe una competición de ideas sobre modelos económicos y de organización social, pero la división es más fluida. Hay mayor margen de maniobra. Vivimos en un mundo multipolar. China y EE.UU. dominan, pero no son los únicos. La Unión Europea es importante, Rusia también, y van a emerger nuevos polos. Es probable que el sudeste asiático sea uno. 

—Se atribuye a Porfirio Díaz la frase: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EE.UU.”. ¿Canadá es el México del norte? 

En los años 70 alguien preguntó a Pierre Trudeau [entonces primer ministro canadiense] cómo era ser vecino de EE.UU. Él respondió que era como cuando un ratoncito duerme con un elefante. El elefante no sabe que el ratoncito está ahí, pero el ratoncito está pendiente de todos los movimientos del elefante. Esa es la realidad. Tras la firma del Nafta [por la sigla en inglés del Tratado de Libre Comercio de América del Norte] teníamos la esperanza de que Norteamérica surgiera como una plataforma más allá de su importancia económica. Que era el momento de empoderar la región. Pero EE.UU. quiere andar como un llanero solitario que solo busca su propio interés.

—¿Qué cambió con la negociación del nuevo Nafta? 

—Todos hablan del nuevo Nafta, pero el acuerdo solo intentó preservar lo conseguido en treinta años y no destruir las bases económicas de los tres países. Trump amenazaba con salir unilateralmente del Nafta y hubiera sido un desastre. La verdadera motivación era mantener el statu quo. No lo mejoramos, pero creo que lo mantuvimos. Ojalá en el futuro regresemos a esa mirada amplia de Norteamérica, pero hoy el proteccionismo está más vivo que nunca. EE.UU. trata a Canadá y a México igual que a China, Europa o India. 

—Canadá es un país con abundantes recursos naturales, algo que comparte con muchos países subdesarrollados. ¿Sus problemas económicos son más parecidos a los de EE.UU. o a los de Latinoamérica?

—Temo que Canadá se parezca cada vez más a los países de Latinoamérica. Por dos razones. Por un lado, las materias primas que producimos, petróleo y gas natural, serán impactadas en forma tremenda por el cambio climático y los esfuerzos por preservar el planeta. Estamos un poco encerrados en no creer que el mundo se va a descarbonizar de verdad. Debemos desarrollar nuevas tecnologías y formas de aprovechar la naturaleza. El segundo problema es la dependencia económica con EE.UU., más pronunciada que en los países de Latinoamérica. El 72% de las exportaciones canadienses va a EE.UU. Durante cincuenta años discutimos la necesidad de la diversificación, pero no ocurrió. Hemos sido incapaces. Esperábamos que China fuera una alternativa, pero ahora vemos que es otra potencia, más pendiente de sus propios intereses que de los equilibrios económicos necesarios para que un sistema beneficie a ambas partes. Esto pone a Canadá en una posición bastante débil.

—¿Qué alternativas tiene el país?

—Debemos encontrar los nichos donde podamos desarrollar tecnologías o productos de categoría mundial, como hicimos con Blackberry hace veinte años. Ese es realmente el futuro de la producción canadiense. No vamos a fabricar más autos o televisores. Eso ya pasó y son fabricados en otra parte. El costo de producción de los bienes manufacturados es alto en un país donde la mano de obra cobra un mínimo de 15 dólares la hora. El hardware probablemente ya tiene límites, pero podemos enfocarnos en el software. Canadá necesita mirar hacia el futuro y encarar hoy las reformas económicas para proyectar dónde quiere estar. 

—¿Es viable un intento de reeditar el ALCA?

—Es difícil pensar que tenga eco político una propuesta como el ALCA [Acuerdo de Libre Comercio de las Américas]. Las circunstancias no son propicias. Una unión de ese tipo exige que los países cedan un poco de soberanía y nadie está dispuesto a hacerlo. Tampoco hay un impulso político por parte de EE.UU. 

—¿Cómo ve la integración en Latinoamérica?

—Se ha avanzado mucho en la integración con la Alianza del Pacífico. Que se hayan juntado las bolsas de valores de Santiago, Bogotá y Lima es importantísimo. Mi recomendación es que Brasil y Argentina aprovechen ese proceso de integración porque realmente logra que Sudamérica comience a ser mirada diferente. La Alianza del Pacífico puede dar a los países sudamericanos más espacio de maniobra como un bloque.

—Cuando se te nombra Argentina, ¿que te viene a la mente?

—Siempre me impresionó la creatividad argentina: en la música, en las industrias culturales, en el fútbol. La creatividad argentina tiene que ser el eje que lleve a la sociedad hacia el futuro. Hay más capital e innovación tecnológica en Argentina que en otros países. Mucho más que en Brasil, por ejemplo. Pero hubo duros enfrentamientos sobre las visiones de nación a lo largo de la historia argentina. Han sido tan contrarias y por tanto tiempo, que es difícil encontrar el espacio común entre ellas. Ojalá logren avanzar y, más que nada, que los argentinos crean que es posible. Que es posible pensar el futuro de su país, un futuro compartido por la gran mayoría.

Colaboró Francisco Uranga.